Bongani es un chico brillante, preparado y además es un Zulú. Sí, es un Zulú, ingeniero graduado y heredero
del gran espíritu guerrero de este fuerte pueblo. Xolani, su padre, nunca ha
estado más orgulloso de su hijo: Hoy emprenderá el viaje que le llevará a
recorrer el mundo conocido y no sólo será un embajador de su tribu, sino de su
clan familiar ahora gobernado por este viejo hombre de cuatro esposas cuyo
nombre significa “Paz” y que hace
ventisiete años decidió nombrar a su Primogénito Bongani, que significa “estar agradecidos”.
Muchas historias van cargadas en la mochila emocional de Bongani, todas
aquellas que le fueron entregadas, que describen por qué son la tribu más
numerosa de Suráfrica y algunas vez la más temida por Ingleses y Boers,–Estos
últimos colonos descendientes de los Holandeses– justamente los que
pretendieron apropiarse de sus tierras milenarias en el año mil ochocientos
aproximadamente, cosa que lograron temporalmente.
Bongani fue educado formalmente desde niño, su padre al contrario de
otros, tenía muy claro que las próximas batallas Zulúes debían ser ganadas en
otro terrenos, como el de las letras, los números y el conocimiento actual, por
eso su esmero en lograr que su hijo se graduara en la Universidad pública de
KwaZulu-Natal en Durban.
Xolani tiembla de orgullo al despedir a su hijo, pasada la ceremonia de
despedida donde fue encomendado a sus ancestros en la choza vacía, le recuerda
que no viajará solo, que Nkulunkulu influirá
en sus asuntos y lo traerá de vuelta a casa, tal y como se lo han pedido en
oración. Pero una sola petición tiene Xolani para Bongani y es que traiga un
mensaje de paz y hermandad de todo aquel que pueda obsequiarlo y el día en que
regrese, llegue directo a contarle acerca del pensamiento del hombre moderno para
conocer el mundo que se encuentra tan lejos de las montañas Drakensberg y del
Valle de las Mil Colinas.
Bongani viaja con el susto incómodo de la primera vez, ese
que nunca olvidamos. A medida que se aleja de la tierra madre recuerda con
mayor claridad las narraciones de su padre acerca de Shaka Zulu y las viejas
ilustraciones de cómo transformó a la otrora pequeña tribu en las más aguerrida
y numerosa de toda la nación.
A su llegada a Londres no tarda en caer en gracia con sus
compañeros de labores, su espíritu competitivo y su don de servicio resultaron
una novedosa y agradable mezcla dentro de la transnacional que lo había pedido
como asistente del ingeniero en jefe. A
menudo extrañaba su gente, su clima y sus costumbres habituales, pero al mismo
tiempo se maravillaba ante todo aquello que ahora se revelaba ante sus ojos y
enriquecía su experiencia en forma abrumadora.
Pasados unos meses recordó la petición que le hizo su padre Xolani
y decidió comenzar progresivamente a llevarla a cabo. Para ese momento ya había formado un vínculo
sólido con su superior, el ingeniero irlandés Patrick Murphy, un hombre ameno
que le doblaba la edad y con quien a menudo sostenía conversaciones
filosóficas.
–Señor Murphy, ¿Qué significa para usted la paz?–Le pregunta
Bongani con seriedad–
–¿Te soy honesto? Para mí significa ejercer mi profesión,
cubrir los gastos, regresar a casa a diario y ver a mi familia, no olvides que
mi pueblo también fue abusado por Inglaterra, tengo mucho que dejar atrás pero
si tengo eso, lo tengo todo mi amigo.
Bongani pudo entender entonces a Murphy y a la vez pensó que
eso no puede ser todo, debe haber mucho más acerca del tema, en caso contrario
su padre no se hubiese sentido tan atraído por la idea.
Cierto día mientras se familiarizaba con un café arábico,
entabló conversación con un hombre caucásico mayor, que se encargaba de recoger
las mesas, al cual le preguntó:
–Señor, ¿Qué es la paz para usted?
–¿La paz muchacho?–Le contesta mientras le mira a los ojos–
Yo no tengo paz, dejé a mi familia en Alemania con la excusa de venir a
producir y nunca más volví. Los cobardes nunca tienen paz.
Para Bongani era muy complicado entender cómo un hombre se
desliga de su tribu, de su familia, por tanto decidió seguir preguntando
mientras lo pudiese hacer.
Pasadas unas semanas y bajo una lluvia torrencial, esperaba
el transporte público en una parada, una chica desconocida le acompañaba en su
infortunio y luego de cruzar algunas frases intrascendentes, le pregunta:
–¿Qué es para ti la paz? ¿Lo sabes?
–Chico, trabajo de acompañante para hombres desconocidos, a
veces no quiero que me lleven y pido al cielo que me cancelen, pero eso no
pasa. Así que la paz para mí es llegar a
casa, darme una ducha y quitarme todo el asco de encima, tomar un té y sentirme
dueña de mí aunque sea por un rato, eso es.
Bongani sabía por demás lo que había sufrido su pueblo
esclavizado por unos pocos colonos en las plantaciones de algodón, así que
supuso entender esta vez aunque cree que necesitarían millones de duchas para
lavar el dolor de sus ancestros.
En los meses seguidos estuvo tan ocupado que olvidó hacer sus
consultas, hasta el día que conoció al vicepresidente de la empresa que le
contrató, era un hombre mayor, arrogante y muy seguro de sí mismo, el cual lo
retó a que le formulara cualquier pregunta, la que fuese y si no la pudiera
responder, lo ascendería de inmediato.
–Bueno, Señor…–Titubea un poco Bongani–No puedo evitar
preguntarle ¿Qué es la paz para usted? ¿Cómo la describiría?
–Chico–Responde firme el anciano– Entre todas las preguntas
que podías hacerme, ¿Prefieres hablar de esa tontería? Pues te respondo, la paz
la construimos si nos ayuda a enriquecernos, igual que la guerra. Es vital
hacer negocios en ambos tiempos, sin sentimientos ni pesares, “vende y retírate” esa es mi consigna, lo
demás no me incumbe.
Bongani no daba crédito a las palabras del viejo, si los Zulú
hubiesen pensado así hoy serían una tribu muy próspera pero no ocuparían un
sitial de honor, de hecho hace poco el presidente de toda Suráfrica era un
Zulú, el señor Jacob Zuma y esto fue un gran logro.
Naturalmente el ascenso no le fue otorgado, pero no fue
impedimento para relacionarse al más alto nivel y en medio de una celebración a
la cual fue invitado pudo sostener unas palabras con el Primer Ministro al cual
le preguntó:
–Primer Ministro, deseo consultarle que significa la paz para
usted. ¿Qué me diría?
–Joven Bongani–Le respondió brevemente antes de iniciar unas
palabras para toda la concurrencia– La paz es lo que somos, nuestro carácter
nos delata y nos convierte en verdugos o víctimas, yo prefiero apostar al
respeto del otro aunque no pensemos igual, si lo hago habrá “gestión de paz” y es la única forma de
volver a casa y dormir tranquilo como un bebé.
El Primer Ministro se retiró y Bongani pensó en el respeto,
en la consideración y en cada palabra que acababa de escuchar, quizá era tiempo
de sacar algunas conclusiones.
CAP 3 EL VIAJE DE XOLANI
Al cabo de unos meses recibió una llamada, su padre se encontraba muy mal de salud y se requería su presencia si fuese posible. Bongani hizo los arreglos y en un par de días se encontraba en el lecho de su padre, al lado del jefe de la tribu quien se había acercado dada la gran amistad que les unía.
Xolani se alegró mucho de volver a ver a su primogénito así
como agradeció a los ancestros el haberlo cuidado en su periplo de vuelta, no
dejaba de agradecer y de acariciar la cara de su hijo, a pesar de los intensos
dolores que sentía.
–Padre, ya tengo conclusiones, acerca de aquello que me
pediste antes de irme–Le dijo Bongani apresurado–
–¿De qué me hablas hijo mío?
Has de estar confundido…–Responde su padre haciendo un gran esfuerzo–
–Padre, acerca de la paz, te puedo decir que logré escuchar
del mundo moderno, hay cosas que necesitas saber.
–Ah, ya recuerdo…a ver Bongani, ¿Que te sucedió?
–Padre, la paz no es algo espontáneo, sólo se logra si
trabajamos por ella, es decir si creamos las condiciones, hemos llegado hasta
acá derramando sangre nuestra y de otros y eso ya no se puede borrar, pero la
paz siempre estuvo allí sólo que no supimos cómo lograrla. Para unos es ejercer
su profesión, para otros llegar a casa, para otros es valentía, libertad o
sentirse dueños de sí mismos. Tiene muchas caras pero el fin es el mismo
siempre: Tranquilidad, padre.
Xolani miraba hacia el cielo mientras escuchaba las palabras
de su hijo, tardó unos minutos en hablar, hasta que con dificultad le dijo en
voz muy baja:
–Cuando hice esta petición estaba aterrado por la idea de
perderte, toda mi valentía se desplomó ese día hijo, aunque no temía perderte
en el mundo pues te formé para que volaras lejos, mi temor radicaba en no
volver a verte pero como ya ves, acaba de desaparecer mi miedo, me uniré a mis
ancestros con la tranquilidad de verte de nuevo y eso me da paz, mucha paz.
–Padre y todas esas personas que conocí ¿Crees que están
erradas?
–Al contrario hijo, cada quien tiene sus motivos de paz, pero
te contaré un secreto y nos despediremos: Ese día antes de irte consulté al
jefe, me preocupaba que te alejaras de lo que hemos sido y somos, quizá
seducido por lo que habrías de conocer, a lo que el viejo sabio me respondió: “Dale un motivo para recordarnos y siempre
será nuestro”. Pasé varios minutos
pensando cómo lograrlo y fue cuando los ancestros me susurraron ideas acerca de
la paz Zulú. Lo hice para mantener tu pensamiento cerca de casa, para no
perderte y para allanar tu camino de regreso. Y lo lograste hijo mío, lo
lograste.
Esta tarde Xolani partió de este mundo a reunirse con sus
ancestros, Bongani aún pensaba en la astucia del jefe y la petición de último
minuto de su padre, recordó con ternura cómo sus preguntas acerca de la paz no evitaron
alejarse de su origen sino que le acercaron a otras personas de diferentes
pensamientos, oficios y estratos sociales, abriendo las puertas de un mundo
fascinante.
Y concluyó con paz en su corazón, para su presente y los
tiempos por venir. Xolani no se equivocó, está llegando el tiempo de Bongani y
los hombres que reposan sus armas, construyen la paz y luchan con las letras y
el pensamiento, no sólo en la región de Natal sino en toda la hermosa extensión
Surafricana.
FIN
Esta historia aunque diferente,me encantó, es un buen tema para reflexionar, la paz la vemos de manera diferente cada persona, todos tienen un motivo que es contrario a lo que otro puede pensar, pero al final nadie tiene la verdad absoluta
ResponderEliminarExcelente reflexión cuánto lejos de su país se dan cuenta q la verdadera paz está en sus raíces.
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