“¡Ea quilla!, apúntate que nos vamo”…
Cuando provienes de un hogar mitad andaluz y mitad maracucho lo menos que te puede pasar en la vida es que pases la vida riéndote y que entiendas frases tan inentendibles cual profundos teoremas de Pitágoras. Pero me ocupa en esta oportunidad el tema andaluz, luego ya hablaré de los maracuchos.
Mi sabia madre era de Graná, de allí mismo donde yace erguida la Alhambra y nació el gazpacho; de las Cuevas del Sacro Monte y el gran Federico García Lorca. Ella (mi Faraona) era sabia y sus graciosos dichos así lo evidencian: “Hija, que a nadie le huelen sus peos ni sus niños le parecen feos”, cuando se refería a cualquier mortal que hacía algo indebido y aún sabiéndolo, lo justificaba. “¡Jum! Que no hubieran putas si no existieran celestinas”, ya saben, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia bachaquerística.
Aunque solo pudo sacar el tercer grado de primaria, porque nació en plena guerra civil y quedó huérfana de madre a muy cortita edad, cursó la mejor escuela y la más dura, la de La Vida y se curtió de toda esa sabiduría de calle para luego brindarla a granel. Y, pensándolo bien, así hubiese estudiado leyes o filosofía y letras, ella tenía su forma muy particular e inevitable de hablar porque lo llevaba en su ADN.
Cambiaba las palabras según le sonaran mejor: “¡Ay por Dios!, que vengo del médico y me ha disho que tengo el Demetrio (Endometrio) inflamao”, ”Que no que no, que este año pintamos con la Chelin Güilians(Sherwin Williams)”, ”Y cómo cojones vahja podé dormí si estuviste viendo toa la noshe al Alfre Frizco(Alfred Hitchcock) ese”, “Pero qué chiquilla tan amable y tan bonica la antifriona (anfitriona) del hotel, ¡Olé! Por las niñas guapas” .
No había gramática posible y aún así se hacía entender: “Niña, que te se va a caé”. Y ni hablar de acortar las palabras al máximo: “te la estás buscando y te viá dá por toa la cara”, eso en realidad era motivo de salir corriendo lo más rápido que dieran mis pies porque de seguro tras de mí venía la chancleta.
Y es que los andaluces tienen sus propias reglas gramaticales, vamos, que tienen su propia Real Academia Española. Así que he encontrado una Guía Práctica para entender a los andaluces, por si les hace falta:
1. Asume que si las eses están puestas casi siempre al final es porque no sirven para nada. No pierdas energía pronunciándolas.
2. Y quien dice eses, dice otras consonantes al final de las palabras. Di papé (papel), verdá (verdad), comé (comer), adió (adiós)…
3. Cárgate letras también aunque no estén al final, que así es el camino más corto. ¿Para qué decir “¿Te has ido ya?” cuando se puede decir “¿Tas ío ya?“ Lo mismo con tó(todo), ná (nada), pá (para)…
4. Apréndete el ceceo y di zemana en vez de semana. Pero también el seseo, para decir sielo en vez de cielo.
5. Sustituye algunas haches por jotas para entender que el alfabeto andaluz es diferente.¡A jierro que sí!
6. Acorta todo lo que puedas las expresiones. Si estás en Granada, no digas: “¡La Virgen, compadre!” Di: “¡la´vin compare!” Y, obviamente, no digas Granada, di Graná.
7. Ten siempre una libreta para ir apuntando palabras y sus aplicaciones. Para que sepas de qué va eso de que hace pelúa, quién es un saborío, que algo está descuajaringao o que alguien se sale de la pelleja. Y sigue apuntando: majarón, ancá, por tó la cara.
8. Aprende el arte de los dobles sentidos. Si te dicen “No ni ná”, es que sí.
9. Exagéralo todo. Cuánto más, mejor. Ejemplo: si hay mucha gente en un sitio, di que había una pechá de gente o una barbaridad de gente, “Había más gente que en la guerra”.
10. Añade a los adjetivos y nombres un final en -ico o -ica (chiquitico, bonico, agüica) para sentirte más de la tierra en Granada y Almería.
11. Añade a los nombres un final en -aco o -aca (burraco, montonaco, brazaco, piernaca) para sentirte más jienense.
12. Usa las científicas unidades de medida un poquito, un pelín, ná y menos, una mijilla, un peazo, una jartá, una pechá, un montón, un pedazo y un huevo.
13. Usa sinónimos continuamente. Por ejemplo, si alguien va muy rápido, también puede ir embalao, follao, empepinao, a toda hostia.
14. Recuerda que menos es más. Un simple “Ea” puede significar que sí, que no, permite cambiar de tema, para argumentar sin argumentos, para hablar sin hablar, resignarte. Ea.
15. Usa refranes para todo, sobre todo si estás por los pueblos de interior. Y ya sabes, dime con quién andas y te diré quién eres.
16. Olvida la letra de, totalmente innecesaria. Sobre todo en los participios de los verbos: sentao, cansao, bebío, ío.
17. Refiérete a tus colegas con el apelativo adecuado. Si estás en Sevilla, les dirás “¡Miarma!“, así, junto, con erre y del tirón. Y si andas por Cádiz, les dirás “¡Quillo!“. En Málaga probablemente les digas “¡Illo!” o “¡Canijo!“.
18. Y, finalmente, asume la diversidad y entiende que por mucho vocabulario que aprendas, puede que en la provincia de al lado todo se diga diferente. O que se diga igual pero lo pronuncien diferente por los diferentes acentos.
¡Andalucía es muy rica y variada!
Disfruto muchisimo las ocurrencias de Migdalia Carroz en este escrito y no es para menos con esa mezcla andaluz/maracucha, eso da para mas! Y muy sabroso este diccionario casual, Recomendado!
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