Son ya las once de la noche, sigo
acá sentado frente al cadáver del viejo, no he dejado de mirarlo, de pensar en
este día lleno de locura y de tragarme el hedor que sale del baño. La lógica
más sensata dicta que debo buscar ayuda, notificar como pueda lo que acá
sucedió, ojalá a esta hora encuentre a alguien en la comisaría, no me imagino
esperar hasta mañana.
Mientras me coloco los zapatos y
la camisa, escucho que una carreta va pasando justo al frente y corro a
cruzarme con ella antes de que siga por el oscuro camino, puedo ver que es de
carga y que un hombre la conduce, con que me pueda llevar un poco más allá será
suficiente.
-¡Hey señor! ¡Señor! ¡Por acá! –
Le grito mientras lo persigo-
-¡Ah sí dígame! ¡Qué susto! –Me
comenta el hombre mientras detiene al burro que impulsa la carreta y voltea
para verme mejor-
-¡Buenas noches! ¡Disculpe el
escándalo pero ha ocurrido algo terrible! ¡Tengo un cadáver allá adentro, en la
casa! No se cómo sucedió…pero ¿Podrá usted ayudarme?
-Mmmmm, si, supongo que sí,
móntelo en la carreta pero lo quemo mañana, ya por hoy estoy muy cansado y ni
voy a descargar cuando llegue, fue un día muy pesado.
-¿Qué lo monte en la carreta?
¡No! ¿Por qué haría yo eso?
-¿Quiere que yo lo haga? Son 100
pesos si está grande, ¿La mató usted mismo?
-¿De qué me habla? ¿Qué lleva
usted en la carreta? –La suciedad del hombre junto a un olor fétido me decía
que su carga no era vegetal, algo se estaba pudriendo allí atrás-
-Ratas ¿Qué más hay por estos
campos? Hoy fue un buen día, traigo más de treinta y algunas del tamaño de un
conejo, ¡Están cada vez más grandes!
-¿Ratas? ¡No! ¡Hay un hombre
muerto en la casa! –Le grito indignado!
-¡Ah! Entonces son 400 pesos,
disculpe no lo sabía pero acá cabe, vamos por el ¿Acepta?
-¿No me entiende, verdad? –Le
digo de nuevo – ¡Lo que necesito es que me lleve hasta la comisaría para
reportar lo que pasó y que alguien se encargue de eso!
-¡Ah! Si, lo llevo, siguen siendo
100 pesos –Hace un breve silencio y me dice- ¿Usted mató a alguien y quiere que
lo lleve en mi carreta hasta la comisaría en la entrada del pueblo? ¿Cómo se yo
que usted me va a pagar? ¿Quién me dice que no quiere usted robarme unas ratas?
-¡Por Dios! ¡No quiero sus ratas!
¡Ni robarlo! Soy el hijo de Felicia, la enterramos hoy temprano, ¿No se enteró
usted? ¡Llegué de la capital a ocuparme de todo y ahora me pasa esto! –Le hablo
recostándome de una de las maderas de la carreta-
-¿Es usted el hijo de Ña Felicia?
–Me pregunta visiblemente asombrado- ¡Venga! ¡Venga! ¡Yo lo llevo! ¡Vamos
rápido! ¡Suba! ¡Lo fuera dicho antes!
-¡Bien¡ ¡Gracias! ¡Cierro la casa
y vamos! ¡Deme un momento! Disculpe… ¿Cuál me dijo que era su nombre? –Le
pregunto antes de ir a trancar la reja-
-¡Si yo no le he decío mi nombre!
–Me comenta soltando una carcajada- ¡A mí se me hace que usted es tonto! ¡Si,
como no!
-Sí, claro ¿Por qué no me extraña
eso? Mi nombre es Martín Smith Cogollo, mucho gusto –Le extiendo la mano para
presentarme y cerrar el trato, pero para mi sorpresa me deja con la mano
extendida-
-Ah sí, disculpe que no le dé la
mano, podría estar contaminado y acá ni dispensario tenemos, le digo que en la
capital hay muchas enfermedades y porquerías, yo ni sé dónde ha estado usted o
que hizo con esa mano, ¡Dejemos ese saludo para después! Igual mi nombre es
Gumersindo Flores Capano para servirle a asted!
-¡Vaya! ¿Recoge ratas todo el día
y no se atreve a darme la mano? ¡Es usted un personaje!
-¡En eso se equivoca! –Sentencia el
hombre mientras ya comenzamos a movernos- No fue todo el día, fue solo en la
tarde, usted sabe, así son ellas, cosas de la naturaleza!
-Vaya que si eres particular
Gumersindo, vaya que sí, atrevido y particular.
-¿Y cómo se metió un muerto en la
casa de Ña Felicia? ¿Cómo pasó eso joven? –Me pregunta el hombre con gran
curiosidad-
-No lo sé y no lo vas a creer, ni
yo lo creo, lo pienso mil veces y no lo creo
-¿Y espera que le crean en la
comisaría? ¡Si es tonto¡ ¡No hay duda! ¡ja ja ja ja!
Ahora no sé qué me molesta más,
si la risa impertinente o que siga diciéndome que soy tonto. Que latoso este
hombre. Al parecer ya estamos llegando, era corto el camino a través de las
viejas casas a oscuras, muy rara vez vi luces encendidas pero lo que si pude
advertir claramente eran algunos rostros observándonos desde las ventanas, debo
ser el entretenimiento local de la semana o con mi compañero cazador de ratas
formo un dúo irresistible de espiar.
-Estamos llegando, es aquella
casa de la esquina -Me indica el hombre señalando con una mano- Pero a esta hora no tiene entrada por la
plaza, debes dar la vuelta y esperar que te abran, al comisario no le va a
gustar nada que lo despierten a esta hora, te advierto.
-¡Buenísimo hombre, muchas gracias
Gumersindo! –Me despido mientras trato de bajarme aparatosamente de la
destartalada carreta- Desde acá yo resuelvo, sólo espero que alguien pueda
ayudarme.
Al tratar de poner una pierna en
el suelo se me enredó el ruedo del pantalón de la pierna que aún está arriba y
no pude controlar el equilibrio para terminar dándome una caída de la madre
santa contra el suelo empedrado ¡Qué maneras las de este día!
-¡Hey Gumer! ¿Y este capullo donde
lo has cazado? ¡No me digas que conseguiste ayudante! –De pronto y de la nada
aparece una chica acercándose a nosotros con una voz tan aguda que parece
forzada, pero no, creo que es su voz-
-¡Hey Regalito! ¿Andas jodiendo
tan tarde por ahí? ¡Te vi cuando salí y me dije que a falta de clientes, te
ibas a recoger temprano! –Grita Gumersindo a la joven-
A todas estas aún sigo en el
suelo y con el pie izquierdo enredado en la carreta, trato de tomármelo con
calma mientras fungo de paciente espectador de la afable conversa de estos dos.
-¿Te ayudo flaco? ¿O te vas a
quedar allí mirándome las piernas? ¡Y quita esa cara! ¡Yo sé quién tus eres! –Dijo
la joven dirigiéndoseme mientras trataba de zafarme la bota del pantalón, ¡Qué
situación tan incómoda!
-¡Ya estás listo flaco, solo no
te montes en la carreta de este viejo si no sabes cómo bajarte! ¿Si lo
entiendes?
-Sí, claro que lo entiendo
señorita…muchas gracias por la ayuda, que pena con usted, mi nombre es Martín
Cogollo Smith, para servirle –Aprovecho para presentarme mientras le extiendo
mi mano, la cual ella acepta y aprieta con cierta efusividad-
-¿Viste hombre? ¡Cómo la señorita
si me recibe el saludo y me da la mano! –Volteo a decirle a Gumersindo
recriminándole su actitud de hace rato-
-¡Ah caramba joven! –Me interrumpe-
Sólo dos cosas le diré: Que no es ninguna señorita y lo otro que le diré es que
esa manito femenina ha agarrado hoy cosas peores que mis ratas, si yo fuera
usted me lavo cuanto antes ¡ja! ¡ja! ¡ja! ¡ja!
-No hagas caso flaquito a este
insensato, no he tocado nada que tú no hayas tocado ¿Si? Relájate un poco y si
quieres podemos seguir la charla allá atrás, te puedo dar la bienvenida a
Matorrales, ¡El pueblo más afortunado de la tierra! ¿Quieres flaco?
-¡Ah no! ¡No gastes ni un peso en
esta criatura! ¡Putas ahora no! ¡Coño! ¡Cómprame unas ratas y desayunas como un
campeón! Con Regalito lo único que vas a pasar es hambre… ¡Y tú vete de aquí que
este joven viene a la comisaría!
-Amargado como siempre, por eso
es que no te casaste y vives hediondo a ratas, al menos yo huelo a jabón
perfumado ¿Pero y tú? –Le contesta la chica con tono irónico al hombre-
-De nuevo gracias a ambos pero me
tengo que ir a ver si hay alguien allí –Me
despido rápidamente para cortar la discusión mientras me sacudo el polvo de mi pantalón
negro y reviso si se me rompió con la caída-
-Mi nombre es Regalo Almeida
Smith Quiroz mi flaco y te voy a acompañar así tu no quieras, ¿Estamos? –Me dijo
con firmeza mientras se acomodaba la corta falda-
-Mucho gusto Señorita Regalo, es
un placer pero voy solo, así está bien
-No me entiendes flaco, tú eres
el hijo de Doña Felicia María Cogollo Linares ¿Y tú sabes quién fue tu madre? Te
lo digo flaco: La única persona en este pueblo que velaba por mí, más de una
vez me recogió borracha y tan golpeada que me daban por muerta, ¡Ni mi madre se
ocupó de mí! Y si te preguntas si “Regalo” es un nombre…pues sí, lo es…mi madre
ya sabía que me iba a regalar al nacer y las putas que me criaron me pusieron
cada una un nombre y apellido, por eso te acompaño y te callas, ¿Estamos?
-Ven entonces –Le contesté
visiblemente apenado ante esa criatura y todo lo que habrá vivido –No sabía eso
de mamá- Vamos pues…
Así es como un cazador de ratas y
una prostituta me acompañan a despertar al comisario para levantar el cadáver
que está en mi baño lleno de mierda. Qué éxito el mío.
CONTINUARÁ
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