Después de beberme media botella de ron rancio caliente finalmente
quedo rendido, agotado, el cuerpo me pesa tanto y cada intento de movimiento es
un sacrificio inútil, no puedo moverme y apenas respiro, no sé cuánto dormí y
no siento haber descansado, sigo sin creer que mamá ya no esté y me cuesta
aceptar que me quedé de este lado para aceptar el hecho de mi humanidad, de
vivir con un destino que ignoro y de percibir el tiempo como un hojilla
rebanando mi piel.
Tirado en la cama, llevo rato escuchando un golpeteo, creo
que tocan la puerta y me da igual pues no puedo moverme, me arden los ojos y
debe ser el polvo, todo está lleno de un polvo fino y obstinante por todos
lados, lo puedo saborear aunque mi saliva esté seca de tanta sed y calor, que
sensación tan desagradable. Debe ser de
noche ya, desde acá puedo escuchar el canto de los grillos, ese mismo que me
acompañó en mis noches tranquilas y en las febriles también, lo extrañaba, de
verdad que lo extrañaba. Me levanto apenas, cuanta dificultad para
poder incorporarme, siguen golpeando la puerta, ceo que de verdad hay alguien
allí llamando, pensé que lo imaginaba, pero no ¿Quién podrá joder a esta hora?
¿Y qué hora es?
Camino descalzo y sin camisa hasta la puerta, con un mano
sostengo mis pantalones desabotonados y con la otra voy tanteando para prender
las luces a mi paso, no todas prenden, la vieja casa necesita reparaciones, el
olor a madera podrida es innegable y su rechinar cada vez que doy un paso me dice
que no será mucho lo que podré obtener por ella, si es que logro venderla.
Abro la puerta con dificultad, la cerradura me da problemas
y no le conozco el truco, percibo un olor conocido, como a cocina, a grasa… ¿A
aliños quizá? No me desagrada, pero no recuerdo de donde lo conozco.
Finalmente logro abrir y me asombra ver una figura obesa y
de espalda alejada de la puerta, cerquita de un matorral que está en la reja de
entrada, creo que está meando, no lo sé, está oscuro y el bombillo del dintel
de la puerta tampoco enciende.
-¡Hola! ¡Señor! ¿Puedo servirle en algo? –Le grito desde la
entrada-
¡Ah si! ¡Si! Dispensa…dispensa, pero me estaba cagando en
realidad pero una buen meada alivia mucho la molestia, ¡No crees muchacho?
–Dijo la silueta obesa mientras se recogía el pantalón y caminaba a tropezones
hacia mí-
-¿Pensaba usted cagar en la entrada del patio señor?
-No…no…bueno, si no me abrías seguro lo hubiera hecho, pero
no te vayas a preocupar por eso, si la lluvia no se lleva la mierda, se la
tragan las moscas o te queda como abono para la tierra, mira que les hace
falta, ¡Esto es un desastre!
Lo miro atónito ante tan magna justificación de lo que
estaba por hacer en mi jardín, abro grandemente mis ojos a propósito y le sumo
una sonrisa irónica para decirle: -¿Y usted es…?
-¿No me recuerdas? ¡Virgilio! ¡Soy yo muchacho! ¡Cuánto has
crecido!
-Mmmmm…no, temo no recordarlo señor, no se me hace familiar
-¡El dueño de la fonda muchacho! ¡Del Rey Chico! ¿Ya me
recuerdas? ¡Tu mamá que en paz descanse trabajó para mi! ¡En la cocina! –Me
dijo abriendo los brazos como esperando una abrazo fraternal-
-¡Ah! Si…claro, Don Virgilio ¡Cómo ha cambiado! Sí…sí, yo
estaba muy pequeño ¿Cómo acordarme? ¡Pero si, ya sé quién es usted! –Le digo
dejándolo con los brazos abiertos y ahora señalándolo directo a su nariz-
-Usted fue quien dejo a mamá sin empleo, ¡Claro! ¡Claro que
lo recuerdo ahora! El mismo delantal, la misma cara aceitosa, las manos sucias
y el olor a grasa con aliños! ¡Y fíjese que no solo recuerdo eso, sino que
también supe que usted la tuvo laborando en su cocina como una esclava sin
pagarle un centavo por años! ¿Fue así o me equivoco Don Virgilio?
-No lo tomes a mal muchacho –Me dijo el gordo bonachón
bajando ya los brazos- ¿No me vas a invitar a pasar?
-¿Debería? ¿Qué tal si lo hecho de acá y lo llevo a patadas
hasta su asquerosa fonda? ¡Ah!
-No, muchacho, no fue así….me gustaría explicártelo pero no
acá afuera, este pueblo tiene oídos por doquier, vivimos del chisme y nos
alimenta…anda muchacho, debo entregarte algo, creo que es importante para ti.
¿Puedo pasar?
Antes de permitirle el paso, lo fulminé con una mirada y
volví a señalarle con el dedo directo a su nariz –Pase viejo, pero sea
breve…estaba durmiendo, ha sido un viaje muy agotador-
El viejo entró, dio un par de pasos y se ubicó muy bien en
la casa, lo vi cómodo con el mobiliario viejo y desgastado, como si fuese
habitual para el –Ven muchacho, vamos a la cocina, allí hablaremos tranquilos-
Seguidamente, se fue directo a la cocina, supo prender la
bombilla que fallaba ajustándola en la base y dándole un par de toquecitos que
ni yo conocía, me apartó una silla tratando de sacudirle el polvo y creando una
nube que casi me hace toser, buscó en la alacena un par de viejos vasos y se
agachó con una agilidad increíble, gateó un par de pasos para abrir una pequeña
puerta inferior con dos toques y ¡Zas! Sacó un botella de Ron que estaba
cerrada, la colocó sobre la mesa, sentándose como pudo y me dijo: ¿Un trago
muchacho?
Me pareció tan increíble lo que acababa de ver que no tuve
otra alternativa que asentir con la cabeza y decirle: -Esta en su casa Don Virgilio
¿Por qué no?
CONTINUARÁ
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