El doctor Izarra nunca imaginó lo
que le esperaba en casa, dejaba atrás un día compuesto por cuatro jornadas
quirúrgicas, varias visitas a la unidad de cuidados intensivos y algunas
consultas programadas, estaba tan agotado que no se ocupó mucho de sí mismo y
sólo anhelaba su cama.
En el umbral de la puerta de su casa
recordó que su maletín de oficio quedó dentro del auto pero ya no había vuelta
atrás, el cansancio ganaba esta vez y además ¿Qué podía salir mal? En casa sólo
lo esperaba su perrita Bailey, quien ocupaba toda su atención actualmente.
Al entrar enfila directo hacia el
cuarto pero al pasar frente a la cocina se le presenta una situación inusitada,
de esas que sabes cómo afrontar e igual te toman por sorpresa. Se acerca con
seguridad, esa misma que te otorgan tantos años de experiencia. Toma unos segundos para pensar que hacer,
todo está dentro de sus competencias ya que no sólo fue un alumno aventajado en
la facultad sino un excelente profesional alabado por su buen pulso, el cual le
ha traído no menos reconocimientos y laureados momentos entre colegas.
Sabe que debe observar los detalles,
allí radica el éxito de cualquier procedimiento. La temperatura no está de su
lado aunque por el momento sabe bien que puede continuar así, recuerda de nuevo
su maletín olvidado en el asiento trasero del auto, decide hurgar en las
gavetas de su hermosa cocina y redescubre una gama de afilados cuchillos. Debe tomar
una pronta decisión, el tiempo corre y siempre es clave, son pasadas las once
de la noche y no hay muchas alternativas a esta hora en ese lado de la ciudad.
Se toma el tiempo para escoger la
herramienta adecuada que resulta ser un chuchillo pequeño, puntiagudo y de
cacha blanca, no recuerda haberlo utilizado antes pero esta vez no dudará en
hacerlo, es liviano, de fácil manejo y de corte bastante exacto. Lava sus manos lo mejor que puede aunque
nunca como en la sala preliminar de la clínica pero sabe que servirá, toma el
cuchillo con su mano derecha mientras fija su equilibrio con la izquierda.
Comienza a hacer el corte, la puntilla
hace su trabajo, sabe muy bien que debe ser longitudinal si desea que todo
resulte como quiere, lo ejecuta con la velocidad y precisión exacta para evitar
desmembrar, lo último que desea es crear un daño mayor, es mala hora para
buscar opciones.
Está listo, lo ha hecho. El corte fue
exacto y muy preciso. El último "slice" de pizza ya está cortado justo por el
centro, ese que quedó olvidado dentro de la caja en la nevera, una mitad para
el buen doctor y la otra para la perrita Bailey que observó muy atenta la tensa
operación. Esta será la cena de ambos,
ahora a descansar y mañana será otro día.
WoW por momento creo que se trataba de una cirugía para el mismo, mucho suspenso, jajaja al final se descubre la trama, te felicito
ResponderEliminarpensé que era una cirugía para la mafia..
ResponderEliminarmucho suspenso para una pizza..
ResponderEliminarGracioso. Ese humor me encanta.
ResponderEliminarQuedo muy bueno el manejo del suspenso y el final inesperado. Vas mejorando la técnica, felicidades.
ResponderEliminarAl inicio creí que era un choro, luego pensé en la perrita y de último en él! Desenlace inesperado ;-)
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