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lunes, 28 de noviembre de 2022

CUATRO DE OCTUBRE (Relato corto, Caracas, 2022)



Ayer cumplí años. Pasé un año evitando este día, imaginándome mil maneras de pasarlo triste, dolido y amargado. Todos esos días me proyecté bajo la lluvia, con mis lágrimas mezclándose y siendo parte inevitable de los charcos. Eran películas de bajo presupuesto que habitaron en mi mente por más de diez meses con un par de protagonistas estelares: La nostalgia y yo.

Y llegó el día, pero fue muy diferente a lo esperado, toda aquella tragedia plagada de autocompasión, vergüenza y dolor nunca llegó. Quizá venía siendo atajada por esos seres invisibles que aparecen y desaparecen cuidandonos muchas veces evitando nuestros desastres más notables, por decir algo.

El día comenzó extrañamente tranquilo, sin pesares, ni recuerdos confusos de pesadillas de madrugada, abrí los ojos y dí gracias a Dios por mi vida y pedí por el día que tenía por delante. Extrañamente no me dolía el cuerpo, no me asaltó la pesadumbre de todas las cagadas de los últimos tres años. No estaban.

Me di una ducha tan fría que me recordó aquella en Santa Cruz de Mora, de esas que no solo te despiertan sino que te dejan tan alerta y  fresco que enfrentarías al demonio mismo y no sudarías nunca. Y el día seguía tranquilo. Estuve muy pendiente de mis emociones y solo  se presentaron las agradables, las queridas, las invitadas al baile. Por más que me asomé y vigilé, nunca se presentaron las indeseadas e innombrables. Las feas con mal aliento.

Y aunque estuve a punto de inventar una reunión con amigos y que felizmente no se dió, mi rarisimo estado de tranquilidad se mantuvo firme, jamás llegó la tormenta ni los rayos y centellas, mucho menos ese granizo de culpa tibia que tanto daño me ha hecho oprimiendo mi pecho hasta dejarme inmóvil.

Ni al mediodía cuando todos los años del cuatro de octubre se presenta un recuerdo familiar cargado de horror, fui perturbado. Más bien me consiguió en una alegre diligencia, de esas que dan gusto y te hacen correr.

Pero debo hacer honor a la verdad: Quienes amortiguaron el golpe del cuatro de octubre fueron mis nuevos amigos, ellos venían aguantando coletazos para que este día fuese lo que en efecto viví: uno pacífico, tranquilo y sin culpas. Uno bonito, de soniditos alegres y mensajes amables. Uno que se llenó de deseos de otros amigos, conocidos y extraños. Uno que me agradó.

Los viejos amigos son como uno: Roñosos, quejones y hasta ermitaños, por eso solo acuden cuando ya todo está perdido, solo una genuina urgencia los saca de sus cuevas.  Mientras que los nuevos se maravillan por todo, son como niños descubriendo mundos, cómo cachorros que juegan en un patio sin idea del tiempo y sus consecuencias. Así son, así los veo, quieren hacer de todo al mismo tiempo.

Mis nuevos amigos son personas diferentes para mí, frescos, llenos de vida y sueños, aunque también grandes preocupaciones y retos que paralizan a cualquiera. Verlos luchar me anima a lo propio, verlos reír a mi alrededor me disfraza de viejo árbol que aún da sombra. Y ellos no lo saben, pero fueron usados por la providencia o el universo para salvarme de mi mismo y mi acostumbrada autodestrucción programada. Nunca lo sabrán pero fueron la diferencia en este cuatro de octubre.

Fueron lluvia fresca y verdor que anima, fueron ese viaje inesperado que no quieres que culmine, fueron ese bálsamo que suaviza y esa risa que calma, fueron ese consejo a destiempo pero que mucho vale. Fueron mucho y fueron todo. Fueron amor y gracia. Ayer fueron.

Doy gracias por ellos, alocados, gritones, inventores y muy humanos por todo el amor que derraman en mi vida. No me queda sino honrarlos con fidelidad y amarlos hasta que sean viejos amigos y solo salgan en mi auxilio en medio de una urgencia real.

Uno sobrevive gracias a ellos. Ayer recordaba alguien que en mis 50 años le gané la batalla a gripes, fiebres, malaria, paludismo, guerrilla, dengue, chinkunguya, H1N1, pandemia y hasta al hampa común.  Ahora entiendo que no lo hice solo, ellos me trajeron hasta aquí, muchos ya no están y otros vienen llegando apenas, bienvenidos todos.

Gracias por mis nuevos amigos. Quiero que estén.

Luis Chacón (Sheikong)

martes, 8 de noviembre de 2022

TÓMATE UN MOMENTO (Sheikong, Caracas 2022)

 



Tómate un momento y mírame, ¿No ves que me voy? Evita lo risible y deja conocer qué te complace, qué te llena y te dice que en el fulgor de la vida nos abrimos y ahora en la sequía alguno de los dos debe marcharse.  Aún con todo el miedo que llevo dentro, soy como un animal que gusta olerte y lo sé, sé que a donde voy nadie tendrá tu aroma.

Tómate un momento para herirme un poco más, bésame y abrázame, dime que nada está pasando, recoge mis pasos con un te quiero, resúmelo y júrame cualquier cosa, te lo ruego y te pido que me engañes, aunque sepa que me miento.

Anda, siéntate a mi lado y abrázame con timidez, como quien ha conocido la fragilidad, acerca tu rostro y miénteme, hazlo descaradamente como todo aquello que no te ha dolido decirme, así es como lo quiero.

Toma mi mano y finge que te importa, sabes que te voy a creer.  Apriétala contra tu pecho y llévala a tus labios, sella con un tierno beso tu triunfo, tu decisión y tu arrojo.  Confirma mi partida con tu aliento, como si te costara creerlo, como si todo el calor de nuestras manos fuese un tesoro que no te importa perder.

Y nada más hermoso que unas lágrimas, de esas que no se anuncian con una voz quebrada ni con una mirada a otro lado, de las que sólo brotan y caen, es todo lo que necesito para partir creyendo en un mañana, en una nueva vuelta, en un no adiós.

Despídeme con una sonrisa fraternal, me voy lejos y necesito creer que pensarás en mí, que sólo tropezamos y la culpa es compartida. Creéme, a nadie le diré que fue un adiós pues para mi no lo fue. Les diré cuanto nos extrañamos y las ganas intensas que tenemos de encontrarnos nuevamente.

Y así saldré por esa puerta, dejando atrás una vida y envidiando tu alegría. Viajaré soñando mi regreso e imaginando tontas estampas de algo que nunca sucederá.  Con la mochila llena de recuerditos de papel no lograré volver, pero eso ya lo sabes. Lo sabías todo. Siempre lo supiste. Coño.

FIN