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domingo, 5 de diciembre de 2021

CAP 2 / EL PATIO DE LOS JUEGOS


Una joven pareja se ha venido a menos económicamente, se desesperan y piden ayuda a unos familiares para poder vivir en su casa mientras salen adelante.  Pronto sus hijos descuben el horror, la indolencia y el maltrato por su condición, verán que la vida en esa casa no es lo que ellos esperaban y sumado a eso unos extraños seres se encargarán de convertir su experiencia en algo inolvidable.

 

                                            CAP.2  /  EL PATIO DE LOS JUEGOS

Mi primer encuentro con ellos sucedió de forma casual.  Corría el año 1976 y nuestro mundo se reducía a una habitación oscura y de techo muy alto perteneciente a  la casa de unos familiares maternos, recuerdo los muebles baratos y objetos guardados por años a juzgar por el olor y el polvo.  Casi todo estaba cubierto con sábanas y telas viejas, apenas si podíamos estar allí debido a la cantidad de cosas.  El pequeño espacio servía de dormitorio, sala de estar y de juegos, nuestros conversatorios y actividades tenían lugar allí.  La realidad era que ya no teníamos donde vivir y éramos una familia que había crecido cada cinco años exactos hasta convertirnos en cinco miembros: mis padres, mis dos hermanos y yo, el más pequeño.

Nuestro mundo se ajustaba a esas cuatro paredes y allí sucedía todo para nosotros, teníamos prohibido salir para no incomodar.  Escuchábamos asombrados las risas y gritos de los demás niños así como los golpes de pelota. Eso significaba una clara invitación a ser curiosos y descubrir mundos nuevos llenos de diversión, pero estábamos lejos de lograrlo, la primera vez que salimos a explorar nos asustamos por los demás chicos del sitio, sus ropas eran diferentes a las nuestras, los veíamos muy competitivos entre ellos y regresamos agitados.

El ala de la casa donde nos alojaron tenía un patio trasero al que se llegaba a través del viejo pasillo que con su oscuridad nos escondía a medias, el terreno no era muy  grande pero si tenía todo lo que queríamos: algo de grama, luz natural, niños jugando y hasta unas jaulas aéreas donde por vez primera vimos conejos de todos tamaños y colores. Nos costaba creer que toda esta diversión estuviera tan cerca de nosotros. No tardamos mucho en hacer contacto con algunos de nuestros primos y los demás chicos, así nuestras expediciones comenzaron a hacerse frecuentes.

En los primeros días mientras jugaba en el patio pude ver la silueta de un ser pequeño frente a la puerta de nuestro cuarto, pensé mil cosas pero si, era una figura humanoide de menor estatura que yo que se escondía rápidamente cada vez que yo fijaba mi vista y me acercaba al portal del pasillo. Esta casualidad se hizo habitual cada vez que salíamos a jugar y empezaba a convertirse en una suerte de complicidad.

A pesar del mal genio del tío Cleto que nos prohibía disfrutar el patio, nos las arreglábamos para concretar cualquier juego con los demás, nunca les contamos a nuestros padres acerca del maltrato verbal del Tío y los frecuentes castigos que materializaba con su gruesa correa doblada en dos. Las marcas de los golpes en nuestras piernas las justificábamos como “cosas de juegos”.

A diferencia de mi familia, por las noches me costaba conciliar el sueño, los primos contaban la historia de un cabeza que daba vueltas a la casa por las noches y que salía justo por un lado de nuestro cuarto y se podía ver su recorrido por el pasillo contiguo claramente desde la parte alta de mi litera. Nunca la vi y para estar seguro me quedaba despierto sin éxito alguno. Lo que si recuerdo es la visita de aquella pequeña criatura que emergía de las sombras para permitir que le viera con claridad. Sólo me observaba, nada más y se hizo tan seguido el encuentro, que pude hacer anotaciones detallando su aspecto, olor, forma y hábitos.

Aprovechando la ausencia de nuestros padres, el tío Cleto no paraba de molestarnos durante el día y para colmo de males, algunos primos comenzaron a ser muy hostiles con nosotros, eso llenaba mi corta vida de tristeza e incertidumbre. Por las noches le compartía mis penurias al pequeño ser, le susurraba acerca de la maldad de mi tío y los demás que nos obstinaban. Nunca supe si me entendía, el solo me observaba hasta dormirme y ya en la mañana me encontraba solo de nuevo.

CONTINUARÁ

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