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martes, 5 de abril de 2022

SEÑORA LAFAYETTE (Sheikong, Caracas 2022)



Como todos los días la guapa Señora Michelle Lafayette se encontraba al frente de su prestigiosa pastelería brindando la mejor de las atenciones a su exclusiva clientela, cuando un hombre entra, se acerca al mostrador y sin preámbulos le dice:

–Finalmente llegó el día que esperábamos Michelle, estas flores son para ti y estos chocolates también.

–Perdone señor ¿Lo conozco? Y le agradezco que no me “tutee” por favor, para usted soy la Señora Lafayette.

–Disculpe, nos conocimos hace unos diez años en un condominio de la Avenida Victoria, yo estaba recién mudado y coincidimos varias veces. ¿Me recuerda?

–Honestamente no le recuerdo señor, y no le puedo aceptar las flores y los chocolates.

–Yo tenía más cabello y estaba mucho más guapo en aquel momento, debe ser por eso.

–Dudo mucho que haya estado más guapo, más joven si le puede creer señor.

–Solo son detalles para nosotros, vengo a decirle que ya podemos iniciar una vida juntos.

–Quizá esta usted confundido, tengo nueve años casada con el Almirante Lafayette, con dos hijas preciosas y una toda una vida por delante, no logro comprenderle.

–Es que el amor es así, no la culpo tampoco, debe ser la impresión del momento y quizá no logra asimilar mi propuesta, pero llegó el día y es lo importante.

–Le agradezco que se haya tomado la molestia pero no tenemos nada más de que hablar, voy a pedirle que se retire por favor.

–Pero antes escúcheme por favor, ¿Recuerda la vez que nos encontramos en el ascensor? Le di los buenos días y usted me contestó, luego conversamos acerca del clima. ¿Recuerda?

–Señor, no lo recuerdo y en todo caso, fue irrelevante para mí, sucedió hace años.

–La entiendo, pero no puede negar que en las reuniones de condominio nos sentábamos juntos y hasta firmábamos seguido la minuta. Eso dice mucho ¿Cierto?

–A ver, por favor pase por acá y siéntese, necesito explicarle algo. Por favor tome asiento.

–Yo sabía que íbamos a congeniar de inmediato, ¡Lo sabía!

–Mira imbécil, si no dejas de molestarme con tus idioteces voy a llamar a mi marido y te vas a arrepentir de haber venido con tus flores baratas y tus chocolates grasientos. ¿Me expliqué o aún no?–Replicó ella perdiendo toda compostura–

–Imagínese, nuestra primera discusión y apenas nos volvimos a encontrar. ¡Hermoso!

–¡Y debería ser la última también! ¡Ahora saca de aquí tu triste humanidad y me dejas en paz adefesio del carajo! ¡No lo vuelvo a repetir!

–Bien, llegado este punto le voy a hablar claro: Tengo años tras la pista de su esposo, el almirante.  Y después de tanta investigación, finalmente tengo en mi poder todos los soportes que demuestran los actos dolosos que cometió en la instalación y renovación de los astilleros del sur, por cierto incluyen también su nombre, si le queda alguna duda.

–¡Voy a llamar a mi marido de inmediato!–Le grita ella–

–No lo haga, lo va a incriminar y a usted también, quedará una prueba fehaciente, hoy en día todo se graba, todo se escucha, todo se obtiene ¿Cómo cree que sé tanto de ustedes?

–Es usted un inmoral y un cerdo, yo sé que el asunto de los astilleros se complicó y había que tomar decisiones que incluso me involucraban, pero de allí a aprovecharse de la situación ¡Ya es demasiado! ¡Usted tiene años observándonos!

–Señora Lafayette, yo sólo vine a consumar nuestra unión, no quiero más nada. Sólo eso.

–Mire, ¡Dígame cuanto quiere por esos papeles y se larga de nuestra vida! ¡Dígame!

–Creo que no me he logrado explicar Señora, no quiero dinero mal habido, no soy como ustedes, a mí me mueve el amor y yo la amo a usted.

–Terminemos con esto, dígame que quiere por favor.

–Fíjese lo que haremos: Vamos a consumar nuestra unión con un acto voluntario y desinteresado de amor y entrega, es todo lo que sucederá y estas copias además de los originales serán suyas, usted habrá salvado a su esposo, su estilo de vida y su reputación.

–¡Es usted un enfermo! ¿A qué se refiere?–La Señora Lafayette le clava las uñas en sus manos–

–Usted sabe a qué me refiero, vamos a amarnos y luego de eso, esta carpeta será suya.

–¿Lo puedo pensar?–Le pregunta ella entre sollozos y rabia–¿Cuándo regresa usted?

–Señora no me subestime, el trato es ahora o hago públicas estas pruebas, usted sabe muy bien cuánto vale la cabeza de un almirante corrupto en estos días. No finja conmigo.

–Deme unos minutos para entrar a mi oficina y pensar que voy a hacer, por favor.

–No me comprende aún, nuestro amor no puede esperar Señora. Es ahora o me voy.

–¡Esta bien! ¡Está bien! ¡Pero quiero que sepa que es un degenerado y un morboso!

–Sólo soy un hombre enamorado a quien se le presentó una buena oportunidad, sólo eso.

–¡Sígame! ¡Venga por acá!–La Señora Lafayette le señala el camino hacia su oficina privada ubicada en la parte de atrás de la tienda, no sin antes dar instrucciones precisas al personal para que no la molestaran–

Ya en la oficina y habiendo asegurado la puerta, el extraño hombre la obligo a despojarse de su ropa, para luego olfatearla completamente mientras ella–Cubriendo sus partes pudendas–no paraba de sollozar e insultarlo en voz baja. Respiró profundo cuando él tomó de su viejo maletín un tarro con pintura dorada y un pequeño pincel, con el cual escribió varias palabras sobre su cuerpo desnudo, el recorrido de la tinta le causaba miedo y asco.  Finalmente tomó una tijera del escritorio para llevarse en una servilleta parte del vello púbico y también de las uñas de manos y pies de la Señora Lafayette. Eso fue todo lo que sucedió, además de un beso que le propinó en cada uno de sus tobillos en el cual utilizó toda su larga y babosa lengua.

–Esto no habría sucedido si me hubiese tratado mejor cuando nos conocimos ¿Qué le costaba amarme? ¿Tan desagradable le parezco? Pues fíjese, así funciona la vida.

–¿Y dónde queda todo ese amor que tanto me pregonó?–Pregunta ella llorando–

–Señora Lafayette, esta es mi forma de amar.

El hombre se dio la vuelta y se retiró sonriendo, la carpeta con los papeles reposaba sobre una silla, la Señora Lafayette lloró amargamente hasta reponerse muy lentamente. Fue un momento doloroso, aciago y cruel pero salvó el pellejo de su marido y el suyo propio. Podía volver a ser la Señora que era hace una hora y nada cambiará eso.

Esa misma noche luego de asesarse y quitarse el asco, esperaba en su cuarto la llegada de su esposo, no sabía si contarle lo sucedido o convertirse en una heroína secreta. Escucha sus pasos y se impacienta hasta verlo entrar.

–¡Amor mío! ¿Cómo te fue hoy? Te ves muy relajada…–Le saluda el Almirante–

–Bien…mi amor…me fue bien, me peguntaba como estas tú…

–Mira, discúlpame…no te pude avisar por el tema de las llamadas intervenidas, sabes lo peligroso que resulta pero ¿Te entregaron la carpeta con los papeles? ¿La tienes?

–Si…la tengo…pero no te entiendo…¿Sabías lo de la carpeta?

–Mira, todo fue muy rápido, nos avisaron acerca de una auditoría imprevista y tuve que enviarte las copias con un obrero que casualmente era aquel conserje donde vivías en la Avenida Victoria ¿Recuerdas?  Es el viejo calvo aquel que seguro no sabe ni leer y  es más tonto de lo que parece, discúlpame pero no te pude avisar. Fue lo más rápido y menos sospechoso que se me ocurrió. Esa carpeta nunca debió estar allí ¿Pero la tienes? Qué casualidad que ese pobre diablo estaba allí haciendo unas reparaciones.

–Si…la tengo…pero, ¿Tu enviaste a ese hombre a la pastelería?–Pregunta asombrada–

–Si, claro ¡Fue una jugada maestra! No sabía ni lo que estaba llevando ¡No había nadie mejor que el para hacer este trabajo…y lo hizo gratis! ¡Como un favor!

–Si tú lo dices…es un tonto. Claro mí amor. La carpeta está en tu estudio, me voy a recostar temprano, no me siento nada bien, tuve un día muy extraño.

La Señora Lafayette observó por un minuto el techo desde la cama, descansar boca arriba la relajaba siempre después de atender a sus dos hijas, aunque no podía dejar de pensar en lo sucedido y en la forma en la que ayudó a su corrupto esposo a mantenerse a salvo, sólo que esta vez quedó completamente helada y conmocionada cuando escucha un intenso grito de su esposo desde el estudio:

–¿Qué coños es esto Michelle? ¡Qué coños hiciste! ¡La carpeta está llena de papeles en blanco! ¡Mierda Michelle! ¿Dónde coños están los documentos! ¡Que mierdas!

La Señora Lafayette sólo pudo decir: –Coño.

FIN

 

1 comentario:

  1. Wow, otro gran final inesperado, jajaja uno nunca sabe por dónde van tus relatos hasta que lo lees completo, una vez más te felicito, yeah

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