SUBURBIA BOOKS

viernes, 28 de enero de 2022

FRANK BLOOD, CONFESION -By Sheikong-

 

Eran ya las 4:30 p.m., tiempo de traer al detenido, no sé si llamarlo culpable y aunque como dice el maestro Blades: “Todos los hechos lo condenaban”, aún debíamos transitar el pesado interrogatorio legal.  Capturarlo fue sencillo, recibimos la llamada justo después de almuerzo, nuestro café aún estaba caliente como para abandonarlo, eso debe ser lo que me trae de mal humor, odio que interrumpan mi hora del café.

Acá está él, afectado como todos los que se sientan allí.  Debo actuar amigable, lograr la confesión, llenar los formatos y que siga su proceso.  Está nervioso, frota sus manos, el cabello largo lo hace sudar y la lámpara de luz amarilla intensa no ayuda.

–Señor Armendi o debo llamarlo “Frank Blood” ¿Le ofrezco un cigarro?–Trato de romper el hielo con la clásica invitación–

–No, gracias. No fumo. Nunca lo he hecho, yo me cuido.

–No lo dudo Señor Armendi, se cuida tanto que asesinó fríamente a su baterista, en pleno ensayo lleno de testigos.–Comienzo a presionar aunque más de diez personas lo vieron–

–¡El se lo merecía! ¡Era impuntual y atorrante!–Estalla gritando–

–Tranquilo, le cuento…si fuera por impuntual yo hubiese sido asesinado muchas veces.

–¡Usted no entiende! ¡Más de treinta años soportándolo!

–A ver, ustedes eran amigos, crearon la banda, viajaron juntos por treinta años y en un ensayo público, usted se molesta, le reclama, él responde y así le quita la baqueta y se la clava justo en el corazón. ¿Quiere que crea que eso fue por impuntualidad?

–¡Alguien debía hacer algo! ¡Hay cosas que usted no entiende!

–Señor Armendi, usted escribió en uno de sus temas: “Y así te veo de tarde, entregándote a escondidas, prefiero asesinarte que vivir esta vergüenza a la luz del día” ¿Es correcto?

–Sí, yo la co-escribí con él, son solo letras, tenemos muchas así. ¿A dónde quiere llegar?

–A la verdad Señor Armendi, a la verdad. No he tomado café, estoy de muy mal humor y no pienso pasar toda la tarde acá con un asesino confeso y confuso ¿Oyeron lo que dije? “Confeso y confuso” ¡Ahora yo hago rimas muchachos!–Las risas estallaron en la pequeña sala atestada de humo, mis tres compañeros celebraron la ocurrencia aplaudiéndome–

–Usted no entiende, no solo era el baterista de la banda, ¡Era una tortura!

–Señor Armendi, necesito una confesión ahora ¿Sería tan amable?–Le digo muy molesto–

–Fue por motivos profesionales, sólo coloque eso y nos vamos todos.

En ese justo momento tomo el teléfono interno para llamar, al parecer todo va a cambiar.

–Sr Armendi ¿Le suena el nombre de “Michelle Pérez”? ¿Le es familiar?

–¡Es imposible! ¡Ella no puede estará acá!–Grita muy sorprendido y angustiado–

–Pues sí, acá está y me dicen que tiene mucho que decir de ustedes.–Presiono aún más–

–No quiero verla…no puedo.  Voy a confesarlo todo, pero no la quiero ver–Ruega–

–Lo escuchamos Señor Armendi, usted dirá.

–“Hace unos veinte años, contratamos a una corista llamada Michelle, era una bomba en escena y fuera de ella, atraía por su forma insinuante de cantar y vestir, a los días comenzó un romance violento con mi baterista, lo supe pronto. Duraron meses descuidando los ensayos, él tuvo que viajar dos semanas y en esos días aproveché para vengarme conquistándola y acostándonos, no fue difícil. Al regresar, él se enteró por ella misma y discutimos, la despedimos pero todo fue muy fuerte y comenzó a chantajearme con las regalías, los horarios, los créditos en los temas a cambio de no decirle a mi esposa lo que había sucedido, tengo más de veinte años soportando sus abusos.”

–¿Eso es todo Señor Armendi?

–Yo lo amaba. Él era todo para mí, mi amigo, mi amante, todo. Eso nunca debió pasar.

–Ya veo.  Amantes. Dos músicos regodeándose, una corista sexi entra en escena, surge el chantaje, la situación se hace insostenible y ocurre el crimen frente a una nube de testigos veinte años luego.  Eso es.  Creo que podemos enviar el informe, estoy conforme. ¡Ah me salió otra rima muchachos! Lo escucharon: “Informe y conforme”–De nuevo todos estallaron en risas y aplausos, excepto el Señor Armendi–

–Llévenselo por favor, luego seguimos con las formalidades, esto es suficiente por ahora.

Ver cómo se iba “Frank Blood” resultó un alivio para mí, no sólo voy a tomarme mi café sino que fue muy fácil, sencillo y rápido, ojalá todas los interrogatorios fuesen tan simples, pero no…hay días realmente infernales.

–Comisario…disculpe, tengo una duda–Pregunta intrigado uno de mis asistentes–

–¿Una duda González? Es tarde para las dudas. Pero dígame, le escucho.

–¿Quién es Michelle Pérez? ¿De dónde la sacó? Afuera no hay nadie.

–¡Ah eso! Bueno, sólo soy un fan solapado de este pobre hombre, en su segundo disco “La Claridad del Universo” entró una corista de la cual me enamoré platónicamente, pero sólo estuvo en esa gira, en la siguiente producción ya no aparecía, en esos días yo era amigo de un “Roadie” que por unos tragos soltaba todos los chismes de la banda, así que lo recordé, fingí la llamada, lo usé como referencia y funcionó. Lo tenemos.

–¿Y que es de la vida de Michelle…Comisario?

–Vive felizmente en Egipto, se casó con un gerente de una empresa petrolera tuvieron una hija, en fin….ella ni se enteró de este desastre.

–¡Eso fue brillante Comisario!

–¡A la mierda!, ¿Podemos ir por un café?

-FIN-

 

viernes, 21 de enero de 2022

LA PALABRA QUE NOS FALLA (Caracas, 2022, Sheikong)

 


LA PALABRA QUE NOS FALLA

Reconozco hoy  tu aspecto, como el de alguien que se irá

Y que sigue tan renuente, a decir toda la verdad

Eres como un ciervo herido, que no se deja curar

Nada ganas atacando, esto aquí no va a parar

 

Deja que todo nos pase, ya no te defiendas más

Permite que algún día te amen, esta lucha ya no va

Ganarás mucho a lo sumo, un poco de algún quizá

Y ese mundo que dejaste, creeme no se detendrá

 

Si te quise o si te quiero, no me preocupa eso ya

Se murió todo el esmero,  que descanse en santa paz

Si te vas o si te pierdo, si no tengo voluntad

Hasta aquí llega lo cierto, aquí entierro mi bondad

 

Te llevaste a quien más amo, y es la única verdad

No voy a luchar por ella, pero haz que sea capaz

De ser feliz por sí solita, quiero verla madurar

Me da igual que sea de lejos, o que sea con alguien más

 

Si no cumples tu promesa, el dolor regresará

La palabra que nos falla, mucha pena nos traerá

Larga vida y muchas flores, te deseo al caminar

Fue hermoso y no me ignores, yo te quise de verdad

 

viernes, 14 de enero de 2022

Capítulo 9 / LA AVENA DEL BURDEL

 


LA MUERTE EN EL ESPEJO -By Sheikong- (Caracas, 2021)

Después de abandonar el olvidado pueblo donde creció para vivir en la moderna capital, Martín recibe una agria noticia y debe retornar para encargarse del entierro de su madre, único familiar cercano que tenía y al volver descubre que el sitio no era lo que él pensaba al desencadenarse una serie de extraños eventos que lo involucran y que harán de su estadía una odisea densa y asfixiante plagada de incoherencias.

Capítulo 9 / LA AVENA DEL BURDEL

Estoy muy asustado y asombrado, nunca pensé que algo así sería posible.  En medio del susto y como pude salí de ese cuarto, a tropezones diría yo y no se a donde fue a parar la vela, se me cayó seguramente cuando caí sobre la caja, afortunadamente la llave estaba en la cerradura y me aseguré de pasarla, no sé qué rayos sucede en ese cuarto pero no me gusta nada, lo que allí se manifiesta no puede ser normal, no puede ser de Dios y no es un espejo de circo, juraría que vi una figura humana moviéndose hacia mí, todavía me cuesta creer lo que vi, mi corazón sigue palpitando tan fuerte que podría volar en pedazos.

Voy a buscar a Regalo en la mañana, es la única persona que podría tener respuestas aunque si lo pienso dos veces, acá todos tienen alguna historia con mi madre y muy posiblemente con ese espejo maldito. Lo que sea que esté sucediendo en este pueblo me lo van a tener que explicar, me fui muy joven pero no tanto como para no darme cuenta de algunas cosas, ¿En estos quince años que pudo haber sucedido acá? ¿Qué es lo que tanto ocultan? ¿Por qué tanto interés sobre ese espejo, el cuarto, el sobre y las llaves? ¡A mí no me van a joder estos campesinos!

Amanecí dormido en una de las sillas de la sala, una grande tipo mecedora de madera vieja que mamá utilizaba para descansar los domingos mientras sacaba las piedras de las caraotas y miraba quien pasaba por el camino, frente a la casa. Allí mismo me quedé dormido, justamente muy rendido por el día tan agitado y por la mala experiencia del cuarto cerrado. Me duele el cuerpo, siento los pies hinchados y la cintura la tengo muy maltratada por las barras del espaldar de la vieja mecedora. La luz del sol entra sin pedir permiso por las ventanas que dan hacia el frente, evidencian la gran cantidad de polvo que recubre todo, una suave brisa mueve las cortinas y acaricia mi cara con tal suavidad que simula las manos de mi madre.

No tengo tiempo que perder, aunque me cuesta muchísimo hacerlo, me incorporo, lavo mi cara con un poco de agua reposada que encontré en la parte de atrás junto a la batea y después de cambiar de camisa me dispongo a salir, tengo mucha hambre pero igual acá no hay nada de alimentos que yo sepa. Salgo como alma que lleva el diablo hacia la plaza central, allí debo encontrar alguien que me lleve hasta la casa de Regalo, no debe ser muy difícil encontrar un burdel en un pueblucho pequeño como este.

En la vía voy topándome con algunos lugareños que no disimulan su curiosidad acerca de mí y sin ningún tipo de educación, clavan sus miradas en mis fachas, botas puntiagudas, pantalón ceñido, camisa blanca ancha y el cabello negro por los hombros no se debe ver muy a menudo por estos empedrados, algunas niñas se ríen al verme y me señalan la gran cantidad de pulseras tribales que uso en ambas muñecas, para esta gente debo ser un extraño amanerado, un citadino tonto que solo sabe meterse en líos o quién sabe si manejan mucha más información que yo, me sorprenderían.

Al llegar a la plaza me encuentro con la escenas cotidianas propias de esta hora tan temprana, darán las siete cuando mucho, vendedores de avena caliente ofreciendo sus desayunos, algunos niños jugando sobre las rumas de hojas secas que un par de mujeres tratan de barrer, un grupo de hombres con chaquetas gruesas, botas y sombreros conversan afablemente en los escalones a un lado de la puerta del templo y varios burros y caballos terminan de pintar la fría vista de la plaza, están aparcados uno al lado del otro como si tuvieran un orden. ¿O si lo tienen?

A paso lento me acerco al vendedor de avena, el humo emana de la gran olla plateada y pierde la pelea contra el duro frío de esta hora, no me había fijado pero esta parte del pueblo me parece mucho más bonita que en mi infancia, acá jugué muchas veces y mi madre me traía los sábados mientras hacía algunas compras. Recuerdo los almacenes pequeños y las bodegas de la calle de enfrente, allí esperaba yo que mamá se desocupara mientras veía pasar a la gente. Hoy no hay ni almacenes, ni bodegas ni tanta gente, es vago lo que recuerdo aún pero de a poco se agolpan las imágenes en mi mente.

-¡Señor buenos días! ¿Cómo está usted? ¿Me podrá indicar dónde puedo encontrar a las cuatro grandes o a Regalo? –Le pregunto cordialmente al ocupado hombre mientras atiende a sus clientes–

–¿No le parece muy temprano joven? ¿O acaso las ganas yo lo traen desamarrao? –Me contesta en forma muy seca y sin mirarme a la cara–

–¡Ah no! ¡No señor! ¡Perdón! ¡Tiene usted razón en pensar eso! –Le digo muy apenado– Pero no es para lo que usted cree, solo busco la dirección para que me ayuden con algo…

–Joven, todos lo que buscan el burdel necesitan ayuda con algo ¿No le parece?

–De nuevo estimado Señor, no ando buscando afecto, estoy muy seguro de mí mismo en ese aspecto…créame.

–¡Ah Dios carajo! ¿Afecto? ¡De ahí lo que puede sacar son pulgas! –Gritó el hombre mientras se carcajeaba–

–¿Me va poder ayudar Señor?

–¡Nicolasa! ¡Nicolasa!–Gritó aún más fuerte– ¡Ven para que hagas una diligencia niña!

Asombrado veo acercarse a una niña de unos nueve años quizá hasta nosotros, estaba en el grupo de niños que desordenaban las hojas, llegó corriendo y muy feliz de saberse útil, creo yo.

–¡Lleva al joven a casa de Doña Mirla! ¡Donde vive Regalito! ¡Y te me vienes inmediatamente…no te quiero por ahí! ¿Lo entendiste niña?

–Si papá, él va para el burdel ¿Cómo no voy a entender?–Le contestó la niña totalmente desenvuelta–

Anoche no salía de mi asombro pero ahora no salgo de la vergüenza, una niña me va a llevar al burdel de Las Cuatro Grandes, justo lo que me faltaba.

–Me llamo Nicolasa pero me dicen Nico, ¿Suena más corto verdad? ¿Cómo te llamas tú?–Me dice la niña mientras toma mi mano en forma cariñosa y empieza a caminar–

–Hola Nico, me llamo Martín…gracias por ayudarme, pero si quieres solo me dices por donde es y yo llego hasta allá, no te quiero distraer…vi que juegas con tus amigos ¿No?–Le dije luego de caminar por un par de estrechas calles–

–No son mis amigos, son un montón de estúpidos. Los niños son estúpidos, se burlan de mí y me dicen que cuando sea grande voy a vivir en el burdel.

–¿Te dicen eso? ¡Que crueles! ¡Diles que si tú vas a vivir en el burdel, pues a ellos les va a ir peor porque van a ser tus clientes!

–Eso no fue gracioso–Sentenció Nicolasa al tiempo que se detuvo–

–Disculpa Nico, yo quise decir otra cosa…en realidad quería hacer una gracia…no sé.

–¿Y tú para que vas al burdel? ¿Vas a comprar sacos de avena como mi papá?

–¿Tu papá te dice eso? ¿Qué compra la avena seca en el burdel? ¿En serio?

–Si. Va todos los días a buscar avena, pero a veces no hay y tiene que esperar adentro.

–Bueno, no…no voy a comprar nada allí, estoy buscando a Regalo, resulta que somos amigos…

–¡Caramba! ¡Caramba! ¡Miren lo que trajo el gato! O mejor dicho: ¡Miren lo que trajo Nico!–Gritó a viva voz Regalo, quien se encontraba en la terraza alta de una casa rosada tendiendo unas sábanas, era como un primer piso desde donde nos podía divisar muy bien–

–¡Buen día Regalo! ¿Cómo amaneces? ¿Me recuerdas?–Le pregunto desde abajo–

–¿Recordarte muchacho? Más bien ¿Cómo olvidarte? ¡Con esas fachas no vemos muchos por acá! ¿Y tú Nicolasa? ¿Ahora nos traes hombres chiquita?

–¡Buenos días Señorita Regalo!–Responde la niña visiblemente emocionada–¡El joven no va a comprar avena! ¡Ya me lo dijo!

–¡No me digas linda! ¡No va a querer avena! ¿Y en que le podemos ayudar al señor?–Gritó Regalo con un tono sarcástico, burlesco, aprovechando la ingenuidad de la niña y mi sorpresa–

–¡Anda linda! ¡Ve con tu papá! ¿Sí? Yo me quedo por acá un rato…¡Gracias mi niña! ¡Anda!

La pequeña Nicolasa se despidió con un besito en mi mejilla y un abrazo cortico, apurado. Mientras nos despedíamos pude ver desde mi ángulo a Regalo sonreír disimuladamente con cierta ternura, la que seguramente le produce mi pequeña compañera.

–¿Y te vas a quedar allí o vas a entrar? ¡Mira que acá no comemos gente…al menos a esta hora no! ¿Desayunaste? ¡No creo! ¡Sube que te invito algo!

–Mmmm…si, ¿Por qué no? Anoche cené la mejor sopa de la vida frente a un cadáver, hoy desayunaré en un burdel y no me asombra para nada. ¡Qué semana Manuel!

CONTINUARÁ

ELLA, EL Y EL –By Sheikong- (Microrelato de 156 palabras)


ELLA, EL Y EL (Microrelato)

 

Él, simulando al buen padrastro, le pidió que revisara su alma.

Ella lo ignoró todas las veces que tuvieron esa conversación.

El insistía cual reloj, en especial durante los deseos de año nuevo.

Ella lo miraba con desdén y sonreía con esa mueca tan retadora.

El no tuvo más remedio que tomar la iniciativa y abrirle el corazón.

Ella no lo pudo evitar esta vez.

El no encontró lo que estaba buscando, pero ya lo había cometido.

El está por ser capturado y encerrado.

El recibió una dosis de realidad cargada en una jeringa.

El sigue pensando en ella y en lo que hizo.

El lo observa desde que llegó y lo quiere tocar.

El sabe que lo miran con deseo.

El no creía ser ese tipo de gente.

El se hizo su amante y se unieron como joyas fundidas.

El es feliz con su amor de celda.

El no mató en falso.

Ella no murió en vano.


FIN

 

 

lunes, 10 de enero de 2022

MALIGNA, -By Sheikong-

 


                                                                    
CAPITULO UNO / ESTOY SOLO

Desde pequeño fui un niño abusado, me refiero a todas las situaciones que se presentan dónde falta alguien que vele por tu seguridad y simplemente no existe. Perdí a mis padres a los ocho años, corría el año 1965 y me asombra lo que recuerdo, mis abuelos maternos me contaron que su muerte sucedió fortuitamente mientras visitaban una granja en las afueras, planificaban comprarla no sólo para cambiar de aire sino para apartar a papá de un vida viciosa de juegos y placeres violentos que no podía controlar. Mientras discutían a orilla de la carretera, un camión cargado de troncos de madera perdió el control al ver una extraña sombra, la maniobra desesperada del conductor para no impactar el auto de mis padres, resultó en que la pesada carga cayó sobre el techo, aplastándolo por completo con ellos dentro.

Es todo lo que sé de mi familia, no tuve hermanos y mis tíos no se interesaron en cuidarme. Nadie se interesó por mí. Ese fatídico día me dejaron al cuidado de mis abuelos mientras hacían un “rápido y aburrido viaje” visitando aquella propiedad.

Luego nada fue igual, crecer con dos ancianos no es lo mejor para un niño, los largos silencios se transformaron en meses de aburrimiento total. La poca diversión la obtenía en la tienda de abarrotes y las escapadas al bosque por las noches, eran mis únicos momentos de libertad.

–Niño…¿Crees que soy tan estúpida para no darme cuenta de tus salidas nocturnas?–Interrumpió un día mi abuela mientras me preparaba el desayuno–

–No, abuela…no pienso eso

–Mira niño, haz lo que te dé la gana con tu vida pero después que yo muera, en ese bosque habita algo maligno que no sabemos explicar, no me gusta saber que te expones de una forma tan tonta ¿Lo comprendes?

–Si abuela, pero yo no veo nada extraño allí…te prometo que me regreso si veo algo–Le respondí buscando que se tranquilizara y me sirviera el desayuno cuanto antes–

–Ese es el problema niño, no te va a dar tiempo de reaccionar y es justamente lo que quiero evitar, ya hubo suficiente desgracia en esta familia, no busques una mala hora. Tu madre era tan obstinada con ese bosque como tú.

En este punto preferí guardar silencio, no solo para cortar el tema sino que las palabras de la abuela eran ciertas, en el bosque he sentido que me observan, como si alguien caminara cerca por ratos y luego ya no está. Es una sensación muy incómoda, sólo quiero estar sólo y esa cosa pareciera esperar a que yo termine para seguirme a casa.  En los meses siguientes el frío de noviembre se hizo presente y ese cambio limitó mis caminatas nocturnas, no tenía ropa abrigada y podía pescar un gran resfriado según mi abuela, pero sé que escondió mi ropa invernal para evitar que saliera.

                                                    CAPITULO DOS / ADIOS ABUELA

Terminando el mes, una tarde regresaba a casa de la tienda y me encuentro al abuelo sentado en la vieja entrada de la casa, levanta la mirada solo para decirme:

–Ponte algo que te cubra niño, tu abuela murió. Vamos a llevarla al bosque.

–Abuelo ¿Pero…que le pasó? ¡Estaba bien cuando me fui!–Con los ojos empapados en llanto y el corazón acelerado fue lo único que pude decir–

–Si sabes que la gente muere ¿Ah niño? Entra y despídete, no tardes mucho.  Tu ropa de invierno está arriba en el escaparate negro, ya sabes que hacer.–Me dijo el abuelo–

Con pasos lentos y manos temblorosas subí las escaleras hacia su cuarto, el rechinar de la vieja madera del piso sonaba más fuerte que nunca o quizá me concentré en ello. La abuela parecía dormida aunque tenía los ojos entreabiertos, apenas si me atreví a tocar sus frías y rígidas manos para decirle:

–Abuela si te tienes que ir yo lo entiendo, todos se van de mi vida y sé que debe ser así. Voy a cuidar al abuelo aunque no habla mucho, te prometo que estaré pendiente de su jarabe y de las infusiones…

En ese justo momento me asaltó una conocida sensación, era la misma que percibía en el bosque pero por alguna razón no me sentí acechado, me invadió un sopor repentino y un aire caliente acariciaba mi cuello. No me atreví a voltear, no quería ver lo que estaba detrás de mí.

Brinqué sobresaltado en el instante que la foto del abuelo cayó con fuerza al piso, seguido de un crucifijo grande que la abuela conservaba del austero entierro de mis padres, era el mismo que reposaba sobre la urna de mi madre y que el buen cura Benito nos entregó.

La sensación de calor fue desapareciendo y el aliento tibio también, me recosté de la pared a pasar el susto y otro sonido llamó mi atención en el fondo del oscuro cuarto, era como si algo se arrastrara, me sorprendí al ver por un par de segundos una sombra en el rincón desvaneciéndose, para dar paso al más absoluto silencio.

Esa misma noche enterramos a la abuela en el bosque detrás de la casa, el abuelo la envolvió en un grueso edredón y la aseguró con retazos viejos. Entre los dos la arrastramos, el abuelo cavó rápidamente la suave y húmeda tierra mientras yo alumbraba con una lámpara de kerosene.

Al regresar, le comenté lo que había sentido y visto en el cuarto, no me contestó ni me contradijo como era su costumbre, solo balbuceó:

–Niño, recoge tus cosas. Mañana te llevo al orfanato de las viejas glorias. No puedo tenerte acá.

–Le prometí a la abuela que te cuidaría abuelo–Le respondí en voz baja–

–Acá nadie va a cuidar a nadie. Anda a dormir y no me molestes con esas tonterías. Tu madre era igual de ilusa que tú y mira cómo acabó. Nunca debió ir a ese bosque ni casarse con ese hombre.

Esa noche no dormí. La presencia volvió y la sentí cerca, a mi lado y luego en el rincón donde está una pequeña mesa con fotos familiares. No sentí miedo pero su forma de hacerse notar me intranquilizó hasta caer rendido cerca del amanecer.

Al día siguiente el abuelo me llevó en la vieja carreta hasta el orfanato de las colinas, una edificación antigua rodeada de unas pequeñas montañas muy verdes que a esa temprana hora parecen brillar como una pintura.

Y así me dejó, no cruzó palabras conmigo salvo para decirme:

–Tienes todo para perder niño, pero acá vas a luchar hasta para cagar tranquilo. No te asustes, un día te van a defender y no lo vas a entender, tu solo observa–Esas fueron sus palabras y salió rápidamente, no hubo un abrazo ni despedida, sólo se fue.

                                            CAPITULO TRES / GENTE MALA, MUY MALA

El abuelo tenía razón, los primeros días fueron duros.  Era objeto de burlas por parte de los chicos grandes, mis cambios de ropa desaparecieron y mi maleta terminó en lo alto del techo del cobertizo. También escupían mis desayunos y se orinaban en mi cama durante el día, nunca jugaban conmigo y no me dejaban ducharme. Las cuidadoras no intervenían ni me consolaban, sólo reían a lo lejos, entonces supuse que todos eran malos, muy malos.

Una tarde permanecí en la sala llena de camas a esperar que anocheciera, tenía días sin hablar y no me había aseado desde que llegué. Sentado en el catre miraba hacia el suelo mis viejos zapatos cuando un chico gordo y grande se paró frente a mí sorprendiéndome.

–¿Qué haces aquí basura? ¿Acaso te dije que podías venir? ¡Responde!–Me habló con un tono amenazador, cruzando brazos y clavando su mirada en mí pero no me atreví a responderle–

–¿No hablas? ¡Basura inmunda! ¡Acá me quedo hasta que te orines del miedo!–Me gritó empujándome esta vez el hombro–

Pasaron unos minutos que parecieron horas y el gordo malo seguía esperando que mi reacción. No sé cuánto tiempo transcurrió pero de súbito volví a advertir aquella presencia del bosque, sentí el aire caliente y el aliento tibio que me arroparon rápidamente. Levanté la vista para ver a mi acusador y lo encontré totalmente paralizado, sudando y con una expresión de terror en su rostro. No me atreví a hablarle, pero estaba viendo detrás de mí, era obvio que algo más extraño estaba ocurriendo.

–¿Qué me estás haciendo basura?–Comenzó a gritar el muchacho mientras lloraba como un niño– ¡Déjame porquería! ¿Qué es eso? ¡Suéltame!

Mi asombro aumentó al ver como al chico le brotaban heridas como arañazos en los brazos y las piernas, los hilos de sangre comenzaron a correr y su cara estaba marcada con varios cortes, ¡No podía creer lo que estaba viendo!

Al rato se lanzó al suelo rodando sobre su propia sangre manchando todo a su paso y gritando por ayuda, la cual llegó muy tarde pues pasaron varios minutos hasta que la presencia de calor y el aliento extraño desaparecieron y volví a ver la sombra arrastrarse hasta un rincón. Se creó una gran confusión y un alboroto mientras prestaban auxilio al chico y lo llevaban a enfermería, las cuidadoras me gritaban pero no les entendía nada, solo escuchaba ecos muy altos, solo eso.

Esa misma semana pude darme cuenta del cambio de trato hacia mí, si antes era malo ahora era peor. Mi comida estaba descompuesta, no me dejaban sentarme en el comedor y llegué a conseguir excremento debajo de mi almohada. Todo había empeorado.

Estando una tarde sólo en el baño, quise ducharme y me desvestí lo más rápido que pude, no había comenzado cuando me doy cuenta que una cuidadora fornida me estaba observando con una sonrisa irónica y mi ropa en sus manos, no la escuché entrar.

–¿Así que el niño raro se quiere duchar?–Me dijo acercándose mientras pude cubrir mis partes pudendas–¿No te ha pasado por tu cabecita que no nos da la gana que te limpies? ¿O es que el mal olor ya no teja dormir…basura?

No sabía qué hacer, no tuve miedo pero esto ya era otro nivel de maldad. Como pude cerré la llave cuando sentí nuevamente el calor rodeándome y por primera vez vi la sombra con claridad, la pude definir. Estaba detrás de la cuidadora, la cubría por completo y por supuesto, ésta comenzó a llorar de inmediato, no podía controlarse y había mucha espuma y sangre saliendo de su boca, fue un largo momento hasta que cayó sobre sus rodillas soltando mi ropa, vi como era arrastrada por la sombra hasta el fondo de las duchas, hasta que todo quedó en silencio.

Me acerqué lento, estaba retorcida, sus brazos y piernas volteados junto a su cabeza, era algo inexplicable para cualquiera.  Esta vez la sombra permaneció sobre la cuidadora y supe que me iban a culpar nuevamente, no me iba a quedar para vivirlo.  Como pude me vestí, salí al patio y me moví rápido a través de todos, desde allí caminé sin parar hasta llegar a la carretera, nadie me vio o quizá ya habían descubierto el cuerpo.

                                                CAPITULO CUATRO / NO ESTOY SOLO

Caminé días sin detenerme y aún lo hago, han pasado años y nada ha cambiado. La sombra sigue conmigo, no se aparta ni se va. Y así como me acechó en el bosque y me cuidó en el orfanato, ha acabado con policías que han querido abusarme, con dos abogados, un pastor religioso, con unos vagabundos malintencionados, un par de caseros, una suegra y dos esposas. Finalmente no estoy solo. Casi nadie se me puede acercar, pero no estoy solo.

FIN

jueves, 6 de enero de 2022

EVA, UNA FRÍA DESPEDIDA -By Sheikong-



EVA, UNA FRÍA DESPEDIDA -By Sheikong-

–Piensa muy bien lo que vas a hacer, esto no es normal–Le dijo Eva–

–¿Y que es normal? ¿Qué vayas buscando a otro que te lleve más lejos?

–¡No es lo que tú crees! ¡Estás confundido Marcel! ¡Eso está en tu mente!

–¿Me estás diciendo que ahora el loco soy yo? ¿Es eso?–Marcel no paraba de gritarle–

–Mira, te prometo que si bajas el cuchillo, vamos a casa y todo va a cambiar, prepararé ese té con leche que tanto te gusta y conversamos.  ¿Quieres?

–Lo dices sólo para calmarme, no aguanto más tus engaños Eva ¡No soporto ni uno más!

–¿Marcel por lo menos podemos salir del río? ¡Me estoy congelando! ¡Anda, vamos a sentarnos en la orilla, en aquellas piedras grandes!

–¿Crees que no sé lo que haces?–Le pregunta Marcel a la que fue su amada protegida por ocho meses desde que la encontró vagando en la carretera–

–Baja el cuchillo por favor y caminemos, ahí te explicaré todo–Le insiste Eva ya que están hundidos hasta las rodillas en las frías aguas que bordean el pueblo–

–Solo dime que he sido yo para ti todo este tiempo, cuando te conocí estabas abandonada a tu suerte, sucia y con hambre. ¡Te di un hogar! ¡Solo tenías que respetarme carajo!

–¿Y qué crees que hice?  ¡Lo único que he hecho es ser tu maldita sirvienta! ¡Día y noche lo único que hago es servirte a ti y a tu postrada madre!–Grita Eva a viva voz–

–¿Sabes que me dijeron en el pueblo? Que sólo eras una vagabunda y una aprovechadora, que en cualquier momento te vas a ir con el primer camionero que pase hacia el norte y que no eres la persona que yo creo–Marcel reduce el tono de voz y mirándola fijamente comienza a bajar el cuchillo–

–Vente amor, salgamos del agua, me voy a resfriar, todo va a estar bien.

Marcel parece acceder, aún con el cuchillo en su mano izquierda, la toma del brazo y la conduce hasta unas grandes rocas que están a unos metros de distancia.

–Gracias Marcel, siéntate a mi lado amor, nada es lo que parece mi cielo–Usa un tono calmado luego de sentarse y le anima con un ademán a reposar a su lado–

–Me han dicho cosas horribles de ti Eva, me cuesta creerlas.

–A ver, ¿Qué más te han dicho de mí?  ¿Qué soy una peligrosa asesina además y que me voy a llevar tu dinero? ¿Qué me andan buscando por todo el sur? ¿Que no debes darme la espalda?–Le pregunta en tono irónico mientras toma su mano–

–Estoy tan confundido, me han dicho mucho más que eso y no sé a quién creerle–Marcel rompe en llanto hundiendo su cara en el pecho de ella–

Después de unos minutos de silencio donde el único sonido era el cauce del agua rompiendo entre las rocas y el llanto de Marcel, Eva aprovecha de quitarle el filoso cuchillo y mirando hacia el viejo puente, le dice:

–Amor mío, eres un buen hombre…de los muchos que he conocido. No me quejo y Dios lo sabe, ¿Pero sabes qué? Debiste hacerle caso a los que te hablaban de mí y ahora me traes a este sitio apartado. ¿Los hombres como tú nunca aprenden verdad?

En ese momento Marcel levanta la cara asombrado por lo que escucha, por unos segundos todo sonido desaparece, los ojos de Marcel se abren al máximo al sentir como el frío metal del cuchillo se entierra en su abdomen hasta el fondo, el profundo dolor punzante lo ahoga pero no tanto como la sonrisa en la cara de Eva.

–Sí, Marcel.  Soy todo lo que te advirtieron pero tu querías ser el bueno, el mejor. Es cierto, voy hacia el norte, allá encontraré a otro. ¿Quién se resiste a una dama en peligro? Por cierto, no solo me llevo tus ahorros que inocentemente me confesaste su escondite sino que también me encargué de tu madre antes de venir. “Sin testigos no hay crimen” decía mi padre, querido Marcel.  Te voy a extrañar buen hombre.

Marcel quedo tendido boca abajo en la gran roca, el corte le produjo un caos interno y en minutos murió desangrado en el intenso frío escuchando la voz de su Eva. Ella caminó hasta la carretera, al rato un camionero bonachón se detuvo y la subió con la promesa de protegerla del clima.

–¡Ay gracias! ¡Qué hombres tan buenos hay por aquí! ¿Cómo te llamas amiguito?–Le pregunta Eva con voz melosa–

–¡Me llamo Marcel…para servirte lindura!

–Qué casualidad chico, nos vamos a llevar muy bien. No lo vas a creer.

FIN