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sábado, 27 de noviembre de 2021

CAP 1 / ACERCA DE LOS MONSTRUOS

Una joven pareja se ha venido a menos económicamente, se desesperan y piden ayuda a unos familiares para poder vivir en su casa mientras salen adelante.  Pronto sus hijos descuben el horror, la indolencia y el maltrato por su condición, verán que la vida en esa casa no es lo que ellos esperaban y sumado a eso unos extraños seres se encargarán de convertir su experiencia en algo inolvidable.

                                        CAP.1  /  ACERCA DE LOS MONSTRUOS

No me canso de repetir que el hogar materno es de vital importancia, no sólo por los recuerdos pueriles o por aquello con lo cual crecimos, como nuestro viejo cuarto, los juguetes infantiles o los sitios secretos donde nacían los  juegos y las travesuras, sino por todos los monstruos que dejamos atrás.  Si, los monstruos eran y son tan reales como tú y como yo.  Aún están allí están esperando que regresemos para lamernos la cara igual que cuando éramos niños.  Algunos permanecen escondidos en los armarios y otros en los rincones oscuros o debajo de la cama.  Ninguno fue capaz de venir  voluntariamente con nosotros  a vivir estas formas adultas de cordura, rutina, compromisos laborales y familiares.

Y así es mucho mejor, no logro imaginarlos conviviendo entre nosotros,  he sabido de muy buena fuente que quienes los han traído obligados a nuestras nuevas y adultas vidas no han logrado contenerlos en sí mismos y han pasado de padres abnegados y ejemplares a convertirse en asesinos seriales o psicópatas locales con hábitos tan asquerosos que harían vomitar al más avezado.  Así de grave es y siempre ha sido así. En nuestro mundo hay situaciones que no varían, ésta es sólo una de ellas.

Los monstruos no son ni de cerca la imagen que nos han vendido los comerciantes y cinematógrafos, no son coloridos, ni felpudos, no poseen un sentido del humor activo y tampoco hablan idiomas como el sajón o el inglés moderno, su comunicación se basa en muy pocas señas, con sus acciones te indican lo que desean y cuáles serán sus pasos para lograrlo.  Su piel es gris y muy áspera con apenas unos cuantos vellos cortos que les dan un aspecto enfermizo que naturalmente te impacta al primer encuentro.  No son muy altos pero si son fornidos, tienen un par de piernas y brazos como nosotros y en eso somos muy parecidos.  Nunca logré ver el color de sus ojos aunque advertí que no me perdían de vista, los pliegues que caen por su rostro hacen muy difícil poder definirlos y tienen un olor ferroso muy peculiar, como a orín que por cierto se torna muy intenso en algunos momentos, siempre quise saber por qué.

El que habitaba en mi habitación era muy pequeño y taciturno, a lo sumo mediría unas diez pulgadas de alto, nunca le escuche voz alguna pero sí emitía un sonido gutural ronco y tronaba sus dientes muy inquietamente, curiosamente se cubría con retazos de tela vieja, de esa que seguramente se iba extraviando con los años, justo esa que dejábamos de buscar y también portaba varias tiras rasgadas alrededor de su cuerpo y sus patas.  Puedo asegurar que se sentía más seguro cubriéndose entre las sombras de la noche,  lo que definía sus comportamientos nocturnos. Desplazarse muy rápido en mi cuarto era su especialidad, podía sentir que se movía dentro del armario y al instante tenerlo al pie de mi cama observándome. Aunque tuvimos varios encuentros a la luz del día no era su costumbre ni un hábito particular dejarse ver a la luz.

A los monstruos no hay que temerles en ninguna forma porque nos pertenecen, quizá los creamos o han acompañado a nuestra cultura desde la antigüedad,  han estado allí para protegernos como testigos silenciosos de nuestro paso.  Sólo una cosa hay que hacer y en esto quiero ser muy firme para evitar conductas inapropiadas: Hay que acostumbrarse a su presencia cuando se dejan ver.  Me refiero a no resistirse y a no agregar drama o emociones descontroladas al primer avistamiento.

Su actividad aumentaba de noche igual que la mía y en eso fuimos muy parecidos, de allí tantas coincidencias afortunadas que me convirtieron en lo que soy ahora, no todos pueden relatar encuentros fantásticos con criaturas diferentes a nosotros y pocos sobreviven a algo así por falta de equilibrio, por no saber dominarse.  Siempre tuve la precaución de registrar en un cuaderno viejo muchos de sus hábitos y recordar algunos detalles que los hacen tan particulares: Las horas de los encuentros, las cosas tan curiosas que hacían y todas las veces que solo se quedaban a mirar, si, solo a mirar. Eso hacían en ocasiones y por más que tratara de ahuyentarlos o ignorarlos, se quedaban.  ¿Que observaban tan fijamente?  No lo sé aún, su vista se clavaba en nuestra humanidad y no había forma de distraerlos.

CONTINUARÁ

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