SUBURBIA BOOKS

jueves, 21 de abril de 2022

NADIE ME LEE -By Sheikong-

 


LA PRESENTACION

¡Estamos al aire en…tres…dos…uno!  Era la señal que esperaba el afamado entrevistador Don Mephisto para dar comienzo a una nueva edición de su afamado programa “Sábado Radiante” el cual se transmite con un alto índice de audiencia desde hace más de veinte años en la ciudad de Miami. El ambiente en el estudio está a congelar, las luces protagónicas, los técnicos, sus cuatro asistentes cuidando cada detalle y el público, ¿Qué sería de Don Mephisto sin su fiel y consecuente público?  Sabe bien que se lo debe todo a ellos y no desperdicia oportunidad para realizar memorables entrevistas. Se va acercando el momento de comenzar el segmento central, está presto, acartonado pero dispuesto a entretener como todos los sábados en la noche y así comienza:

–¡Tengan todas y todos muy buenas noches! Es para mí una hemorragia de placer presentarles a quien ha sido el más grande exponente de la literatura hispanoamericana en el mundo desde hace treinta años, laureado por demás y merecedor de una pluma exquisita, ¡Recibamos  con un fuerte aplauso al maestro Gabriel Vargas Prosa! ¡Bienvenido maestro a nuestros estudios! (Aplausos, muchos aplausos)

LA ENTREVISTA

–Gracias Don Mephisto, creo que es un gusto estar acá–Responde parcamente–

–¡Maestro Prosa, le pregunto: ¿Qué siente al ser nominado al Nobel de Literatura?

–¿La verdad? Nada en particular, fue un manuscrito reciclado, soy afortunado por eso.

–¡Vaya! ¡Noche de revelaciones! ¿Por qué nos dice eso maestro?

–Es la verdad, las finanzas de la academia están muy mal a raíz de la pandemia y por mutuo acuerdo se decidió relanzar a un autor latino como primicia, pero no lo es.

–Es usted el autor vivo más exitoso de los últimos años, ¿No es fabuloso coronar su carrera con un premio de tal envergadura?

–Don Mephisto, mis obras anteriores se venden por millones en todo el mundo y en más de setenta idiomas, mis preventas hacen ricos a muchos, pero no es suficiente.

–¿A qué se refiere con exactitud Maestro?

–Al siguiente hecho comprobado: Nadie me lee –Una vez dicha esta frase, un silencio se apodera del estudio, las miradas se cruzan, algunos se inquietan por demás–

–¿Cómo es posible que un escritor record universal diga semejante cosa?

–Don Mephisto, a mí nadie me lee –Insiste el entrevistado con gran dejo de tristeza–

–¿Maestro desea tomarse un descanso? ¿Quiere usted hacer un break? Lo noto agotado.

–No, no lo necesito, prefiero explicar mi afirmación.

–No es necesario explicar Don Gabriel, para nada.  Sigamos con la entrevista, por favor.

DETRÁS DE LAS CÁMARAS

A unos metros de distancia se encuentran su manager junto al máximo representante de Suburbia Books Inc., afamado grupo editorial que defiende su obra y posee los derechos universales para explotarla, así como también están sus abogados y los directores de marketing regionales.

–¡Con este viejo loco siempre pierdo la paciencia! –Susurra su manager y amigo–

–¿En serio te preocupa tu paciencia? Estamos a minutos de perder millones de dólares si lo hace de nuevo –Afirma el director de la editorial–¡La va a cagar! 

–Estamos atentos a cualquier contingencia –Dice uno de los abogados impulsivamente–

–¡Puede generar miles de likes! Diga lo que diga lo transformaremos en dinero –Intervino uno de los directores de mercadeo reconociendo la oportunidad–

–Bueno, ahí vamos de nuevo, ojalá salgamos de ésta, la fecha del Nobel está muy cerca y todo esta listo y arreglado ¿Qué podría salir mal? –Ríe nerviosamente quien ha sido no solo su amigo durante tanto tiempo sino también el manejador de su éxito mundial–

LA REVELACIÓN

¿Qué cómo sé que no me leen? –Volviendo  a la entrevista, el invitado continúa con su exposición de motivos– En eso que llaman redes, realicé un comentario acerca de “Cirilo”, comenté que era un personaje incidental de mi libro más vendido a nivel mundial, en cuestión de horas recibí más de cinco millones de likes, cientos de comentarios acerca del mencionado “Cirilo” y se convirtió en tendencia mundial durante varios días, fue realmente algo muy impactante Don Mephisto lo que me sucedió.

–¡Claro! ¡Creo recordar algo! Como no! –Interrumpe el presentador tratando de quedar bien–

–¿Y sabe usted qué sucedió con ese personaje?  ¿Alguien recuerda cómo termina?  ¿Quién podría mencionar al menos un detalle? ¡Ah! ¿Quién se atreve? ¡Coño! –Se levanta el escritor para prodigar una mirada acusatoria a todos y nuevamente un profundo e incómodo silencio se apodera del frío estudio de grabación–

–Ahora no lo recuerdo maestro, ¡Aunque claro que leí el libro! Lo tengo en casa, junto a toda su obra al igual que todo nuestro querido público–Afirma el entrevistador con la intención de salvar el incómodo momento, pero se ve interrumpido–

–Don Mephisto, escúcheme bien: La verdad es que ese personaje nunca existió en mi novela. No está y nunca estuvo. ¿Ahora lo ven? ¡Nadie me lee! ¡Pura falsedad! ¡Redes de mierda! –Tal sentencia fulminó las intenciones de un programa de entretenimiento familiar, dejó a todos sin habla en los hogares y sepultó la entrevista a un punto desde el cual resultaría muy difícil salir.

El silencio reinó por varios segundos.  Mientras su manager se cubría el rostro, sus abogados quedaron confundidos y sus directores de mercadeo maquinaban como sacar provecho de tal situación.  El público en las gradas no hablaba, todos callaron quizá por vergüenza o ignorancia y sólo se escuchó un altavoz dando punto final:

–Gracias a todos, buenas noches…vamos a comerciales.

FIN

martes, 12 de abril de 2022

LA PATRONA By Sheikong (Caracas 2022)



Mi nombre es Almira León y soy mulata, fui arrancada del seno de mi familia en 1740 o más bien obsequiada, eran los días de la hambruna del lado sur y la prosperidad de unos pocos descendientes de conquistadores en el centro norte de la Venezuela colonial. Las familias acaudaladas enviaban al capataz a recorrer los campos buscando niñas que trabajaran dentro de sus casonas. Así  fue como arribé a Sartenejas, en las afueras de la ciudad de Caracas, en unos pocos años me convirtieron en una suerte de servicio utilitario, pero debido a mis destrezas la Señora María Francelina Martínez de Villegas ordenó que le sirviera en forma exclusiva. Decidí llamarla La Patrona.

He acompañado a La Patrona por espacio de sesenta años, nadie la conoció tanto como yo. La vi reír muy poco, pero si la vi llorar por largos períodos especialmente por ser la única mujer al frente de litigios, compras y venta de tierras, lo que le trajo no pocos detractores y contendores luego de la implementación del sistema de ocupaciones. Fue una mujer dura y resistente a los cambios de las épocas, nada permeable y muy iracunda con quienes tenían el atrevimiento de contradecirle, incluso yo recibí una dosis de su carácter el día de su alianza matrimonial con el acaudalado Señor Antonio de Ponte, cuando me obligó a permanecer a su lado durante sus actos íntimos, cosa con la que su esposo no estuvo de acuerdo y mucho menos yo, pero su obstinación llegó a tal grado esa noche que llevó a su señor a elegir entre tenerme a su lado tomándole la mano mientras copulaban o debía abandonar toda pretensión sobre sus tierras. El hombre accedió a regañadientes y sólo entonces fui la acompañante de la pareja durante su noche inicial y todas las siguientes.

Los cambios trajeron violencia y la violencia lo transforma todo, así que el señor de Ponte no duró mucho tiempo al frente del mayorazgo pues un bala perdida le cegó la vida al asomarse por el balcón principal en medio de una reyerta de esclavos por el insólito control de las barracas, hay que decir que no fue el único varón de la familia caído en esos tumultuosos años.

Así fue como la familia disminuyó progresivamente y el clima de tensión nunca retrocedió, al no tener descendencia directa, sus acomodados sobrinos intentaron perpetuarse en el mayorazgo a cambio de una gran participación, pero La Patrona no lo vio como un sacrificio de parentesco y solo les ofreció tener una parte si lograban la prosperidad de las tierras y el fin de las hostilidades en la región, como era de esperarse cada uno fue renunciando para viajar al sur, donde no solo carecían de enfrentamientos sino que ahora la prosperidad y las comodidades reposaban sobre esos lares.

La Patrona me convirtió en custodia de las llaves de la casona y por tanto, todo cuanto sucedía debía ser filtrado a través de mí. Los banquetes de costumbre y las visitas fueron disminuyendo a la par del avance la incipiente emancipación, ya no era seguro moverse por estos caminos, lo que nos sumó otro inconveniente: No contábamos con cuadrillas para recoger y trasladar las cosechas, lo que ocasionó la pérdida de las mismas, así como no pudimos renovar el personal de servicio de la casona y en menos de quince años sólo éramos un par de viejas solas penando en la gran casa del norte.

Los rebelados –Así les decían por entonces– Llegaron a las tierras de La Patrona para tomar posesión de todos los recursos y bienes, ella haciendo gala de su carácter nos brindó ese día una lección de diplomacia férrea desde su silla de ruedas negociando con unos hombres hambrientos, sudados y violentos. Ahora podían hacer lo que quisieran con todo excepto con la casona y con nosotras.  Así se cumplió, aunque no estábamos exentas de ser testigos de cuanta violación a sus propias mujeres cometían y era igualmente común verlos frotar sus miembros viriles desnudos contra los vidrios de las ventanas de la gran sala, solo para molestarnos. La Patrona me ordenaba observarlos con la seguridad de que se avergonzarían y desistirían, lo que sucedía muy poco. En los vidrios permanecían las manchas de sus líquidos seminales, eran como bestias sin control.

Los pocos alimentos que ingeríamos los negociaba La Patrona con Mario Ayembe, el líder de los invasores locales quien sólo por presionarnos, cada vez enviaba menos vegetales en la cesta y nada de proteínas.  Las noches se hacían eternas, sin luz y sufriendo un calor insoportable. Resultaba una tortura escuchar su cantos, gritos y aullidos provocados por la ingesta de alcohol y la práctica de rituales, supongo.

La tensión aumentó. La comida y el agua escasearon. No podíamos permanecer sitiadas, nuestros elegantes vestidos ya no podían disimular el hedor de nuestros cuerpos y nuestras fuerzas flaqueaban. En contra de mi voluntad, La Patrona negoció una vez más con Ayembe para que me dejase atravesar la otrora plantación y poder huir por el río abajo hasta llegar al puerto y embarcar al sur, donde tendría mejor vida. Y así fue, después de tantos años al lado de ella, nos separamos. No se despidió. Permaneció silente frente a la ventana principal y no hubo discurso, ni agradecimiento. No hubo nada.

Así conseguí mi nuevo destino: Luego de seis días caminando fui rescatada por un regimiento que necesitaba cocinera, mis habilidades y modales estaban muy por encima, pero accedí con la única condición de que un vigía me entregara razón de La Patrona y su destino. Lo cual supe semanas después: Fue brutalmente asesinada luego de mi escape, la casa fue saqueada y posteriormente quemada.  Ayembe y su gente huyeron, no volvieron a ser vistos, se cree que fueron ajusticiados pues nunca pertenecieron a la revuelta que pretendía acabar con el sistema de esclavos.

Ha pasado el tiempo, corre el año 1812 y hace dos que prohibieron la introducción de esclavos al país, quizá un día logren abolir la esclavitud. Por mi parte aún recuerdo a La Patrona, curiosamente por las noches frías creo sentir el calor de sus manos, eso me reconforta y me obliga a encarar lo poco que resta de mi futuro, dejando atrás todo lo que significó mi largo pasado.

“Almira León no pudo disfrutar de la libertad plena por decreto. La abolición se hizo efectiva en el año 1854. Por espacio de 44 años adicionales los hacendados se negaron a dar la libertad a sus esclavos o a entregarlos sin remuneración –Entre ellos la familia Bolívar–, ya que consideraban que éstos eran de su propiedad como inversión y debían permanecer en las haciendas, en cadenas. Así éramos y quizá así somos aún.”

FIN

martes, 5 de abril de 2022

SEÑORA LAFAYETTE (Sheikong, Caracas 2022)



Como todos los días la guapa Señora Michelle Lafayette se encontraba al frente de su prestigiosa pastelería brindando la mejor de las atenciones a su exclusiva clientela, cuando un hombre entra, se acerca al mostrador y sin preámbulos le dice:

–Finalmente llegó el día que esperábamos Michelle, estas flores son para ti y estos chocolates también.

–Perdone señor ¿Lo conozco? Y le agradezco que no me “tutee” por favor, para usted soy la Señora Lafayette.

–Disculpe, nos conocimos hace unos diez años en un condominio de la Avenida Victoria, yo estaba recién mudado y coincidimos varias veces. ¿Me recuerda?

–Honestamente no le recuerdo señor, y no le puedo aceptar las flores y los chocolates.

–Yo tenía más cabello y estaba mucho más guapo en aquel momento, debe ser por eso.

–Dudo mucho que haya estado más guapo, más joven si le puede creer señor.

–Solo son detalles para nosotros, vengo a decirle que ya podemos iniciar una vida juntos.

–Quizá esta usted confundido, tengo nueve años casada con el Almirante Lafayette, con dos hijas preciosas y una toda una vida por delante, no logro comprenderle.

–Es que el amor es así, no la culpo tampoco, debe ser la impresión del momento y quizá no logra asimilar mi propuesta, pero llegó el día y es lo importante.

–Le agradezco que se haya tomado la molestia pero no tenemos nada más de que hablar, voy a pedirle que se retire por favor.

–Pero antes escúcheme por favor, ¿Recuerda la vez que nos encontramos en el ascensor? Le di los buenos días y usted me contestó, luego conversamos acerca del clima. ¿Recuerda?

–Señor, no lo recuerdo y en todo caso, fue irrelevante para mí, sucedió hace años.

–La entiendo, pero no puede negar que en las reuniones de condominio nos sentábamos juntos y hasta firmábamos seguido la minuta. Eso dice mucho ¿Cierto?

–A ver, por favor pase por acá y siéntese, necesito explicarle algo. Por favor tome asiento.

–Yo sabía que íbamos a congeniar de inmediato, ¡Lo sabía!

–Mira imbécil, si no dejas de molestarme con tus idioteces voy a llamar a mi marido y te vas a arrepentir de haber venido con tus flores baratas y tus chocolates grasientos. ¿Me expliqué o aún no?–Replicó ella perdiendo toda compostura–

–Imagínese, nuestra primera discusión y apenas nos volvimos a encontrar. ¡Hermoso!

–¡Y debería ser la última también! ¡Ahora saca de aquí tu triste humanidad y me dejas en paz adefesio del carajo! ¡No lo vuelvo a repetir!

–Bien, llegado este punto le voy a hablar claro: Tengo años tras la pista de su esposo, el almirante.  Y después de tanta investigación, finalmente tengo en mi poder todos los soportes que demuestran los actos dolosos que cometió en la instalación y renovación de los astilleros del sur, por cierto incluyen también su nombre, si le queda alguna duda.

–¡Voy a llamar a mi marido de inmediato!–Le grita ella–

–No lo haga, lo va a incriminar y a usted también, quedará una prueba fehaciente, hoy en día todo se graba, todo se escucha, todo se obtiene ¿Cómo cree que sé tanto de ustedes?

–Es usted un inmoral y un cerdo, yo sé que el asunto de los astilleros se complicó y había que tomar decisiones que incluso me involucraban, pero de allí a aprovecharse de la situación ¡Ya es demasiado! ¡Usted tiene años observándonos!

–Señora Lafayette, yo sólo vine a consumar nuestra unión, no quiero más nada. Sólo eso.

–Mire, ¡Dígame cuanto quiere por esos papeles y se larga de nuestra vida! ¡Dígame!

–Creo que no me he logrado explicar Señora, no quiero dinero mal habido, no soy como ustedes, a mí me mueve el amor y yo la amo a usted.

–Terminemos con esto, dígame que quiere por favor.

–Fíjese lo que haremos: Vamos a consumar nuestra unión con un acto voluntario y desinteresado de amor y entrega, es todo lo que sucederá y estas copias además de los originales serán suyas, usted habrá salvado a su esposo, su estilo de vida y su reputación.

–¡Es usted un enfermo! ¿A qué se refiere?–La Señora Lafayette le clava las uñas en sus manos–

–Usted sabe a qué me refiero, vamos a amarnos y luego de eso, esta carpeta será suya.

–¿Lo puedo pensar?–Le pregunta ella entre sollozos y rabia–¿Cuándo regresa usted?

–Señora no me subestime, el trato es ahora o hago públicas estas pruebas, usted sabe muy bien cuánto vale la cabeza de un almirante corrupto en estos días. No finja conmigo.

–Deme unos minutos para entrar a mi oficina y pensar que voy a hacer, por favor.

–No me comprende aún, nuestro amor no puede esperar Señora. Es ahora o me voy.

–¡Esta bien! ¡Está bien! ¡Pero quiero que sepa que es un degenerado y un morboso!

–Sólo soy un hombre enamorado a quien se le presentó una buena oportunidad, sólo eso.

–¡Sígame! ¡Venga por acá!–La Señora Lafayette le señala el camino hacia su oficina privada ubicada en la parte de atrás de la tienda, no sin antes dar instrucciones precisas al personal para que no la molestaran–

Ya en la oficina y habiendo asegurado la puerta, el extraño hombre la obligo a despojarse de su ropa, para luego olfatearla completamente mientras ella–Cubriendo sus partes pudendas–no paraba de sollozar e insultarlo en voz baja. Respiró profundo cuando él tomó de su viejo maletín un tarro con pintura dorada y un pequeño pincel, con el cual escribió varias palabras sobre su cuerpo desnudo, el recorrido de la tinta le causaba miedo y asco.  Finalmente tomó una tijera del escritorio para llevarse en una servilleta parte del vello púbico y también de las uñas de manos y pies de la Señora Lafayette. Eso fue todo lo que sucedió, además de un beso que le propinó en cada uno de sus tobillos en el cual utilizó toda su larga y babosa lengua.

–Esto no habría sucedido si me hubiese tratado mejor cuando nos conocimos ¿Qué le costaba amarme? ¿Tan desagradable le parezco? Pues fíjese, así funciona la vida.

–¿Y dónde queda todo ese amor que tanto me pregonó?–Pregunta ella llorando–

–Señora Lafayette, esta es mi forma de amar.

El hombre se dio la vuelta y se retiró sonriendo, la carpeta con los papeles reposaba sobre una silla, la Señora Lafayette lloró amargamente hasta reponerse muy lentamente. Fue un momento doloroso, aciago y cruel pero salvó el pellejo de su marido y el suyo propio. Podía volver a ser la Señora que era hace una hora y nada cambiará eso.

Esa misma noche luego de asesarse y quitarse el asco, esperaba en su cuarto la llegada de su esposo, no sabía si contarle lo sucedido o convertirse en una heroína secreta. Escucha sus pasos y se impacienta hasta verlo entrar.

–¡Amor mío! ¿Cómo te fue hoy? Te ves muy relajada…–Le saluda el Almirante–

–Bien…mi amor…me fue bien, me peguntaba como estas tú…

–Mira, discúlpame…no te pude avisar por el tema de las llamadas intervenidas, sabes lo peligroso que resulta pero ¿Te entregaron la carpeta con los papeles? ¿La tienes?

–Si…la tengo…pero no te entiendo…¿Sabías lo de la carpeta?

–Mira, todo fue muy rápido, nos avisaron acerca de una auditoría imprevista y tuve que enviarte las copias con un obrero que casualmente era aquel conserje donde vivías en la Avenida Victoria ¿Recuerdas?  Es el viejo calvo aquel que seguro no sabe ni leer y  es más tonto de lo que parece, discúlpame pero no te pude avisar. Fue lo más rápido y menos sospechoso que se me ocurrió. Esa carpeta nunca debió estar allí ¿Pero la tienes? Qué casualidad que ese pobre diablo estaba allí haciendo unas reparaciones.

–Si…la tengo…pero, ¿Tu enviaste a ese hombre a la pastelería?–Pregunta asombrada–

–Si, claro ¡Fue una jugada maestra! No sabía ni lo que estaba llevando ¡No había nadie mejor que el para hacer este trabajo…y lo hizo gratis! ¡Como un favor!

–Si tú lo dices…es un tonto. Claro mí amor. La carpeta está en tu estudio, me voy a recostar temprano, no me siento nada bien, tuve un día muy extraño.

La Señora Lafayette observó por un minuto el techo desde la cama, descansar boca arriba la relajaba siempre después de atender a sus dos hijas, aunque no podía dejar de pensar en lo sucedido y en la forma en la que ayudó a su corrupto esposo a mantenerse a salvo, sólo que esta vez quedó completamente helada y conmocionada cuando escucha un intenso grito de su esposo desde el estudio:

–¿Qué coños es esto Michelle? ¡Qué coños hiciste! ¡La carpeta está llena de papeles en blanco! ¡Mierda Michelle! ¿Dónde coños están los documentos! ¡Que mierdas!

La Señora Lafayette sólo pudo decir: –Coño.

FIN