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viernes, 12 de noviembre de 2021

Cap 4 EL CAZADOR Y LA PUTA



Después de abandonar el olvidado pueblo donde creció para vivir en la moderna capital, Martín recibe una agria noticia y debe retornar para encargarse del entierro de su madre, único familiar cercano que tenía y al volver descubre que el sitio no era lo que él pensaba al desencadenarse una serie de extraños eventos que lo involucran y que harán de su estadía una odisea densa y asfixiante plagada de incoherencias.

Capítulo 4 / EL CAZADOR Y LA PUTA

Son ya las once de la noche, sigo acá sentado frente al cadáver del viejo, no he dejado de mirarlo, de pensar en este día lleno de locura y de tragarme el hedor que sale del baño. La lógica más sensata dicta que debo buscar ayuda, notificar como pueda lo que acá sucedió, ojalá a esta hora encuentre a alguien en la comisaría, no me imagino esperar hasta mañana.

Mientras me coloco los zapatos y la camisa, escucho que una carreta va pasando justo al frente y corro a cruzarme con ella antes de que siga por el oscuro camino, puedo ver que es de carga y que un hombre la conduce, con que me pueda llevar un poco más allá será suficiente.

-¡Hey señor! ¡Señor! ¡Por acá! – Le grito mientras lo persigo-

-¡Ah sí dígame! ¡Qué susto! –Me comenta el hombre mientras detiene al burro que impulsa la carreta y voltea para verme mejor-

-¡Buenas noches! ¡Disculpe el escándalo pero ha ocurrido algo terrible! ¡Tengo un cadáver allá adentro, en la casa! No se cómo sucedió…pero ¿Podrá usted ayudarme?

-Mmmmm, si, supongo que sí, móntelo en la carreta pero lo quemo mañana, ya por hoy estoy muy cansado y ni voy a descargar cuando llegue, fue un día muy pesado.

-¿Qué lo monte en la carreta? ¡No! ¿Por qué haría yo eso?

-¿Quiere que yo lo haga? Son 100 pesos si está grande, ¿La mató usted mismo?

-¿De qué me habla? ¿Qué lleva usted en la carreta? –La suciedad del hombre junto a un olor fétido me decía que su carga no era vegetal, algo se estaba pudriendo allí atrás-

-Ratas ¿Qué más hay por estos campos? Hoy fue un buen día, traigo más de treinta y algunas del tamaño de un conejo, ¡Están cada vez más grandes!

-¿Ratas? ¡No! ¡Hay un hombre muerto en la casa! –Le grito indignado!

-¡Ah! Entonces son 400 pesos, disculpe no lo sabía pero acá cabe, vamos por el ¿Acepta?

-¿No me entiende, verdad? –Le digo de nuevo – ¡Lo que necesito es que me lleve hasta la comisaría para reportar lo que pasó y que alguien se encargue de eso!

-¡Ah! Si, lo llevo, siguen siendo 100 pesos –Hace un breve silencio y me dice- ¿Usted mató a alguien y quiere que lo lleve en mi carreta hasta la comisaría en la entrada del pueblo? ¿Cómo se yo que usted me va a pagar? ¿Quién me dice que no quiere usted robarme unas ratas?

-¡Por Dios! ¡No quiero sus ratas! ¡Ni robarlo! Soy el hijo de Felicia, la enterramos hoy temprano, ¿No se enteró usted? ¡Llegué de la capital a ocuparme de todo y ahora me pasa esto! –Le hablo recostándome de una de las maderas de la carreta-

-¿Es usted el hijo de Ña Felicia? –Me pregunta visiblemente asombrado- ¡Venga! ¡Venga! ¡Yo lo llevo! ¡Vamos rápido! ¡Suba! ¡Lo fuera dicho antes!

-¡Bien¡ ¡Gracias! ¡Cierro la casa y vamos! ¡Deme un momento! Disculpe… ¿Cuál me dijo que era su nombre? –Le pregunto antes de ir a trancar la reja-

-¡Si yo no le he decío mi nombre! –Me comenta soltando una carcajada- ¡A mí se me hace que usted es tonto! ¡Si, como no!

-Sí, claro ¿Por qué no me extraña eso? Mi nombre es Martín Smith Cogollo, mucho gusto –Le extiendo la mano para presentarme y cerrar el trato, pero para mi sorpresa me deja con la mano extendida-

-Ah sí, disculpe que no le dé la mano, podría estar contaminado y acá ni dispensario tenemos, le digo que en la capital hay muchas enfermedades y porquerías, yo ni sé dónde ha estado usted o que hizo con esa mano, ¡Dejemos ese saludo para después! Igual mi nombre es Gumersindo Flores Capano para servirle a asted!

-¡Vaya! ¿Recoge ratas todo el día y no se atreve a darme la mano? ¡Es usted un personaje!

-¡En eso se equivoca! –Sentencia el hombre mientras ya comenzamos a movernos- No fue todo el día, fue solo en la tarde, usted sabe, así son ellas, cosas de la naturaleza!

-Vaya que si eres particular Gumersindo, vaya que sí, atrevido y particular.

-¿Y cómo se metió un muerto en la casa de Ña Felicia? ¿Cómo pasó eso joven? –Me pregunta el hombre con gran curiosidad-

-No lo sé y no lo vas a creer, ni yo lo creo, lo pienso mil veces y no lo creo

-¿Y espera que le crean en la comisaría? ¡Si es tonto¡ ¡No hay duda! ¡ja ja ja ja!

Ahora no sé qué me molesta más, si la risa impertinente o que siga diciéndome que soy tonto. Que latoso este hombre. Al parecer ya estamos llegando, era corto el camino a través de las viejas casas a oscuras, muy rara vez vi luces encendidas pero lo que si pude advertir claramente eran algunos rostros observándonos desde las ventanas, debo ser el entretenimiento local de la semana o con mi compañero cazador de ratas formo un dúo irresistible de espiar.

-Estamos llegando, es aquella casa de la esquina -Me indica el hombre señalando con una mano-  Pero a esta hora no tiene entrada por la plaza, debes dar la vuelta y esperar que te abran, al comisario no le va a gustar nada que lo despierten a esta hora, te advierto.

-¡Buenísimo hombre, muchas gracias Gumersindo! –Me despido mientras trato de bajarme aparatosamente de la destartalada carreta- Desde acá yo resuelvo, sólo espero que alguien pueda ayudarme.

Al tratar de poner una pierna en el suelo se me enredó el ruedo del pantalón de la pierna que aún está arriba y no pude controlar el equilibrio para terminar dándome una caída de la madre santa contra el suelo empedrado ¡Qué maneras las de este día!

-¡Hey Gumer! ¿Y este capullo donde lo has cazado? ¡No me digas que conseguiste ayudante! –De pronto y de la nada aparece una chica acercándose a nosotros con una voz tan aguda que parece forzada, pero no, creo que es su voz-

-¡Hey Regalito! ¿Andas jodiendo tan tarde por ahí? ¡Te vi cuando salí y me dije que a falta de clientes, te ibas a recoger temprano! –Grita Gumersindo a la joven-

A todas estas aún sigo en el suelo y con el pie izquierdo enredado en la carreta, trato de tomármelo con calma mientras fungo de paciente espectador de la afable conversa de estos dos.

-¿Te ayudo flaco? ¿O te vas a quedar allí mirándome las piernas? ¡Y quita esa cara! ¡Yo sé quién tus eres! –Dijo la joven dirigiéndoseme mientras trataba de zafarme la bota del pantalón, ¡Qué situación tan incómoda!

-¡Ya estás listo flaco, solo no te montes en la carreta de este viejo si no sabes cómo bajarte! ¿Si lo entiendes?

-Sí, claro que lo entiendo señorita…muchas gracias por la ayuda, que pena con usted, mi nombre es Martín Cogollo Smith, para servirle –Aprovecho para presentarme mientras le extiendo mi mano, la cual ella acepta y aprieta con cierta efusividad-

-¿Viste hombre? ¡Cómo la señorita si me recibe el saludo y me da la mano! –Volteo a decirle a Gumersindo recriminándole su actitud de hace rato-

-¡Ah caramba joven! –Me interrumpe- Sólo dos cosas le diré: Que no es ninguna señorita y lo otro que le diré es que esa manito femenina ha agarrado hoy cosas peores que mis ratas, si yo fuera usted me lavo cuanto antes ¡ja! ¡ja! ¡ja! ¡ja!

-No hagas caso flaquito a este insensato, no he tocado nada que tú no hayas tocado ¿Si? Relájate un poco y si quieres podemos seguir la charla allá atrás, te puedo dar la bienvenida a Matorrales, ¡El pueblo más afortunado de la tierra! ¿Quieres flaco?

-¡Ah no! ¡No gastes ni un peso en esta criatura! ¡Putas ahora no! ¡Coño! ¡Cómprame unas ratas y desayunas como un campeón! Con Regalito lo único que vas a pasar es hambre… ¡Y tú vete de aquí que este joven viene a la comisaría!

-Amargado como siempre, por eso es que no te casaste y vives hediondo a ratas, al menos yo huelo a jabón perfumado ¿Pero y tú? –Le contesta la chica con tono irónico al hombre-

-De nuevo gracias a ambos pero me tengo que ir  a ver si hay alguien allí –Me despido rápidamente para cortar la discusión mientras me sacudo el polvo de mi pantalón negro y reviso si se me rompió con la caída-

-Mi nombre es Regalo Almeida Smith Quiroz mi flaco y te voy a acompañar así tu no quieras, ¿Estamos? –Me dijo con firmeza mientras se acomodaba la corta falda-

-Mucho gusto Señorita Regalo, es un placer pero voy solo, así está bien

-No me entiendes flaco, tú eres el hijo de Doña Felicia María Cogollo Linares ¿Y tú sabes quién fue tu madre? Te lo digo flaco: La única persona en este pueblo que velaba por mí, más de una vez me recogió borracha y tan golpeada que me daban por muerta, ¡Ni mi madre se ocupó de mí! Y si te preguntas si “Regalo” es un nombre…pues sí, lo es…mi madre ya sabía que me iba a regalar al nacer y las putas que me criaron me pusieron cada una un nombre y apellido, por eso te acompaño y te callas, ¿Estamos?

-Ven entonces –Le contesté visiblemente apenado ante esa criatura y todo lo que habrá vivido –No sabía eso de mamá- Vamos pues…

Así es como un cazador de ratas y una prostituta me acompañan a despertar al comisario para levantar el cadáver que está en mi baño lleno de mierda. Qué éxito el mío.

CONTINUARÁ


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