Como
todos los días la guapa Señora Michelle Lafayette se encontraba al frente de su
prestigiosa pastelería brindando la mejor de las atenciones a su exclusiva
clientela, cuando un hombre entra, se acerca al mostrador y sin preámbulos le
dice:
–Finalmente
llegó el día que esperábamos Michelle, estas flores son para ti y estos
chocolates también.
–Perdone
señor ¿Lo conozco? Y le agradezco que no me “tutee”
por favor, para usted soy la Señora Lafayette.
–Disculpe,
nos conocimos hace unos diez años en un condominio de la Avenida Victoria, yo
estaba recién mudado y coincidimos varias veces. ¿Me recuerda?
–Honestamente
no le recuerdo señor, y no le puedo aceptar las flores y los chocolates.
–Yo
tenía más cabello y estaba mucho más guapo en aquel momento, debe ser por eso.
–Dudo
mucho que haya estado más guapo, más joven si le puede creer señor.
–Solo
son detalles para nosotros, vengo a decirle que ya podemos iniciar una vida
juntos.
–Quizá
esta usted confundido, tengo nueve años casada con el Almirante Lafayette, con
dos hijas preciosas y una toda una vida por delante, no logro comprenderle.
–Es
que el amor es así, no la culpo tampoco, debe ser la impresión del momento y
quizá no logra asimilar mi propuesta, pero llegó el día y es lo importante.
–Le
agradezco que se haya tomado la molestia pero no tenemos nada más de que
hablar, voy a pedirle que se retire por favor.
–Pero
antes escúcheme por favor, ¿Recuerda la vez que nos encontramos en el ascensor?
Le di los buenos días y usted me contestó, luego conversamos acerca del clima.
¿Recuerda?
–Señor,
no lo recuerdo y en todo caso, fue irrelevante para mí, sucedió hace años.
–La
entiendo, pero no puede negar que en las reuniones de condominio nos sentábamos
juntos y hasta firmábamos seguido la minuta. Eso dice mucho ¿Cierto?
–A
ver, por favor pase por acá y siéntese, necesito explicarle algo. Por favor
tome asiento.
–Yo
sabía que íbamos a congeniar de inmediato, ¡Lo sabía!
–Mira
imbécil, si no dejas de molestarme con tus idioteces voy a llamar a mi marido y
te vas a arrepentir de haber venido con tus flores baratas y tus chocolates
grasientos. ¿Me expliqué o aún no?–Replicó ella perdiendo toda compostura–
–Imagínese,
nuestra primera discusión y apenas nos volvimos a encontrar. ¡Hermoso!
–¡Y
debería ser la última también! ¡Ahora saca de aquí tu triste humanidad y me
dejas en paz adefesio del carajo! ¡No lo vuelvo a repetir!
–Bien,
llegado este punto le voy a hablar claro: Tengo años tras la pista de su
esposo, el almirante. Y después de tanta
investigación, finalmente tengo en mi poder todos los soportes que demuestran los
actos dolosos que cometió en la instalación y renovación de los astilleros del
sur, por cierto incluyen también su nombre, si le queda alguna duda.
–¡Voy
a llamar a mi marido de inmediato!–Le grita ella–
–No
lo haga, lo va a incriminar y a usted también, quedará una prueba fehaciente,
hoy en día todo se graba, todo se escucha, todo se obtiene ¿Cómo cree que sé
tanto de ustedes?
–Es usted un inmoral y
un cerdo, yo sé que el asunto de los astilleros se complicó y había que tomar
decisiones que incluso me involucraban, pero de allí a aprovecharse de la
situación ¡Ya es demasiado! ¡Usted tiene años observándonos!
–Señora Lafayette, yo
sólo vine a consumar nuestra unión, no quiero más nada. Sólo eso.
–Mire, ¡Dígame cuanto
quiere por esos papeles y se larga de nuestra vida! ¡Dígame!
–Creo que no me he
logrado explicar Señora, no quiero dinero mal habido, no soy como ustedes, a mí
me mueve el amor y yo la amo a usted.
–Terminemos con esto,
dígame que quiere por favor.
–Fíjese lo que
haremos: Vamos a consumar nuestra unión con un acto voluntario y desinteresado
de amor y entrega, es todo lo que sucederá y estas copias además de los
originales serán suyas, usted habrá salvado a su esposo, su estilo de vida y su
reputación.
–¡Es usted un enfermo!
¿A qué se refiere?–La Señora Lafayette le clava las uñas en sus manos–
–Usted sabe a qué me
refiero, vamos a amarnos y luego de eso, esta carpeta será suya.
–¿Lo puedo pensar?–Le
pregunta ella entre sollozos y rabia–¿Cuándo regresa usted?
–Señora no me
subestime, el trato es ahora o hago públicas estas pruebas, usted sabe muy bien
cuánto vale la cabeza de un almirante corrupto en estos días. No finja conmigo.
–Deme unos minutos
para entrar a mi oficina y pensar que voy a hacer, por favor.
–No me comprende aún,
nuestro amor no puede esperar Señora. Es ahora o me voy.
–¡Esta bien! ¡Está
bien! ¡Pero quiero que sepa que es un degenerado y un morboso!
–Sólo soy un hombre enamorado
a quien se le presentó una buena oportunidad, sólo eso.
–¡Sígame! ¡Venga por
acá!–La Señora Lafayette le señala el camino hacia su oficina privada ubicada
en la parte de atrás de la tienda, no sin antes dar instrucciones precisas al
personal para que no la molestaran–
Ya en la oficina y
habiendo asegurado la puerta, el extraño hombre la obligo a despojarse de su
ropa, para luego olfatearla completamente mientras ella–Cubriendo sus partes
pudendas–no paraba de sollozar e insultarlo en voz baja. Respiró profundo
cuando él tomó de su viejo maletín un tarro con pintura dorada y un pequeño
pincel, con el cual escribió varias palabras sobre su cuerpo desnudo, el
recorrido de la tinta le causaba miedo y asco. Finalmente tomó una tijera del escritorio para
llevarse en una servilleta parte del vello púbico y también de las uñas de
manos y pies de la Señora Lafayette. Eso fue todo lo que sucedió, además de un
beso que le propinó en cada uno de sus tobillos en el cual utilizó toda su
larga y babosa lengua.
–Esto no habría
sucedido si me hubiese tratado mejor cuando nos conocimos ¿Qué le costaba
amarme? ¿Tan desagradable le parezco? Pues fíjese, así funciona la vida.
–¿Y dónde queda todo
ese amor que tanto me pregonó?–Pregunta ella llorando–
–Señora Lafayette,
esta es mi forma de amar.
El hombre se dio la
vuelta y se retiró sonriendo, la carpeta con los papeles reposaba sobre una
silla, la Señora Lafayette lloró amargamente hasta reponerse muy lentamente.
Fue un momento doloroso, aciago y cruel pero salvó el pellejo de su marido y el
suyo propio. Podía volver a ser la Señora que era hace una hora y nada cambiará
eso.
Esa misma noche luego
de asesarse y quitarse el asco, esperaba en su cuarto la llegada de su esposo,
no sabía si contarle lo sucedido o convertirse en una heroína secreta. Escucha
sus pasos y se impacienta hasta verlo entrar.
–¡Amor mío! ¿Cómo te
fue hoy? Te ves muy relajada…–Le saluda el Almirante–
–Bien…mi amor…me fue
bien, me peguntaba como estas tú…
–Mira, discúlpame…no
te pude avisar por el tema de las llamadas intervenidas, sabes lo peligroso que
resulta pero ¿Te entregaron la carpeta con los papeles? ¿La tienes?
–Si…la tengo…pero no
te entiendo…¿Sabías lo de la carpeta?
–Mira, todo fue muy
rápido, nos avisaron acerca de una auditoría imprevista y tuve que enviarte las
copias con un obrero que casualmente era aquel conserje donde vivías en la
Avenida Victoria ¿Recuerdas? Es el viejo
calvo aquel que seguro no sabe ni leer y
es más tonto de lo que parece, discúlpame pero no te pude avisar. Fue lo
más rápido y menos sospechoso que se me ocurrió. Esa carpeta nunca debió estar
allí ¿Pero la tienes? Qué casualidad que ese pobre diablo estaba allí haciendo
unas reparaciones.
–Si…la tengo…pero, ¿Tu
enviaste a ese hombre a la pastelería?–Pregunta asombrada–
–Si, claro ¡Fue una
jugada maestra! No sabía ni lo que estaba llevando ¡No había nadie mejor que el
para hacer este trabajo…y lo hizo gratis! ¡Como un favor!
–Si tú lo dices…es un
tonto. Claro mí amor. La carpeta está en tu estudio, me voy a recostar
temprano, no me siento nada bien, tuve un día muy extraño.
La Señora Lafayette observó
por un minuto el techo desde la cama, descansar boca arriba la relajaba siempre después de atender a sus dos hijas, aunque no
podía dejar de pensar en lo sucedido y en la forma en la que ayudó a su
corrupto esposo a mantenerse a salvo, sólo que esta vez quedó completamente helada y conmocionada cuando escucha un intenso grito
de su esposo desde el estudio:
–¿Qué coños es esto
Michelle? ¡Qué coños hiciste! ¡La carpeta está llena de papeles en blanco! ¡Mierda
Michelle! ¿Dónde coños están los documentos! ¡Que mierdas!
La Señora Lafayette
sólo pudo decir: –Coño.
FIN
Wow, otro gran final inesperado, jajaja uno nunca sabe por dónde van tus relatos hasta que lo lees completo, una vez más te felicito, yeah
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