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lunes, 20 de diciembre de 2021

CAP. 8 / EL ESPEJO OSCURO

 


LA MUERTE EN EL ESPEJO -By Sheikong- (Caracas, 2021)

Después de abandonar el olvidado pueblo donde creció para vivir en la moderna capital, Martín recibe una agria noticia y debe retornar para encargarse del entierro de su madre, único familiar cercano que tenía y al volver descubre que el sitio no era lo que él pensaba al desencadenarse una serie de extraños eventos que lo involucran y que harán de su estadía una odisea densa y asfixiante plagada de incoherencias.

Capítulo 8 / EL ESPEJO OSCURO

Camino hacia el pasillo de los cuartos, no dejo de pensar en la frase de mamá, en esa puerta que tanto quise abrir y en la oportunidad que tengo ahora. Solo encienden algunas luces dentro de la casa, así que no tengo la mejor vista del pasillo y aunque la casa es pequeña, tengo cuatro puertas frente a mí: a mí derecha el cuarto de mamá, luego el mío y a mi izquierda el cuarto vacío donde nunca había nada y seguidamente el cuarto cerrado, hacia allá me dirijo.

El sonido de los grillos inunda toda la casa, imposible ignorarlos. Escucho mis pasos como hacen rechinar la vieja madera del piso, mi respiración se acelera y puedo sentir los nervios que me asaltan de repente. La llave en mi mano derecha, la acaricio y palpo todos sus detalles con mis dedos, siento la textura del patinado producto de los años y la humedad, supongo.  Mi vista se adapta  a la oscuridad que aunque no es total, a esta hora de la noche impide ver con claridad por donde camino. Ya frente a la puerta del cuarto secreto, me detengo como quien trata de evitar lo inevitable, lo impostergable y lo que tanto he esperado ahora está frente a mí, disponible a un par de vueltas del cilindro de la cerradura, así de cerca estoy de saber que hay allí.

Recuesto mi frente en la vieja puerta para cerrar mis cansados ojos y pensar un poco.  Percibo claramente el olor a humedad que emana de la madera, me lleva directo a mi infancia y aquellos momentos con mamá que no cambiaría por nada del mundo. Como aquel día que me sentó en sus cansadas piernas para contarme como conoció a Papá y cuánto significaba yo para ellos, me dijo que no lo odiaba por irse y que yo tampoco debía hacerlo. Acostumbraba a hacerme cerrar los ojos para pasar su tosco dedo índice por mi rostro como si me estuviera dibujando, recorría cada detalle de mi pequeña cara y mi parte preferida era cuando tocaba mi nariz viniendo desde la frente y deteniéndose justo en mis pequeños labios, con dos de sus dedos se aseguraba que yo no pudiese hablar para entonces decirme al oído:

¿Escuchas eso Manuel? ¿Lo oyes?Susurraba ­­­tan cerca que lograba que se me erizara la piel–

–Manuel…mi cielo bello, eso que no oyes es el silencio de estos montes pero lo que si puedes oír es a tu madre diciéndote cuanto te ama, eso sí puedes ¿Sabías eso Manuelín?

Para ese momento mi madre me soltaba los labios, pero yo por respeto no me atrevía a abrirlos, solo afirmaba moviendo con mi cabeza de arriba abajo y sonriendo con los ojos aún cerrados. Eso sucedió muchas veces, supongo que mamá se aseguraba que yo recordara algo bonito junto a ella, que no olvidara que me amaba y que nunca odiara a mi padre.

–Manuel, en el corazón guardamos los recuerdos más valiosos de nuestra vida, como este momento y muchos más que tendrás inclusive después que yo me haya ido. Cuida tu corazón. No guardes rencor a tu papá, él se tuvo que ir y nadie acá sabe la verdad, pero tú y yo vamos a recordarlo con ternura y respeto. Él no va a volver y nosotros vamos a seguir con nuestras vidas, eso es todo lo que debes saber.

Con mi frente aún recostada en la puerta viene este recuerdo tan claro, tan nítido a mi mente que casi puedo vivirlo a plenitud, mi memoria es tan exacta con algunas cosas y no deja de asombrarme.  Creo que llegó el momento de abrir, quizá no haya nada interesante adentro o esta no sea la llave. Sólo hay una forma de saberlo.

Me separo de la puerta, me paro firme e introduzco lentamente la llave, hasta ahora parece calzar mientras tiembla mi mano y aumenta mi sudoración producto de la tensión que esto me produce.  La llave llegó hasta el fondo y allí la dejo por unos minutos, sé que solo es cuestión de hacerla girar y saciaré mi curiosidad, me ocuparé de la venta de la casa y volveré a mi vida lejos de aquí.

Trato de girar el cilindro, lo cual logro con gran dificultad, aplico más fuerza ya que el sistema debe estar tan descuidado como el resto de la casa.  Logro una vuelta y ya voy hacia la siguiente, cosa que no tardo mucho en hacer, está listo y creo que ya puedo abrir la puerta de “El cuarto secreto”.  Empujo suavemente con mi mano izquierda, las bisagras me ofrecen resistencia y hacen un ruido que solo lo logra el metal contra sí mismo cuando no está engrasado.  Me veo obligado a aplicar mucho más fuerza, lo que pensé que sería algo sencillo se está convirtiendo verdaderamente en una lucha.

Con algo de dificultad, lo hice y ya estoy abriendo hasta donde me lo permite.  El olor que despide la humedad se siente apenas entras y seguro debe haber un par de bichos muertos por ahí porque adicionalmente me llega el mismo olor nauseabundo del baño, solo que un poco más tenue. No puedo ver nada y apenas si percibo que hay algunas cosas acá adentro, la luz de la cocina llega con muy poca intensidad hasta acá y no resulta muy útil. Palpo la pared que está a la derecha de la puerta tratando de ubicar el interruptor y me resulta imposible. Siento la superficie muy áspera y levantada de la pared, es muy posible que la humedad haya hecho estragos por acá, además del polvo, la suciedad y los roedores.

No veo nada, voy a la cocina por una vela o algo me pueda ayudar a alumbrar el cuarto, lo hago lo más rápido posible y por eso me dirijo directamente al rinconcito donde mamá guardaba las velas y unas cuantas cajas de cerillos, costumbre que le quedó desde los días en que no existía el servicio de luz en Matorrales, yo no lo recuerdo pero mamá llegó a contarme acerca del revuelo y la bonanza económica temporal que causó la instalación del tendido eléctrico acá en la sierra desde los pueblos de abajo hasta Las Flores y El Rincón que son los últimos caseríos que puedes conseguir si sigues esta vía hacia el norte, como buscando salir al mar.  Los equipos de obreros, técnicos y representantes del estado se instalaron en aquellos meses en el pueblo, consumiendo toda la comida, bebida y hospedaje posible. Por un tiempo Matorrales se convirtió en un sitio próspero y muy visitado, inclusive las cuatro grandes se vieron obligadas a traer mujeres de la costa para atender la demanda del burdel, nada mal para un sitio de apenas cuatro calles.

Volviendo a la cocina, tenía toda la razón, allí estaban las velas junto a los cerillos. Sin mucho afán logro encender la más entera y me dirijo nuevamente hacia el cuarto con cuidado de no apagarla, la vibrante luz me muestra el camino con claridad a cada paso y me conduce directo a llevarme una nueva sorpresa en este día tan extraño: La puerta completamente cerrada, la llave pasada y el cordón que cuelga de ella aun moviéndose.

Solo hay una explicación: El viento, cerró la puerta mientras me descuidé.  Aunque es una noche sin brisa uno nunca sabe cuándo se acerca una ráfaga de aire, esa es la verdad. De nuevo abro la puerta y entro, esta vez se me hizo más fácil y no ofrece tanta resistencia. Me causa gran curiosidad las cosas que veo acá adentro: Una vieja mecedora tapada a medias con un cobertor, algunas cajas con libros, latas viejas bastante oxidadas, un taburete manchado y en un rincón un gran espejo, de esos de cuerpo entero, también cubierto no solo con una tela gruesa sino como todo lo demás con una pesada capa de polvo y telarañas por doquier.

Debo zanquear un par de cajas para llegar hasta el espejo, la vela alumbra pero no tanto como yo esperaba. Lo observo por unos minutos y me volteo para dar una última mirada al cuarto antes de salir, ahora me siento contrariado por lo que he conseguido acá o más bien por lo que no conseguí. Solo cachivaches y ese estúpido espejo, definitivamente me darán muy poco por esta propiedad, nada vale y el terreno no está cerca de la plaza como para valorarlo.

Luego de pensar unos minutos, decido salir de este sucio cuarto, no vaya a ser que el polvo terminé ocasionándome una nueva alergia, antes voy a echar un vistazo al espejo y le quitaré ese viejo trapo que lo cubre. La tela está asegurada con unos imperdibles que la sujetan de lado a  lado a manera de forro, quien lo hizo se aseguró de esto ¿Sería mamá? Supongo que sí, era muy laboriosa para todo, si lo sabré yo.

Creo que está listo, liberado el espejo de su prisión textil, dejo caer la pesada tela y bueno, otra sorpresa más: Creo que no es un espejo, si es un tipo de vidrio pero es completamente negro, no refleja nada. ¿Qué haría mamá con algo así?  ¿Cuál será su utilidad? ¡Otro trasto inútil para desechar!

No había terminado yo de pensar en qué hacer con un espejo que no refleja, cuando comienza a cambiar el sucio vidrio, ya no está negro mate sino que empieza a reflejar por los bordes hacia el centro, pero no es un reflejo común, la luz opaca de la vela me permite ver más cosas que las que hay dentro del cuarto ¿Qué sucede acá? ¿Cómo puede suceder esto? Es una mezcla del cuarto y de otro sitio peor o igual de abandonado, pero no es posible, un espejo no funciona de esta manera.

Me toma otros minutos reponerme a la sorpresa y tratar de comprender lo que tengo frente a mí, no soy crédulo de cualquier cosa pero tampoco un escéptico a rajatabla y esto está muy raro.  De tanto observarlo mi vista se acostumbra al extraño reflejo y ahora si sucede lo impensable: ¡Algo se está moviendo dentro del espejo! ¡Al fondo hay una figura que se mueve y se acerca! Esto no es nada lógico ni posible, casi caigo hacia atrás, la sorpresa me obliga a tropezarme. ¡Malayo el día que me vi obligado a venir a este pueblo de nuevo!

¿Qué significa todo esto?

CONTINUARÁ

1 comentario:

  1. Este relato me encanta, por el misterio que encierra, la descripción de la narrativa, que expresa cada detalle. 👏👏. El cap.9 por favor. Gracias

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