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miércoles, 10 de noviembre de 2021

Cap 1 LOS SANTOS OFICIOS



Después de abandonar el olvidado pueblo donde creció para vivir en la moderna capital, Martín recibe una agria noticia y debe retornar para encargarse del entierro de su madre, único familiar cercano que tenía y al volver descubre que el sitio no era lo que él pensaba al desencadenarse una serie de extraños eventos que lo involucran y que harán de su estadía una odisea densa y asfixiante plagada de incoherencias.

Capítulo 1 / LOS SANTOS OFICIOS / BY SHEIKONG

Y allí estaba yo. El día más temido de toda mi vida era justo hoy, estoy viviendo este momento y realmente me cuesta creerlo, desde que me desperté tengo la misma extraña sensación de no pertenecer a este episodio de mi vida, convencido de que no es real y que no está sucediendo, así de mal me siento, así de mal estoy.

Algunas personas me hablan pero no entiendo que me dicen, se podría decir que estoy abstraído pero esto es mucho más, esto no es normal, no nací para estar acá, podría estar a esta misma hora en cualquier parte del mundo haciendo mil cosas distintas, tomando un café en solitario por ejemplo mientras reviso las noticias del día u observando obras de arte sin transcendencia en cualquier pequeño museo, lo que sea menos esto.

Las voces me aturden, son como murmullos, ahora no las puedo comprender, es como si estuviese bajo el agua consiente del ruido de afuera pero sin saber que significa, así me 
siento.

No me interesan las frases condescendientes de las pocas personas que se atrevieron a despedir a mi madre, nunca me han enamorado los halagos ni las lisonjas, no he sido adepto de las causas hipócritas de los familiares lejanos, esos que aparecen sólo cuando alguien deja este mundo, me parecen carroñeros nada sigilosos, no logran disimular, no logran nada.

-Lo siento mucho Martín, nadie se merece esto, al menos yo pienso así. Pero dime algo acá entre nos… ¿Que vas a hacer con la casa? Sé que no es el momento, pero deberías…tú sabes, colocarla en venta o algo, ¿Me llamaras si te decides algo?

Increíble, eso sí lo entendí. Es mi primo Lucho, sigue siendo el mismo idiota de siempre pero con menos cabello y más panza, nunca ha tenido tacto y nunca lo tendrá, con gusto lo lanzaría al foso con el féretro y me gozaría verlo cubierto de cemento, púdrete Lucho.

-Gracias primo, yo te aviso cualquier cosa. –Le dije sin mirarlo a la cara, tan sólo lo palmee un par de veces en el hombro como indicándole que lo hizo muy bien-

-¡Ay Martincito…que mal te ves! Te veo muy flaco chico ¿Has estado comiendo bien? Mírate, mírate no pareces tú. Me recuerdas al Tío Oberto justico antes de morir, mira que te pareces un mundo y si no supiera que eres tú ¡Gritaría como una loca! Créeme, ¡Gritaría como una loca!

Esa es mi tía Marga, la madre de Lucho el idiota, confirmo que todos los idiotas orgánicos se reproducen en más y más idiotas, no hay duda. Lo único bueno de mi tía son sus caderas, toda la vida han sido un colirio para mí y siendo viuda desde joven no se me ocurre ninguna buena razón para que siga estando sola, cualquier idiota de este pueblo de mierda se perdería en esa falda y no encontraría la salida.

-Gracias Tía, sí, estoy un poco delgado, solo eso. –Es lo único que le puedo decir a la mujer que dejó a mi mamá en la calle hace cincuenta años dizque porque “no estaba bien de ánimo para recoger a nadie en su casa”, cuando era encargada de una pensión de más de treinta habitaciones en el centro y la cual nunca, pero nunca se llenó, ni siquiera cuando vino aquel cantante pavoso de la capital cuando se celebró la Feria Campesina durante un mes y fuimos el foco de atención de todos los demás puebluchos de tercera de la región, ¿Cómo era que decía aquella canción? ¡Sonó muchísimo acá! Creo que era algo así:

“Si por el camino te vas ya no vuelvas, no he de seguirte que no quiera,
No inventes sigilos no inventes maneras, tu no me corriste ni que muera.
La puerta te dejé abierta y a ti nadie te botó,
Tu no guindas y no cuelgas, a ti el tiempo te borró”


Si, era algo así el estribillo, así de horrible y mal escrito, me sorprende no haberla olvidado y me asombra aún más que mi cerebro borre unos eventos y otros decida quedárselos para siempre, como la fea canción de este Franco Palurdo “El Cantor del Palco”, así lo llamaban y vaya a saber el cielo el origen de ese remoquete.

El polvo que golpea mi rostro me trae de vuelta, no habrá más de diez personas bajo este sol intenso y todos con los calzados repletos de barro, nada más puedo hacer acá, no quiero hablar, ni escuchar, ni ser amable, no quiero agradecer y no quiero despedirme, no tengo nada que hacer pero tampoco quiero ir a casa, yo no pertenezco a este sitio y el tiempo no pasa, cada segundo me pesa y cada mirada me asquea.

-¿Hijo, necesitas algo más? ¿Quieres un rezo particular? ¡Te puedo ofrecer unos cantos y epifanías que me salen de lo lindo! A tu mamá le encantarán, son solo 400 pesos. ¿Qué me dices? Hoy no he bebido hijo, estoy afinado ¡Lo verás! –Me dijo el padre Morantes tomándome duro por el brazo-

-No padre, mi mamá odiaba esos cantos, nunca se atrevió a decírselo para no herirlo –Le dije en forma de susurro acercándome a su cara hedionda a alcohol barato-

-¿Si? ¿Te dijo eso hijo? ¡Cómo va a ser! ¡No creo! Si es por el dinero, no te preocupes, puedes pagarme antes de irte o me dejas una cuenta abierta en la fonda. ¿Qué me dices?

-Padre Morantes, a nadie le gustan sus rezos ni sus cantos gregorianos o como se llamen, nadie le cree nada, es usted un viejo borracho morboso ¿Cree que ya olvidé lo que pasó con Marianita? No me crea estúpido, despidamos a la gente y terminemos con esto padre, ¡El sol nos está quemando!

-¡Eres tan insolente como tu difunta madre! ¡Grosero e inventor de historias! ¡Todos saben que esa niña estaba mal de la cabeza y vivía desnudándose por todo el pueblo! ¡Es culpa de sus padres que no la atendieron! ¡Ah y del demonio que me tendió un trampa! ¡Que Dios me quite la vida si estoy mintiendo! ¡Pero que me la quite ya! –Gritaba el padre como quien busca que lo escuchen-

-Padre, no tiente a Dios, se me hace que usted no está en su nómina ya, se salva porque el regente es tan perverso como usted, vaya a joder a otra parte, déjeme en paz, me voy. ¡Ah! Y no se vuelva a referir a mi madre así o yo mismo lo mando al cielo…o al infierno, como sea.

Terminados los oficios me dirijo a casa atravesando las únicas cuatro cuadras de calles empedradas del pueblo, la gente me mira como un bicho raro, como si estuviese cubierto de mierda, tenía tiempo sin venir pero sé muy bien que el origen de su morbo es otro. Después de una caminata eterna que calentó a mas no poder la suela de mis zapatos, logro entrar a casa, el único sitio que esconde recuerdos por todos lados, en los rincones de juegos, en la mesa donde mamá me enseño a comer, en el pasillo de las habitaciones, en el misterio del cuarto cerrado, en el patio contiguo a la cocina y su reciente silencio, allí donde nacieron todos mis sueños y donde hoy mueren también, allí es donde cada sombra me dice quién fui, cada destello de luz que entra por las ventanas me insulta por haberme largado hace un par de años y cada puerta me ofrece espacios para descargar mi llanto, mi ira y mi dolor.

CONTINUARÁ

2 comentarios:

  1. Hola Luis, quiero felicitarte por tu blog,
    Leí la mujer en el espejo, l verdad me gustó, es de fácil lectura, me quedé con ganas de más,
    Espero sigas subiendo contenido, saludos y un gran abrazo Ruben Perez

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