VENGO POR TI (Sheikong, Caracas 2021)
—Vengo por lo acordado, ya es
hora—Le digo después de tocar su puerta por varios minutos esperando que
abriera.
—¿Debo suponer que llegó el día?
—Ni voy a responderte,
entrégamelo y salgo de una vez.
—Pasa y siéntate, sírvete algo si
gustas. En la nevera queda media botella de aquel espumante barato que tanto te
gustaba, es tuyo, te lo regalo—Me da la espalda y se dirige a la habitación.
—Me quedo acá en la puerta, nadie
me espera en casa pero igual ya me quiero ir.
—¿No cambias verdad? En vez de
entrar y negociar tu prefieres jugártela esta noche, o eres muy tonto o sabes
muy bien lo que haces.
—Tú nunca cambiaste y no te lo
reclamé, no creciste y te llevé de la mano, pregonaste todos mis defectos y no
me defendí, solo callé. Entonces hoy crees que sé lo que hago.
—Haz lo que quieras, voy al cuarto y ya
regreso. Me tomará unos minutos despedirme, quiero sentirlo en mi pecho y te lo
entrego, una dosis de latidos y podrás marcharte.
«Y así desapareció ella. Paralizado
en la entrada me reconozco como una víctima de mí mismo y de mis malas
decisiones, ya pagué el precio de no saber explicar lo que sentía para obtener
lo que quería. Es tarde para todo menos para llevarme lo único que le pedí que
no compartiera. Podía hacer lo que quisiera con todo lo demás, menos con eso. A
fin de cuentas de que me sirve entrar, beber o ser amable si el tiempo no se
detuvo y su piel guarda recuerdos, excepto el mío. Confieso que cada vez que la veo mi carácter
se debilita, mi mente se aloca y mi piel se eriza una y otra vez como un
espasmo recorriéndome sin cesar. Estoy a salvo mientras evite dar ese paso que
otras veces solo trajo consigo dolor y preguntas sin respuestas, risas con
aroma a un día más y días con aspiración a ser semanas, meses y años. Hoy no me
voy a hundir en el lodo que tanto extraño, no vengo preparado y nunca lo estuve,
si la toco me condeno y si me voy sin palparla me juzgaré por siempre.»
—Disculpa la demora ¿Me tardé
mucho? –Me pregunta desde la puerta de nuestra antigua alcoba-
—Te tardaste la vida, créeme que
estos minutos no me afectan.
—Siempre culpándome, hay cosas
que nunca cambian.
—En el cambio estuvo escondido el
secreto que buscábamos, es mejor seguir como somos, no vaya a ser que alguien
pase por nuestras vidas y no sepamos que ropaje usar. Los que están por llegar
no tienen la culpa de nada, les podemos evitar la desagradable experiencia de
conocernos.
—¿Tan malos fuimos? Ahora
confirmo la poca fe que nos tuviste.
—No te distraigas con lo que no tiene
solución hoy, entrégame lo que vine a buscar.
—Si te lo llevas me quedará el
vacío, tardaré en acostumbrarme a vivir así.
—Nunca fue tuyo ni mío, tú no
supiste que hacer con él y yo no descifré tus modos.
En tan solo cuatro pasos estaba
frente a mí, provocándome como siempre y conciliando como nunca. Tenía aquella
camisa puesta, la de los domingos familiares, esa que le faltaban botones, la
imperfecta y mi preferida. Podía ver parte de sus pechos preciosamente
adornados con un mar de pecas que escondían el lunar que tanto añoraba y que no
volvería a ver.
—No te tardes tanto, si no lo
haces ahora puede que me quede y nos vamos a arrepentir. Hazlo.
Abrió por completo la camisa
soltando el único botón que le quedaba y sin tardarse hundió su mano derecha en
el centro de su pecho, la sangre no tardó en brotar y gotear creando hilos que
recorrían su cuerpo hasta llegar al suelo. Una mueca en su boca me decía que
estaba esforzándose por arrancarse el corazón, sus ojos estaban fijos sobre mí
y sé que con una chispa hubiese bastado para hacer explotar el lugar. En pocos
segundos su mano brota ensangrentada con el objeto de mi visita entre su puño,
puedo verlo al fin y es real.
—Toma, lo coloco entre tus manos,
cuídalo como nunca lo hiciste. No lo necesito.
—Lo quieres pero no lo necesitas,
sigues siendo tan confusa contigo misma–Digo estas palabras sosteniendo su
corazón entre mis manos, siento como palpita con vigor y está extrañamente
tibio, por años me convencí de su frialdad y no me equivoqué pero su
temperatura me sorprende.
—Te lo agradezco, no me verás
más. Esto era lo último que pasaría entre nosotros.
—Entonces es cierto que comienzas
tu viaje, no te creí capaz y ahora que te veo me doy cuenta de mi error. –Esas
fueron sus palabras mientras sonreía levemente-
—Siempre estarás conmigo, no
tengas dudas. Apenas me vaya puedes comenzar a llenar tu vacío.
—Eso haré, tengo tantos planes,
solo esperaba salir de esto. Fue tan rápido como dijiste.
Con su voz aún fresca en mi mente
salí de su vida para siempre, donde quizá nunca debí estar. No supimos seguir
de largo el día que nos conocimos, la pasión dio paso a la quietud, la quietud
al silencio y así llegó este día. Mientras bajo las escaleras sospecho que me
observa con la puerta entrecerrada, no voltearé a mirar, me quedaré con el viejo
recuerdo de su risa y su mirada, desecharé las lágrimas y el horror. Después de
todo sé que dimos fruto y eso no lo hicimos tan mal.
No le dije que hoy vine por ella. Está bien así.
FIN
Excelente como siempre, me gustó mucho de verdad, sigue adelante, te felicito..
ResponderEliminarEstre esperando lo próximo...
Gracias por compartirlo amigo .
ResponderEliminarMe encantó, como cada una de tus publicaciones.
ResponderEliminarUn fruto en silencio
ResponderEliminarExcellent!!
ResponderEliminarPodria ser la muerte:de una relación o de la vida misma. En ambos casos hay pérdida y dolor, expresados con fuerza y atinados en cada línea. Gracias por compartir.
ResponderEliminarUn adiós definitivo muy singular e inquietante. Muy buena prosa. Gracias por invitarme a leerlo.
ResponderEliminarGracias Monica! Si, es un adios. No hay mas. Rudo. Siempre estas invitada, estos relatos son para todos.
ResponderEliminarFascinada! Gracias por compartirlo y por tener ese maravilloso don!
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