Los
albores de nuestra historia contemporánea dan para albergar toda clase de
personajes notorios dentro de un catálogo variopinto aderezado con gestas
heroicas que van desde la liberación de esclavos, la independencia de toda una nación,
el civismo como muro de contención, el avance de las comunicaciones, el reinado
de la tecnología y más reciente la tan cacareada conquista del espacio y la
extrema liberación sexual.
Tal
es el caso de Nicasio Arboleda, quien realmente se llamaba Teódulo Villamizar,
para luego darse a conocer como Régulo Sánchez-Vicario y más recientemente como
Arturo de la Corte, pero evitemos cualquier asomo de confusión: Todos son el
mismísimo Nicasio Arboleda, no caben dudas.
Nadie
recuerda cómo llegó ni cómo se instaló sin incomodar en la hermosa calle
Terepaima de la Urbanización El Marqués, al noreste de la Ciudad de Caracas,
capital de Venezuela, país ubicado al norte suramericano. Los vecinos solo
saben que no pide nada, pero tampoco se anima a ayuda a nadie, no es conversador
ni desaseado aunque sus ropas están fuera de moda para unos y muy retro y “cool” para otros.
Nicasio
es parte de la cotidianidad, todos saben que allí ha estado y creen que seguirá.
Siempre proyectando un carácter serio, circunspecto, pensativo. Pueden
transcurrir toda clase de celebraciones mundanas, tribales y él está allí,
sentado sobre la base de un gran árbol caído y que presta su truncado despojo como
asiento para tal personaje.
Durante
las estaciones sólo permanece incólume y estoico. Ni la tormenta que arrecie logra espantarlo,
igual suerte corren el frío intenso decembrino, el aire seco del mes de abril y
el calor desesperante de Agosto. No hay dudas que con su presencia reta a la
naturaleza misma desde sus cimientes y por consiguiente a la pasajera humanidad.
Toda
clase de obsequios reposan a su alrededor, desde platillos descompuestos y bebidas
evaporadas hasta ropajes y frazadas.
Nada ha sido considerado por él, lo que desconcierta a todos, desanima a
muchos y causa una curiosidad malsana en otros. De lejos se asemeja a un altar
con sendas ofrendas a sus pies mientras él continúa inmóvil a excepción de sus
párpados que lo delatan de inmediato, si lo observas cada tanto.
Y no es de extrañar toda esta situación que raya y descansa en lo descabellado. Es fácil entender porque nadie sabe o recuerda algo, pasan las generaciones y apenas sobreviven los comentarios que han dado paso a los mitos y conjeturas de todo orden y que pocos adeptos generan. Debe saberse que la genuina verdad es que este hombre de origen impreciso, ha permanecido demasiado tiempo allí como para que alguien tenga pruebas, la humanidad es efímera, pasa y sigue su curso. Aunque ha sido notado por más de trescientos años, no hay quien ate cabos, nadie hace la pregunta correcta ni se dirige en la dirección debida. La existencia ha cambiado en tanto tiempo, pero para Nicasio no. Todo se le presenta en la misma forma y principios, el clima y los mirones, todo. ¿Será el bruñir del tiempo sobre la templanza de la vida? ¿Será el dolor que espanta a la muerte? Será.
Me encanta como has evolucionado en los relatos, de verdad es notorio, te felicito una y otra vez, siempre nos sorprendes...
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