Eran ya
las 4:30 p.m., tiempo de traer al detenido, no sé si llamarlo culpable y aunque
como dice el maestro Blades: “Todos los hechos lo condenaban”,
aún debíamos transitar el pesado interrogatorio legal. Capturarlo fue sencillo, recibimos la llamada
justo después de almuerzo, nuestro café aún estaba caliente como para
abandonarlo, eso debe ser lo que me trae de mal humor, odio que interrumpan mi
hora del café.
Acá está
él, afectado como todos los que se sientan allí. Debo actuar amigable, lograr la confesión,
llenar los formatos y que siga su proceso.
Está nervioso, frota sus manos, el cabello largo lo hace sudar y la
lámpara de luz amarilla intensa no ayuda.
–Señor
Armendi o debo llamarlo “Frank Blood” ¿Le ofrezco un cigarro?–Trato de romper
el hielo con la clásica invitación–
–No, gracias.
No fumo. Nunca lo he hecho, yo me cuido.
–No lo
dudo Señor Armendi, se cuida tanto que asesinó fríamente a su baterista, en
pleno ensayo lleno de testigos.–Comienzo a presionar aunque más de diez
personas lo vieron–
–¡El se lo
merecía! ¡Era impuntual y atorrante!–Estalla gritando–
–Tranquilo,
le cuento…si fuera por impuntual yo hubiese sido asesinado muchas veces.
–¡Usted no
entiende! ¡Más de treinta años soportándolo!
–A ver,
ustedes eran amigos, crearon la banda, viajaron juntos por treinta años y en un
ensayo público, usted se molesta, le reclama, él responde y así le quita la
baqueta y se la clava justo en el corazón. ¿Quiere que crea que eso fue por
impuntualidad?
–¡Alguien
debía hacer algo! ¡Hay cosas que usted no entiende!
–Señor
Armendi, usted escribió en uno de sus temas: “Y así te veo de tarde,
entregándote a escondidas, prefiero asesinarte que vivir esta vergüenza a la
luz del día” ¿Es correcto?
–Sí, yo la
co-escribí con él, son solo letras, tenemos muchas así. ¿A dónde quiere llegar?
–A la
verdad Señor Armendi, a la verdad. No he tomado café, estoy de muy mal humor y
no pienso pasar toda la tarde acá con un asesino confeso y confuso ¿Oyeron lo
que dije? “Confeso y confuso” ¡Ahora yo hago rimas muchachos!–Las risas
estallaron en la pequeña sala atestada de humo, mis tres compañeros celebraron
la ocurrencia aplaudiéndome–
–Usted no
entiende, no solo era el baterista de la banda, ¡Era una tortura!
–Señor
Armendi, necesito una confesión ahora ¿Sería tan amable?–Le digo muy molesto–
–Fue por
motivos profesionales, sólo coloque eso y nos vamos todos.
En ese
justo momento tomo el teléfono interno para llamar, al parecer todo va a
cambiar.
–Sr Armendi
¿Le suena el nombre de “Michelle Pérez”? ¿Le es familiar?
–¡Es
imposible! ¡Ella no puede estará acá!–Grita muy sorprendido y angustiado–
–Pues sí,
acá está y me dicen que tiene mucho que decir de ustedes.–Presiono aún más–
–No quiero
verla…no puedo. Voy a confesarlo todo,
pero no la quiero ver–Ruega–
–Lo
escuchamos Señor Armendi, usted dirá.
–“Hace
unos veinte años, contratamos a una corista llamada Michelle, era una bomba en
escena y fuera de ella, atraía por su forma insinuante de cantar y vestir, a los
días comenzó un romance violento con mi baterista, lo supe pronto. Duraron
meses descuidando los ensayos, él tuvo que viajar dos semanas y en esos días
aproveché para vengarme conquistándola y acostándonos, no fue difícil. Al
regresar, él se enteró por ella misma y discutimos, la despedimos pero todo fue
muy fuerte y comenzó a chantajearme con las regalías, los horarios, los
créditos en los temas a cambio de no decirle a mi esposa lo que había sucedido,
tengo más de veinte años soportando sus abusos.”
–¿Eso es
todo Señor Armendi?
–Yo lo
amaba. Él era todo para mí, mi amigo, mi amante, todo. Eso nunca debió pasar.
–Ya
veo. Amantes. Dos músicos regodeándose,
una corista sexi entra en escena, surge el chantaje, la situación se hace
insostenible y ocurre el crimen frente a una nube de testigos veinte años luego. Eso es.
Creo que podemos enviar el informe, estoy conforme. ¡Ah me salió otra
rima muchachos! Lo escucharon: “Informe y conforme”–De nuevo todos estallaron
en risas y aplausos, excepto el Señor Armendi–
–Llévenselo
por favor, luego seguimos con las formalidades, esto es suficiente por ahora.
Ver cómo
se iba “Frank Blood” resultó un alivio para mí, no sólo voy a tomarme mi café
sino que fue muy fácil, sencillo y rápido, ojalá todas los interrogatorios
fuesen tan simples, pero no…hay días realmente infernales.
–Comisario…disculpe,
tengo una duda–Pregunta intrigado uno de mis asistentes–
–¿Una duda
González? Es tarde para las dudas. Pero dígame, le escucho.
–¿Quién es
Michelle Pérez? ¿De dónde la sacó? Afuera no hay nadie.
–¡Ah eso!
Bueno, sólo soy un fan solapado de este pobre hombre, en su segundo disco “La
Claridad del Universo” entró una corista de la cual me enamoré platónicamente,
pero sólo estuvo en esa gira, en la siguiente producción ya no aparecía, en
esos días yo era amigo de un “Roadie” que por unos tragos soltaba todos los
chismes de la banda, así que lo recordé, fingí la llamada, lo usé como
referencia y funcionó. Lo tenemos.
–¿Y que es
de la vida de Michelle…Comisario?
–Vive
felizmente en Egipto, se casó con un gerente de una empresa petrolera tuvieron
una hija, en fin….ella ni se enteró de este desastre.
–¡Eso fue
brillante Comisario!
–¡A la mierda!,
¿Podemos ir por un café?
-FIN-
Sorprendente la historia, buena y corta, te felicito una vez más, sigue escribiendo,
ResponderEliminarEntretenida me gustó
ResponderEliminarJajaja eres muy buen escritor me tienes atrapada espero la próxima
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