LA MUERTE EN EL ESPEJO -By Sheikong- (Caracas, 2021)
Después de abandonar el olvidado pueblo donde creció para
vivir en la moderna capital, Martín recibe una agria noticia y debe retornar
para encargarse del entierro de su madre, único familiar cercano que tenía y al
volver descubre que el sitio no era lo que él pensaba al desencadenarse una
serie de extraños eventos que lo involucran y que harán de su estadía una
odisea densa y asfixiante plagada de incoherencias.
Capítulo 8 / EL ESPEJO OSCURO
Camino hacia el pasillo de los
cuartos, no dejo de pensar en la frase de mamá, en esa puerta que tanto quise
abrir y en la oportunidad que tengo ahora. Solo encienden algunas luces dentro
de la casa, así que no tengo la mejor vista del pasillo y aunque la casa es
pequeña, tengo cuatro puertas frente a mí: a mí derecha el cuarto de mamá,
luego el mío y a mi izquierda el cuarto vacío donde nunca había nada y
seguidamente el cuarto cerrado, hacia allá me dirijo.
El sonido de los grillos inunda
toda la casa, imposible ignorarlos. Escucho mis pasos como hacen rechinar la
vieja madera del piso, mi respiración se acelera y puedo sentir los nervios que
me asaltan de repente. La llave en mi mano derecha, la acaricio y palpo todos
sus detalles con mis dedos, siento la textura del patinado producto de los años
y la humedad, supongo. Mi vista se
adapta a la oscuridad que aunque no es
total, a esta hora de la noche impide ver con claridad por donde camino. Ya
frente a la puerta del cuarto secreto, me detengo como quien trata de evitar lo
inevitable, lo impostergable y lo que tanto he esperado ahora está frente a mí,
disponible a un par de vueltas del cilindro de la cerradura, así de cerca estoy
de saber que hay allí.
Recuesto mi frente en la vieja
puerta para cerrar mis cansados ojos y pensar un poco. Percibo claramente el olor a humedad que
emana de la madera, me lleva directo a mi infancia y aquellos momentos con mamá
que no cambiaría por nada del mundo. Como aquel día que me sentó en sus
cansadas piernas para contarme como conoció a Papá y cuánto significaba yo para
ellos, me dijo que no lo odiaba por irse y que yo tampoco debía hacerlo.
Acostumbraba a hacerme cerrar los ojos para pasar su tosco dedo índice por mi
rostro como si me estuviera dibujando, recorría cada detalle de mi pequeña cara
y mi parte preferida era cuando tocaba mi nariz viniendo desde la frente y
deteniéndose justo en mis pequeños labios, con dos de sus dedos se aseguraba
que yo no pudiese hablar para entonces decirme al oído:
–¿Escuchas eso Manuel? ¿Lo oyes?–Susurraba tan cerca que
lograba que se me erizara la piel–
–Manuel…mi cielo bello, eso que
no oyes es el silencio de estos montes pero lo que si puedes oír es a tu madre
diciéndote cuanto te ama, eso sí puedes ¿Sabías eso Manuelín?
Para ese momento mi madre me
soltaba los labios, pero yo por respeto no me atrevía a abrirlos, solo afirmaba
moviendo con mi cabeza de arriba abajo y sonriendo con los ojos aún cerrados. Eso
sucedió muchas veces, supongo que mamá se aseguraba que yo recordara algo
bonito junto a ella, que no olvidara que me amaba y que nunca odiara a mi
padre.
–Manuel, en el corazón guardamos
los recuerdos más valiosos de nuestra vida, como este momento y muchos más que
tendrás inclusive después que yo me haya ido. Cuida tu corazón. No guardes
rencor a tu papá, él se tuvo que ir y nadie acá sabe la verdad, pero tú y yo
vamos a recordarlo con ternura y respeto. Él no va a volver y nosotros vamos a
seguir con nuestras vidas, eso es todo lo que debes saber.
Con mi frente aún recostada en la
puerta viene este recuerdo tan claro, tan nítido a mi mente que casi puedo
vivirlo a plenitud, mi memoria es tan exacta con algunas cosas y no deja de
asombrarme. Creo que llegó el momento de
abrir, quizá no haya nada interesante adentro o esta no sea la llave. Sólo hay
una forma de saberlo.
Me separo de la puerta, me paro
firme e introduzco lentamente la llave, hasta ahora parece calzar mientras
tiembla mi mano y aumenta mi sudoración producto de la tensión que esto me
produce. La llave llegó hasta el fondo y
allí la dejo por unos minutos, sé que solo es cuestión de hacerla girar y
saciaré mi curiosidad, me ocuparé de la venta de la casa y volveré a mi vida
lejos de aquí.
Trato de girar el cilindro, lo
cual logro con gran dificultad, aplico más fuerza ya que el sistema debe estar
tan descuidado como el resto de la casa.
Logro una vuelta y ya voy hacia la siguiente, cosa que no tardo mucho en
hacer, está listo y creo que ya puedo abrir la puerta de “El cuarto secreto”. Empujo suavemente con mi mano izquierda, las
bisagras me ofrecen resistencia y hacen un ruido que solo lo logra el metal
contra sí mismo cuando no está engrasado. Me veo obligado a aplicar mucho más fuerza, lo
que pensé que sería algo sencillo se está convirtiendo verdaderamente en una
lucha.
Con algo de dificultad, lo hice y
ya estoy abriendo hasta donde me lo permite.
El olor que despide la humedad se siente apenas entras y seguro debe
haber un par de bichos muertos por ahí porque adicionalmente me llega el mismo
olor nauseabundo del baño, solo que un poco más tenue. No puedo ver nada y
apenas si percibo que hay algunas cosas acá adentro, la luz de la cocina llega
con muy poca intensidad hasta acá y no resulta muy útil. Palpo la pared que
está a la derecha de la puerta tratando de ubicar el interruptor y me resulta
imposible. Siento la superficie muy áspera y levantada de la pared, es muy
posible que la humedad haya hecho estragos por acá, además del polvo, la
suciedad y los roedores.
No veo nada, voy a la cocina por
una vela o algo me pueda ayudar a alumbrar el cuarto, lo hago lo más rápido
posible y por eso me dirijo directamente al rinconcito donde mamá guardaba las
velas y unas cuantas cajas de cerillos, costumbre que le quedó desde los días
en que no existía el servicio de luz en Matorrales, yo no lo recuerdo pero mamá
llegó a contarme acerca del revuelo y la bonanza económica temporal que causó
la instalación del tendido eléctrico acá en la sierra desde los pueblos de
abajo hasta Las Flores y El Rincón que son los últimos caseríos que puedes
conseguir si sigues esta vía hacia el norte, como buscando salir al mar. Los equipos de obreros, técnicos y
representantes del estado se instalaron en aquellos meses en el pueblo, consumiendo
toda la comida, bebida y hospedaje posible. Por un tiempo Matorrales se
convirtió en un sitio próspero y muy visitado, inclusive las cuatro grandes se
vieron obligadas a traer mujeres de la costa para atender la demanda del
burdel, nada mal para un sitio de apenas cuatro calles.
Volviendo a la cocina, tenía toda
la razón, allí estaban las velas junto a los cerillos. Sin mucho afán logro
encender la más entera y me dirijo nuevamente hacia el cuarto con cuidado de no
apagarla, la vibrante luz me muestra el camino con claridad a cada paso y me
conduce directo a llevarme una nueva sorpresa en este día tan extraño: La
puerta completamente cerrada, la llave pasada y el cordón que cuelga de ella
aun moviéndose.
Solo hay una explicación: El
viento, cerró la puerta mientras me descuidé.
Aunque es una noche sin brisa uno nunca sabe cuándo se acerca una ráfaga
de aire, esa es la verdad. De nuevo abro la puerta y entro, esta vez se me hizo
más fácil y no ofrece tanta resistencia. Me causa gran curiosidad las cosas que
veo acá adentro: Una vieja mecedora tapada a medias con un cobertor, algunas
cajas con libros, latas viejas bastante oxidadas, un taburete manchado y en un
rincón un gran espejo, de esos de cuerpo entero, también cubierto no solo con
una tela gruesa sino como todo lo demás con una pesada capa de polvo y
telarañas por doquier.
Debo zanquear un par de cajas
para llegar hasta el espejo, la vela alumbra pero no tanto como yo esperaba. Lo
observo por unos minutos y me volteo para dar una última mirada al cuarto antes
de salir, ahora me siento contrariado por lo que he conseguido acá o más bien
por lo que no conseguí. Solo cachivaches y ese estúpido espejo, definitivamente
me darán muy poco por esta propiedad, nada vale y el terreno no está cerca de
la plaza como para valorarlo.
Luego de pensar unos minutos,
decido salir de este sucio cuarto, no vaya a ser que el polvo terminé
ocasionándome una nueva alergia, antes voy a echar un vistazo al espejo y le
quitaré ese viejo trapo que lo cubre. La tela está asegurada con unos imperdibles
que la sujetan de lado a lado a manera
de forro, quien lo hizo se aseguró de esto ¿Sería mamá? Supongo que sí, era muy
laboriosa para todo, si lo sabré yo.
Creo que está listo, liberado el
espejo de su prisión textil, dejo caer la pesada tela y bueno, otra sorpresa más:
Creo que no es un espejo, si es un tipo de vidrio pero es completamente negro,
no refleja nada. ¿Qué haría mamá con algo así? ¿Cuál será su utilidad? ¡Otro trasto inútil para
desechar!
No había terminado yo de pensar
en qué hacer con un espejo que no refleja, cuando comienza a cambiar el sucio vidrio,
ya no está negro mate sino que empieza a reflejar por los bordes hacia el
centro, pero no es un reflejo común, la luz opaca de la vela me permite ver más
cosas que las que hay dentro del cuarto ¿Qué sucede acá? ¿Cómo puede suceder
esto? Es una mezcla del cuarto y de otro sitio peor o igual de abandonado, pero
no es posible, un espejo no funciona de esta manera.
Me toma otros minutos reponerme a
la sorpresa y tratar de comprender lo que tengo frente a mí, no soy crédulo de
cualquier cosa pero tampoco un escéptico a rajatabla y esto está muy raro. De tanto observarlo mi vista se acostumbra al
extraño reflejo y ahora si sucede lo impensable: ¡Algo se está moviendo dentro del
espejo! ¡Al fondo hay una figura que se mueve y se acerca! Esto no es nada
lógico ni posible, casi caigo hacia atrás, la sorpresa me obliga a tropezarme. ¡Malayo
el día que me vi obligado a venir a este pueblo de nuevo!
¿Qué significa todo esto?
CONTINUARÁ