Hasta ahora el Señor Flip lleva una vida citadina monótona y muy tranquila, lejos está de imaginarse que está a las puertas de vivir lo más alocado de su existencia porque no sólo acaba de perder a su familia, sino que está sufriendo en carne propia lo que nadie: Se está descomponiendo y le queda muy poco tiempo antes de que su cuerpo lo complique todo.
-Capítulo 4- LOS VIEJOS ALMACENES
Me levanto con dificultad del viejo mueble –Algo que cada
vez me cuesta más hacer- Camino sin prisa hasta el reloj y me sorprende saber
que ya son las once y treinta minutos de la mañana, tomo la llave que cuelga en
un cordel y empiezo a abrir la cerradura, acaricio el picaporte tal y como lo
hizo Arnoldo, escucho voces en las escaleras eso me dilata unos minutos…ahora
sí, lo primero que sucede mi cabello moviéndose con la brisa, no siento nada
pero sé que me despeiné. Abro por
completo y salgo, miro hacia los lados y no veo a nadie, eso me indica que debo
seguir. Comienzo a bajar la escalera
apoyado en el pasamano para no perder el equilibrio, es una gran ayuda para
alguien con la piel acartonada como yo.
Llegando a la planta baja escucho los gritos de los
vendedores, el ajetreo de los caleteros y las cajas cayendo de un lado para
otro, ¡Hay una vigorosa actividad comercial acá! Los empleados me pasan por un
lado y no me notan, están sumidos en su quehacer ¡En tantas cosas! En un par de pasos ya estoy en la acera y me
siento parte de la algarabía, del alboroto y de la ciudad. Todo lo que observo
simulando a un “voyeur” desde las ventanas, ahora es una realidad para mí
¡Cuanta envidia podría sentir por ver tanta vida!
Otros pasos más y estoy frente a un almacén, uno grande de
verdad. De esos que poseen una tienda en
la parte delantera para despacho al detal con todas sus vitrinas llenas de
frascos. Me acerco y compruebo que están
repletos de especias y golosinas, en el suelo reposan al menos una docena de
sacos con granos de todo tipo. Voy a
fingir que soy un cliente, pero uno muy especial ya que con tanto viaje de
trabajo pude conocer, probar y experimentar sabores, olores, texturas, será muy
fácil identificarlas.
Es un gozo ver tanta abundancia representada en colores y
formas, me atrevo a hundir mis manos en los sacos sin sentir tacto, aprieto mis
puños con algo de fuerza ¡Qué gran experiencia! ¡Qué momento! ¡Hago algo
diferente!
-¿Señor? ¿Le podemos ayudar en algo? –Una linda voz femenina
me arranca de mi episodio de aparente satisfacción-
-¿Me hablas a mi…señorita? –Le contesto volteando con los
puños aún llenos de granos secos-
-Sí, hablo con usted ¿Va a ordenar algo?
-¿Puedes verme y hablar conmigo? Es decir, ¿Ves todo bien
muchacha?
-Sí, claro…pero mejor le llamo a un despachador Señor, tan
sólo deme un momento –Explica la chica un tanto extrañada-
-¡Valentín! ¡Valentín! ¡Atiende al señor por favor! –Le
grita a un fornido hombre que se encontraba afuera reunido con otros-
-El hombre se acerca y me increpa: -Señor no puede hacer
eso, está prohibido ensuciar la mercancía ¿Ve lo que está haciendo?
-¡Ah disculpe, disculpe! Ya se los dejo acá, cada uno en su
saco
-No, no está bien, acaba de contaminar los granos, ahora
debe llevarse varios kilos de la parte superior para compensar ¿Logra entender
lo que le digo?
-No, no…es usted el que no entiende, no vine a comprar, solo
a ver. Quería tocar los granos un momento. Le dejo todo acá y ya me voy, espero
no molestarles más.
-¡Eso no va a pasar Señor! ¡Acá no se viene a tocar, ni a
pasear! ¡O paga tendremos un altercado!
-Está bien, me voy, no tengo problema, disculpen
-Pero antes de irse, debe pagar
-No tengo dinero, no tengo nada. No me entiende
-¿Y qué olor es ese? –Pregunta alarmado el hombre- ¿Es usted
quien huele así? ¿Qué le sucede?
-Sí, debo ser yo, no
puedo sentir mi olor pero ya me voy, con permiso
-¡Que hediondez! ¡Usted no va a ninguna parte! –Me toma muy
fuerte por el brazo, reteniéndome-
-¡Por favor, le ruego que tenga cuidado con mi brazo! –Le pido
al hombre con mi voz cortada-
-¡Llama al viejo de seguridad! ¡Rápido! ¡Tenemos a otro
vagabundo! –Grita el hombre dirigiéndose a la cajera del lugar-
Los gritos del reciente escándalo llamaron la atención de un
agente que se encontraba cerca o quizá le avisaron lo que estaba sucediendo, en
el forcejeo advierto que un hombre uniformado se hizo presente, cuál sería mi
sorpresa al ver de quién se trataba.
-¿Señor Flip? ¿Qué hace usted acá? ¿Qué está pasando?
–Pregunta el agente apenas me reconoce-
-¡Ah…es usted Señor Agente! Es bueno verlo acá, solo bajé a distraerme
un poco, sólo eso. Voy a pagar lo que he
dañado ¡No hagamos alboroto!
-¡Este vagabundo debe pagarme! –Insistía el despachador-
¡Por lo menos cuatro kilos!
-¡Suéltalo! Este hombre no es un vagabundo y no te va a
pagar nada, agradece más bien que no te reviso el almacén y los camiones, por
ahí se dice que te estas metiendo en problemas con algo ilegal, así que
apártate para que yo resuelva esto. –Le habla con total autoridad el agente-
El hombre suelta mi delgado brazo y aunque con resignación, me
deja ir sin pagar los daños, nunca sentí miedo ni angustia, ni me resultó una
molestia lo sucedido, sólo fue algo que agregar a esta nueva forma de vida, por
unos instantes todos estaban alterados, menos yo.
-Vamos Señor Flip, subamos a su casa, este no es sitio para hacer
paseos. Dígame algo ¿Y usted por qué está en pijama? ¿Cómo se le ocurre salir así?
-Disculpe usted Señor Agente. No lo pensé, solo salí y no hay mayor
explicación, últimamente no pienso mucho las cosas antes de hacerlas, gracias
por ayudarme a regresar pero conozco el camino perfectamente
-¿Seguro que está usted bien Señor Flip?
-Bien no estoy pero no sufrí más daño, quedo en deuda con
usted Señor Agente
-Solo no se meta en problemas por acá, los obreros son poco
pacientes y otra cosa Señor Filp, trate de cubrir ese raro olor con un perfume,
es de lo que le hablé la vez pasada, algo no anda bien con usted y debería
dejarse ver por un experto ¿No está de acuerdo?
-¿Un perfume como el suyo quizá Señor Agente?
-No necesariamente, podría ser otro. No podemos tener el
mismo perfume barato en esta cuadra, la gente habla Señor Flip y murmuran.
-Seguiré su consejo, ahora me voy. De nuevo le agradezco por su ayuda, la vez
pasada fui muy grosero con usted, le ruego me disculpe
-No hay nada que disculpar, igualmente lo estaré observando.
Insisto en que hay algo que no me gusta acá Señor Flip. Le voy a explicar algo: Mi bigote me dice que
algo le pasa y nunca se equivoca, cuando conocí a mi actual esposa mi bigote no
me dejaba en paz cada vez que me cruzaba con ella en la calle ocho y mire
usted, no falló. Tenemos veinte años casados y ni una sola discusión, ¡Ni una!
-¿No será usted un dictador en su hogar Señor Agente?
-No le entiendo, explíquese por favor
-No me preste atención. Voy a subir, estoy agotado
Atrás se quedó el agente intrigado y regresé al
departamento. Este es el inventario pertinente: Una expedición por los viejos
almacenes con disturbios públicos incluidos, un salvamento oportuno a cargo del
agente de la cuadra y un bigote presagiador que nunca se equivoca. ¡Ah! ¡Y un
dictador que nunca discute!
¿Qué sigue ahora?
CONTINUARÁ