SUBURBIA BOOKS

jueves, 2 de noviembre de 2023

BENDITAS CORNETAS (Sheikong, 2023)


BENDITAS CORNETAS (Sheikong, CCS, 2023) Relato Corto / Short Text

Cornetas, benditas cornetas. Bocinas le dicen en los países del sur, así como claxon y seguramente otros nombres que intentan suavizar su efecto devastador. Bajo el remoquete que resulte, son imposibles de soportar. Mi llegada a esta urbanización obedece a hechos fortuitos que no aportan a la historia. Vivo a escasos cien metros de la avenida principal, donde las noches resultan una gozada eterna de buen clima y quietud.

A medida que muere la noche y nace la madrugada aparecen los primeros y centelleantes "pitidos" de estos odiosos artefactos. Con las calles bañadas por las luces y completamente vacías en todos sus canales, resulta innecesario darles uso y aun así van asomándose a cuentagotas, tímidas a esta hora. Ellas calibran el temple del día al compás de sus estresantes sonidos.

Mis vecinos las activan desde muy temprano mientras movilizan sus autos envueltos en correderas y olvidos repentinos de última hora. Noto a diario como las alarmas de seguridad suenan de forma espantosa cuando son desactivadas por sus dueños despertando a media humanidad. Todo ese abanico de sonidos se cuela en mi mente y me causa tormentos indecibles que son ignorados por todos.  Es suficiente la soledad llena de recuerdos gratos e ingratos, indecisiones y malas escogencias sobre todo, lo que pudo haber sido y no fue, aunque ya no importa y forme parte de mi universo privado de "pajaritos preñados" si lo defino coloquialmente. 

Son años viviendo las angustias de las cornetas, benditas cornetas, de imaginarme soluciones y situaciones, pero la realidad es otra muy diferente a mis sueños. Después de cavilar por meses maldiciendo estas máquinas diabólicas indeseables e insoportables, he ideado un plan que no me importa ejecutar: Sabotear los autos, quizá así dejen de usarlos y opten por caminar o volver a las bicicletas, cuyas cornetas son un recuerdo pueril muy agradable, para mí, sé que tonto suena, pero no tengo nada que perder, a mi edad muy poco que perder, muy poco. 

Con toda la seriedad del caso y tomando mis previsiones, me dediqué un par de semanas a desinflar neumáticos. Serpenteando entre los vehículos durante las tempranas horas de la madrugada y cuidándome de no ser visto, ni notado coloqué viejos clavos de acero perfectamente dispuestos para destrozar sus neumáticos, cambié de posición sus espejos retrovisores, ensucié parabrisas con una mezcla de clara de huevo y hasta coloqué plátanos y pepinos atorándolos en las bocas de los tubos de escape, aunque confieso que ya estaba rayando en lo subversivo, pero me encantaban mis nóveles acciones delictivas, me sentí vivo, me sentí.

Nada de lo anterior surtió el efecto deseado, los autos y las cornetas permanecían galopando en mis noches y horas de sueño, su canto tempranero no se detuvo siquiera un poco. Sólo causé quejas entre algunos vecinos quienes nunca sospecharon que un viejo de ochenta años era el causante de tales “desmadres”, más bien se ensañaron particularmente contra un par de hermanos rebeldes y de mala fama del piso contiguo, confieso que lo lamento por ellos pero nunca diré la verdad, no me la sacarán tan fácil. 

Dado el fracaso o la poca relevancia de mis acciones, pasé a ejecutar mi siguiente plan, un poco más radical pero genuinamente notorio: Todas las mañanas bajé desnudo a caminar entre los autos del sótano buscando espantar a todos y a obligarlos a mudarse cuanto antes ante mi falta de pudor y repertorios de conducta socialmente aceptados. Mi desnudez es algo vergonzosa, pliegues y más pliegues de tejidos adiposos blancos y rosados, como de cerdo crudo, así soy. Algunos ciertamente me ignoraban con dificultad, otros me pedían decencia mientras cubrían los ojos curiosos de sus hijos y hasta algunos me tomaron fotos. Muy pocos se rieron, algo me decía que esta estrategia daría sus frutos. 

Excepto que no duró mucho mi aventura nudista, en dos días las autoridades locales tocaron a mi puerta con una amonestación preventiva. Aunque mi edad me protegía, aproveché la ocasión para exponer mi denuncia basado en contaminación sonora, ante lo cual solo recibí un "Así son las cosas anciano, nada podemos hacer".

Decepcionado, volví a la quietud de mi hogar.  Regresaron las horas inválidas, las de preparar café y aceptar los hechos, las que te dicen mucho y te dicen nada, esas que avanzan lento, que te observan, que te juzgan.  Así transcurrieron unos días más, cuando mi timbré sonó tímidamente quebrando el silencio, me apresuré como pude a abrir y a contestar groseramente a cualquiera que viniese a quejarse de mi conducta, pero no, encontré en la puerta a la criatura más dulce que había visto en años, una jovencita pelirroja, muy bien combinada con unos shorts cortos de cuadros blancos y negros, un sobretodo, blusa a rayas y un gorro de esos tejidos por los inmigrantes sureños. Me extrañó que usara bastón y lentes oscuros, asumí su ceguera de inmediato.

- ¿Es usted el Señor Aníbal?

- Si...soy yo... ¿Quién pregunta?

- Soy Cindy, su vecina del piso cinco, mucho gusto...de verdad quería conocerlo...

- Señorita si es por las molestias que causé...

- No, para nada. Al contrario, es una leyenda acá entre los vecinos y vine a hacerle una propuesta…algo interesante, al menos para mí.

- ¿Propuesta? ¿A mí? ¡Estoy decrépito! ¿Que podría interesarle?

- ¿Puedo pasar? No me gustaría conversar acá, las paredes oyen y los pasillos vigilan

- Si, como no... Que mala educación la mía.

La hice pasar y sentar en el sillón del gato donde combinaba perfecto, como de fotografía. Le ofrecí una infusión mientras conversábamos de las cornetas, alarmas y otros ruidos molestos de la zona, resultó un ser encantador y amable, de hablar cuidadoso pero firme, me tomé a libertad de observarla muy bien desde todo ángulo, aprovechando la situación.

Y todo iba maravillosamente bien, hasta que me preguntó con naturalidad:

- ¿Le puedo tocar las bolas?

- ¿Perdón? Creo no haberle entendido...

- ¿Que si le puedo tocar las bolas?

- Sigo sin entender señorita, es una extraña petición

- Le explico, soy artista conceptual y dada su disposición a exhibirse me pareció una idea genial convencerlo de hacer algunos moldes y crear a partir de allí, cosas mías.

- La verdad no sé qué responderle...

- Mi trabajo consiste en moldes de rostros, manos, pies...pero su historia de rebeldía me pareció fascinante, el enfrentamiento de un hombre desnudo contra todos, un hombre con bolas…no cualquier par de bolas, unas grandes y bien puestas, mejor utilizadas diría yo.  Mi curiosidad por usted es tal, que tengo la obsesión de hacerle un molde, quizá pintarlas en amarillo y negro…usted sabe, colores de advertencia vial, no sé, vienen tantas ideas a mi mente, tantas.  Sólo que debo palparlas, así sabré si son lo que busco.

- ¿Debo lavarlas…verdad?

- No hace falta, será sólo un momento... ¿Puedo?

- Bueno...si... ¿Pero cómo lo hacemos?  ¿Eres mayor de edad?

- Sólo acérquese hasta donde lo pueda alcanzar, por favor.

Caminé un par de pasos hasta quedar a la altura de su cara mientras ella esperaba con una dibujada sonrisa. Bajé con muchísima vergüenza mis destrozados "boxers", tarea fácil pues la liga hace años dejó de ser lo que era.

- Listo Cindy...acá están...disculpe lo malo por favor.

La chica levanto ambos brazos y con sus manos palpó un poco alrededor de las piernas para luego ubicarse muy bien. Con delicadeza que nunca conocí, esta niña comenzó a tocarme las bolas centímetro a centímetro, por debajo, por los lados, como caricias tempranas.  A ratos las apretaba y a ratos soltaba, por minutos se dedicó a hacer caminitos con sus dedos entre otras raras acciones. Me sorprendió al tomarse la libertad de levantarme el falo lastroso para seguir tocando, supongo que con alguna razón artística. Fueron apenas unos instantes, unos muy incómodos minutos, hasta que retiró sus blancas, delicadas y muy lindas manos.

- ¿Que le parecieron? Son solo unas bolas...

- No. Son muy hermosas, grandes y serán un hermoso molde en mi colección...definitivamente tengo que tenerlas.

- Gracias...nunca me habían dicho algo así...

- Lo sé, muy pocas personas aprecian la belleza de estos miembros, y éste resulta muy atractivo para crear...sólo debe afeitarlas el día que hagamos el molde por favor, afeitarlas muy bien...no quisiera complicaciones...gajes del oficio.

- Bueno…pues así será...no tengo inconveniente...

- Me recuerda usted a mi padre, por un minuto creí estar a su lado.  ¿Sabe? Volví a mi juventud mientras sostenía sus bolas, gracias a las benditas cornetas pude llegar a usted.

- ¿A su padre? Cada vez entiendo menos Cindy.

- Le convertiré una larga historia en un cuento corto: Soy hija única, mi madre falleció siendo yo una niña, quedando al cuidado de mi padre fui sobreprotegida por años, hasta que supimos que él también estaba por irse, así que estrechamos nuestra relación en todo sentido y mi condición era una carga muy pesada para él, temía por mí y por mi futuro.  Hacíamos todo juntos, todo el tiempo y a toda hora y entre sus explicaciones poco ortodoxas, me enseño lo que era un hombre.  

Me habló por meses de lo bestial que puede ser un macho como también lo angelical y protector, me ilustró todas las caras posibles. Y al llegar al punto físico no dejo pasar el palpar a un verdadero hombre, no sólo su barba, su cara arruinada, su pecho envuelto en el pelambre de la edad así como su abdomen hermoso. Un día llegamos a sus bolas y me enamoré, eran tibias, grandes, velludas, pesadas, apenas cabían en mis manos. 

A partir de ese momento y todas las noches antes de conciliar el sueño, acariciaba esas añoradas bolas y resultó ser la única forma que hallé para dormir y descansar sabiendo que mi padre estaba por irse y debía enfrentarme al mundo, sólo su calidez me transmitía calma. Extraño muchísimo esos momentos Señor Aníbal, no sabe cuánto.

- Caramba niña, que relato… ¿Y era normal eso que ustedes hacían?

- Nada de perverso había en ello.  Amé a mi padre y sé que el hizo todo lo que pudo con el poco tiempo que le restaba para describirme al único animal al que debía temerle.

- Entiendo Cindy… Nunca se me hubiese ocurrido algo así.

- No le he dado las gracias Aníbal, en minutos ganamos la confianza que tardé años en forjar con mi padre.  Estoy muy agradecida, fue un gusto tener sus bolas en mis manos, gracias.

- Están a su orden jovencita, no sé qué más decir…pero si un día no logra conciliar el sueño, pues por acá estaré…y bueno…

- Genial, pero no.  Debo irme Aníbal, muchas gracias por su colaboración, creo que nos irá muy bien con el molde.

- Sí, creo Cindy...

La chica se levantó del viejo sillón, bebió un último sorbo de la infusión, colocó la taza correctamente sobre el platico y se dirigió a la puerta sin tropiezos, como si gozara de la vista. Por mi parte, me apresuré a abrirle la ruidosa y vieja puerta, cuando se me ocurrió la pregunta que cambiaría mi vida de nuevo:

- Estoy pensando… ¿Y cuánto me vas a pagar por esto?

Ella estaba a unos tres pasos enrumbada fuera de mi apartamento, al escuchar mi pregunta se detuvo unos segundos mientras movía la cabeza en señal de negación y sin voltear la cara, me dijo:

- Igual que todos, abusas de tu buena suerte. Feliz día Aníbal. Gusto en conocerte.

Así desapareció en el fondo del oscuro pasillo, la observé hasta que se perdió en las sombras y tomó la escalera auxiliar.

Ese día me quedé pensando en el extraño episodio, la verdad no logré comprender lo que sucedió ni porque lo arruiné todo con una pregunta tan vana.

Hay frases que arruinan todo, hay comentarios que asesinan las oportunidades, hay decisiones estúpidas que acaban con las propuestas más insólitas, esas que sólo una vez se te cruzan en el camino. Esas.

Por cierto, no la volví a ver y nadie supo darme razón de tal chica con esas cualidades, como si no existiera. Por mi parte sigo soportando el sonido de las cornetas arruinando mis noches de descanso y atormentando el alba. Continúa siendo odioso. Y yo continúo odiándome.

FIN


jueves, 23 de febrero de 2023

LAS SIETE Y DIECISIETE (Por Sheikong/ Caracas/2023)


La vieja esquina seguía igual, con sus ruidos desordenados, tráfico insufrible y movimiento de aceras tan cambiante que no hay oportunidad de definir un patrón, excepto por el fumador, un personaje pintoresco y casi necesario en la fauna de aquella calle, cuya sola presencia levantaba comentarios variopintos por la gran curiosidad que causaba en unos y el rechazo y juicio en otros.

–¿Y quién es ese que pasa tanto tiempo en la esquina? No lo conozco. –Pregunta el cartero antes de entregar el paquete al viejo Alcides–

–¿Ese? Es un condenado, hay muchas historias alrededor de él y nadie sabe cuál es cierta.

–¿Y nadie conversa con él?

–Nadie. El no habla y a veces sonríe. Dicen que la muerte lo dejo sin voz luego de ganarle una apuesta, eso he escuchado.

–¿La muerte? ¿Cómo pudo ser? ¿Por dinero?

–No mi amigo, fue por amor o algo parecido, la verdad uno nunca esta tan seguro de lo que vive en ese estado tan frágil como lo es un enamoramiento. Ese pobre hombre se entregó, aunque todo comenzó como un juego y es que siempre es así.

- ¿Y luego Alcides?

- Luego fue olvidandose de sí, se hundió en un sentimiento profundo por varios años.  Amó a una que decían era muy hermosa, la que más.

- ¿Y qué tiene de malo amar?

- Tú no escuchas muchacho, eres muy tonto. Él cruzó la línea hasta creerse importante en otra vida e indispensable en otro corazón y allí vino el desastre, él pensó que se hacía un lugar, uno como lo había imaginado.

- Entiendo, ella lo engañó entonces.

- No. Para nada, ella siempre habló con la verdad, pero este infeliz no lo podía comprender y quiso jugar algo muy peligroso para cualquier ser humano. Pensó que si la amaba a más no poder, ella le correspondería.

- ¡Me imagino los reproches!

- Fíjate que no. Él se prometió a si mismo nunca reprocharle nada.

- ¿Y cómo llegó a esta situación de abandono? No entiendo.

- Cierto día, cuando él se sentía más seguro que nunca y cabalgaba sobre las nubes, tomó una mala decisión, entrado en tragos y a escondidas le llevaba un regalo único en la vida de cualquiera,  de esos objetos que no se le dan a cualquiera, algo que lo sepultaría en vida y cambiaría su destino: Un anillo de compromiso.

- ¡Ah! ¿Entonces era un romántico?

- Era mucho más, era un remedo de hombre, uno rendido, un soñador, de esos que los poetas llaman vulnerables sin remedio, un pendejo quizá, yo no lo sé muchacho.

- ¿Y el anillo?

- Eso fue lo de menos, nunca se lo entregó y creo que se perdió.  Ella nunca llegó, luego no supo de ella por semanas.  Pero ese día fue tal el dolor en su pecho, que nuestro amigo corrió setecientas diecisiete cuadras hasta llegar al puente de La Soledad, cerca de las cuatro esquinas y a un costado del Congreso, allí miró al cielo gris e hizo el pacto que nunca debió celebrar. Le pidió a la noche que le devolviera a su amada a cambio de su propia vida.

- ¿Y entonces? ¿Hizo un pacto maligno?

- No, la tímida noche no le respondió pero la oscuridad inmensa sí, esa que acecha en cada rincón donde no hay amor verdadero. Pactaron justo a las siete y diecisiete esa noche, sólo había una condición innegociable: Ella iba a regresar a su vida y él debía hacerle el amor todos los días a las siete y diecisiete de la mañana, sin falta, sin demora y por solo un minuto, no podía tardar más. Esa era su bendición y su castigo. Sólo podía poseerla durante sesenta segundos al día, muy poco para muchos y demasiado para otros.

- ¿Y eso no lo hizo feliz?

- Al principio sí, la primera semana y el primer mes se jactaba de su eterna luna de miel, de sus proezas sexuales de un minuto y sobretodo de la piel de su renovada mujer.  Ella no alcanzaba a explicarse por qué lo hacían a esa hora y por tan poco tiempo, pero igual le resultaba curioso y hasta divertido, como travesura de infantes alocados. La ecuación erótica no duró tanto y  llegaron los reclamos, que dieron paso a romper la única regla impuesta y que él tomó a la ligera al ver que nada extraordinario sucedía. Lo que se sabe es que cierto día la mismísima oscuridad inmensa se hizo presente a las siete y diecisiete de la mañana mientras ambos dormían plácidamente, así que en su infinita molestia ante la ruptura del pacto decidió quitarle de un zarpazo la vida a su amada.  El pobre hombre al despertar no daba crédito a su tragedia y cuentan que el llanto fue tan profuso que inundó toda la habitación sin exagerar.  Sentada en la cama, con actitud displicente la mensajera sonreía ante el dantesco episodio mixtura de amor y dolor que había creado.

Así que el hombre no tuvo más alternativa que pactar de nuevo a cambio de la vida de ella. Pero a diferencia de la vez anterior, ahora resultaba más un castigo que otra cosa y se le ofreció un trato: Debía transcurrir el resto de sus días fumando.  Si, como lo oyes, fumando desde las siete y diecisiete de la mañana hasta las siete y diecisiete de la noche, sin parar para garantizarle la vida.

Y solo podía pausar por un minuto al día, sólo uno. Y así el aceptó en medio de su asombro.  Ella volvió a la vida minutos después, pero ya nada era igual.  Su rutina como fumador, el tiempo que le consumía, las ganas extinguidas, el olor nauseabundo y la desesperación por mantener intacto el acuerdo, hicieron mella. La tristeza y el hastío se apoderaron de su vida y la cotidianidad los convirtió en presas de un amor vacío, frío, agrietado. Con los meses no hubo luna que la consolara, ya seca y con la piel marchita no encontró otra salida que escapar de él, de su nuevo vicio y de la vida indeseable que ambos sostenían.

“A duras penas un hombre puede asistirse a sí mismo emocionalmente, debe ser muy fuerte para no depender de la religión o alguna creencia que lo empodere y le toque desde muy adentro.  Son pocos los que se construyen y crean fortalezas envidiables, afortunados aquellos que se hacen llamar independientes aunque en su ignorancia siempre van a colgar de alguien, así sea de Dios, el universo o quien le haya obsequiado el hálito de vida. Construir lozas de fundación sobre terrenos pantanosos siempre ha sido desestimado por los fundadores, entonces ¿Por qué hacerlo?  He ahí el hombre, tan sabio y tan tonto, tan decidido y errático, tan orgulloso y simple, la magna obra del universo rendida por afecto. ¿Es esta una emoción indeleble para los elegidos al azar en un juego de naipes celestial? No lo sabremos nunca, algunos fuman mientras se acercan sinuosamente a la respuesta”

El asintió su decisión, no pugnó por su ausencia esta vez y se entregó a mantenerla con vida a través del pacto.  Si fallaba, sería su asesino y no hay peor cosa que matar a quien amas, apagar la vida de aquella persona que ocupa tu corazón y enterrar los sueños que alguna vez te llevaron a volar por mundos insospechados y febriles.  Así que esos son los días del fumador de la esquina negra, cómo la llaman ahora. Y todos los días a las siete y diecisiete, la oscuridad inmensa se acerca a retarlo, le ofrece vidas imposibles y tesoros escondidos a cambio de romper el pacto.  El la ignora para seguir hundido en su asfixiante rutina. Unos dicen que fue amor y otros estupidez. Muchos no creen la historia y otros la ignoran o lo creen solo un vicioso. Y allí sigue, por cierto son las siete y diecisiete de la mañana ahora que miro el reloj, el descansa por un minuto, y sonríe, míralo.

–Que bella historia Alcides, que bella…

–Muchacho pendejo.

-Sheikong- Suburbia Books

viernes, 17 de febrero de 2023

HOY QUIERO (Fragmentos)



HOY QUIERO (Fragmentos)


Hoy quiero escribir bonito

Y poder pensar mejor

Vivir en lo que creo

Arrugar el papel y el dolor


Caminar un rato

Sentir el viento

Sonreír un poco

Bajar la tensión


Hoy quiero pensar bonito

Imaginar un futuro

Visitar mis mundos

Sentir calor


Reírme solo

Sentirme yo

Ahuyentar las sombras

Componer en do


Hoy quiero verme bonito

Regalarme tiempo

Invertir en mi

Ver de nuevo el sol


La ansiedad me gana

El amor no es posesión

La libertad regala

Siempre tiempo para dos


Hoy quiero soñar bonito

Sin esperar nada

El tiempo que resta

Que ponga su sazon


Y volver cada mañana

Con la sonrisa pintada

Con recuerdos gratos

Aunque ya no pase nada


Hoy quiero querer bonito

Más palabras pinceladas

Más miradas

Abrazadas


Y si la lluvia escampa

Disfrutarla

Cómo cuando arreciaba

Y poco esperaba


Quiero algo bonito


-Sheikong- Caracas, Febrero / Suburbia Books

lunes, 28 de noviembre de 2022

CUATRO DE OCTUBRE (Relato corto, Caracas, 2022)



Ayer cumplí años. Pasé un año evitando este día, imaginándome mil maneras de pasarlo triste, dolido y amargado. Todos esos días me proyecté bajo la lluvia, con mis lágrimas mezclándose y siendo parte inevitable de los charcos. Eran películas de bajo presupuesto que habitaron en mi mente por más de diez meses con un par de protagonistas estelares: La nostalgia y yo.

Y llegó el día, pero fue muy diferente a lo esperado, toda aquella tragedia plagada de autocompasión, vergüenza y dolor nunca llegó. Quizá venía siendo atajada por esos seres invisibles que aparecen y desaparecen cuidandonos muchas veces evitando nuestros desastres más notables, por decir algo.

El día comenzó extrañamente tranquilo, sin pesares, ni recuerdos confusos de pesadillas de madrugada, abrí los ojos y dí gracias a Dios por mi vida y pedí por el día que tenía por delante. Extrañamente no me dolía el cuerpo, no me asaltó la pesadumbre de todas las cagadas de los últimos tres años. No estaban.

Me di una ducha tan fría que me recordó aquella en Santa Cruz de Mora, de esas que no solo te despiertan sino que te dejan tan alerta y  fresco que enfrentarías al demonio mismo y no sudarías nunca. Y el día seguía tranquilo. Estuve muy pendiente de mis emociones y solo  se presentaron las agradables, las queridas, las invitadas al baile. Por más que me asomé y vigilé, nunca se presentaron las indeseadas e innombrables. Las feas con mal aliento.

Y aunque estuve a punto de inventar una reunión con amigos y que felizmente no se dió, mi rarisimo estado de tranquilidad se mantuvo firme, jamás llegó la tormenta ni los rayos y centellas, mucho menos ese granizo de culpa tibia que tanto daño me ha hecho oprimiendo mi pecho hasta dejarme inmóvil.

Ni al mediodía cuando todos los años del cuatro de octubre se presenta un recuerdo familiar cargado de horror, fui perturbado. Más bien me consiguió en una alegre diligencia, de esas que dan gusto y te hacen correr.

Pero debo hacer honor a la verdad: Quienes amortiguaron el golpe del cuatro de octubre fueron mis nuevos amigos, ellos venían aguantando coletazos para que este día fuese lo que en efecto viví: uno pacífico, tranquilo y sin culpas. Uno bonito, de soniditos alegres y mensajes amables. Uno que se llenó de deseos de otros amigos, conocidos y extraños. Uno que me agradó.

Los viejos amigos son como uno: Roñosos, quejones y hasta ermitaños, por eso solo acuden cuando ya todo está perdido, solo una genuina urgencia los saca de sus cuevas.  Mientras que los nuevos se maravillan por todo, son como niños descubriendo mundos, cómo cachorros que juegan en un patio sin idea del tiempo y sus consecuencias. Así son, así los veo, quieren hacer de todo al mismo tiempo.

Mis nuevos amigos son personas diferentes para mí, frescos, llenos de vida y sueños, aunque también grandes preocupaciones y retos que paralizan a cualquiera. Verlos luchar me anima a lo propio, verlos reír a mi alrededor me disfraza de viejo árbol que aún da sombra. Y ellos no lo saben, pero fueron usados por la providencia o el universo para salvarme de mi mismo y mi acostumbrada autodestrucción programada. Nunca lo sabrán pero fueron la diferencia en este cuatro de octubre.

Fueron lluvia fresca y verdor que anima, fueron ese viaje inesperado que no quieres que culmine, fueron ese bálsamo que suaviza y esa risa que calma, fueron ese consejo a destiempo pero que mucho vale. Fueron mucho y fueron todo. Fueron amor y gracia. Ayer fueron.

Doy gracias por ellos, alocados, gritones, inventores y muy humanos por todo el amor que derraman en mi vida. No me queda sino honrarlos con fidelidad y amarlos hasta que sean viejos amigos y solo salgan en mi auxilio en medio de una urgencia real.

Uno sobrevive gracias a ellos. Ayer recordaba alguien que en mis 50 años le gané la batalla a gripes, fiebres, malaria, paludismo, guerrilla, dengue, chinkunguya, H1N1, pandemia y hasta al hampa común.  Ahora entiendo que no lo hice solo, ellos me trajeron hasta aquí, muchos ya no están y otros vienen llegando apenas, bienvenidos todos.

Gracias por mis nuevos amigos. Quiero que estén.

Luis Chacón (Sheikong)

martes, 8 de noviembre de 2022

TÓMATE UN MOMENTO (Sheikong, Caracas 2022)

 



Tómate un momento y mírame, ¿No ves que me voy? Evita lo risible y deja conocer qué te complace, qué te llena y te dice que en el fulgor de la vida nos abrimos y ahora en la sequía alguno de los dos debe marcharse.  Aún con todo el miedo que llevo dentro, soy como un animal que gusta olerte y lo sé, sé que a donde voy nadie tendrá tu aroma.

Tómate un momento para herirme un poco más, bésame y abrázame, dime que nada está pasando, recoge mis pasos con un te quiero, resúmelo y júrame cualquier cosa, te lo ruego y te pido que me engañes, aunque sepa que me miento.

Anda, siéntate a mi lado y abrázame con timidez, como quien ha conocido la fragilidad, acerca tu rostro y miénteme, hazlo descaradamente como todo aquello que no te ha dolido decirme, así es como lo quiero.

Toma mi mano y finge que te importa, sabes que te voy a creer.  Apriétala contra tu pecho y llévala a tus labios, sella con un tierno beso tu triunfo, tu decisión y tu arrojo.  Confirma mi partida con tu aliento, como si te costara creerlo, como si todo el calor de nuestras manos fuese un tesoro que no te importa perder.

Y nada más hermoso que unas lágrimas, de esas que no se anuncian con una voz quebrada ni con una mirada a otro lado, de las que sólo brotan y caen, es todo lo que necesito para partir creyendo en un mañana, en una nueva vuelta, en un no adiós.

Despídeme con una sonrisa fraternal, me voy lejos y necesito creer que pensarás en mí, que sólo tropezamos y la culpa es compartida. Creéme, a nadie le diré que fue un adiós pues para mi no lo fue. Les diré cuanto nos extrañamos y las ganas intensas que tenemos de encontrarnos nuevamente.

Y así saldré por esa puerta, dejando atrás una vida y envidiando tu alegría. Viajaré soñando mi regreso e imaginando tontas estampas de algo que nunca sucederá.  Con la mochila llena de recuerditos de papel no lograré volver, pero eso ya lo sabes. Lo sabías todo. Siempre lo supiste. Coño.

FIN

viernes, 23 de septiembre de 2022

DESTIEMPO (Caracas 2002, Sheikong)

 


En una tarde fría, la vieja cafetería estaba atestada de gente y el ruido era ensordecedor, corría el mes de diciembre y la celebración navideña con sus ofertas y platillos alborotaban al vecindario. En una mesa del fondo ellos estaban por vivir un momento más, en el mismo sitio, el mismo café pero con diferente propósito, ya no hay nada más que decir y en este punto sólo una cosa puede suceder.  Él no la miraba a la cara pues sabía para qué fue citado allí, los nervios le llevaban a chasquear en ambas manos con sus índices y pulgares, lo hacía coordinado como si al hacerlo pudiera detener el tiempo o cambiar su destino. Una vieja costumbre que nunca dio resultado.

-Esta es la conversación que tanto evitaste ¿Recuerdas?

-La esperaba, pero... ¿Debe ser ahora?

-Lo he pensado tanto y creo que es lo mejor para todos.

-Sé lo que vas a decir, ahórratelo y ahórrame la vergüenza, ni sabré como despedirme.

-No digas eso, sabes que te quiero, ¿Lo sabes…verdad?

-Me quieres pero no soy suficiente, yo prefiero no hablar de esto, si puedes envíame un correo en unos meses, un día lo leeré y así estará bien.

-Tú eres lo que toda mujer sueña, alguien maravilloso, lo digo en serio.

-Hoy no me interesa escuchar eso, prefiero hacerme un lugar a tu lado.

-Pero tu sabías las condiciones cuando nos conocimos, nunca te lo oculté, lo sabias.

-Sí, así es. ¿Cómo negarlo?

-Te falta poco, cuando puedas ofrecer estabilidad tendrás a quien quieras.

-Me causa gracia eso, la que no sabe algo eres tú: Te aprecio profundamente.

-Lo sé, no tienes que decírmelo, ya me lo has demostrado, pero debo buscar lo mejor, cautivas de entrada, pero acá nos separamos. Además no puedo perder el tiempo. Por cierto ¿Qué tanto necesitabas para sentirte bien?  ¿Para sentirte querido?

-Si me haces esas preguntas es que no has entendido.

-Sólo quería saberlo, sólo eso.

-¿Allá te cuidan?

-No preguntes eso, todo es maravilloso. Estoy honrada de verdad. Estás siempre tan pendiente de cuidarme, me siento tan protegida cuando estas cerca.

-Pero volvemos al mismo punto, no tengo lo que se requiere, dímelo.

-Al menos no en mi caso, como quisiera haberte conocido hace unos años o en otra situación, todo sería tan diferente, me tendrías para tí.

-Claro, y para concluir ¿Qué me dirás?

-Que te extrañaré cada mañana, tus mensajes, tus ganas, tu admiración, todo aquello que creí nunca merecer.

-Voy a extrañar tu café y tus locuras, muchísimo.

-Lo sé, eres la única persona que ama mi café, sé que hay mejores pero como nunca has sido objetivo, lo tolero.

-Ahora peco de poco objetivo, te he amado como nadie y yo pensé que lo entendías.

-Por favor, no volvamos a ese punto, quiero seguir contando contigo, eres muy importante en mi vida, quiero que estés.

-¿Qué debo hacer ahora? ¿Agradecerte el gesto?

-Sigue tu vida, alguna afortunada se va a tropezar contigo y sentiré un gusto, también envidia por cierto.

-Eso ya sucedió y mira como resultó.

"En lo que creemos es amor hay un tiempo que peca de hermoso justo al comienzo, cuando nos maravillan todos los detalles, lo que hace y deja de hacer, lo que dice y lo que calla, lo que oculta para no horrorizarnos. Así deberían permanecer congelados los amores, en su etapa temprana, pueril, incauta. Daríamos la vida si fuese preciso y de hecho lo hacemos en una suerte de desgaste que no advertimos y que no podemos detener. Todo lo demás depende del mundo y su insanidad, sus reglas, formas y maneras. Erramos al no permear nuestro amor intranquilo antes los embates de lo formal, pero al final de cuentas ¿Quién adivina el futuro? En esos momentos tan intensos, nos lanzaríamos por un acantilado tomados de la mano sin pestañear ¿O no?"

-Debo irme ya, no quiero llorar o seguir hablando acerca del mismo tema ¿Si?

-Claro, pero ¿Te puedo pedir un último favor?

-Que dramático como siempre, pero sí, cuéntame.

-Permite que yo salga primero, si te veo ir no sabría ni cómo resolverlo, por favor.

-Te puedo llevar, si gustas,estamos cerca y parece que va a llover, siempre llueve a esta hora por las tardes.

-Gracias, pero prefiero caminar.

-No te victimices, acá no ha sucedido nada...¿O acaso si?

-¿Qué hago yo con eso? Para mí ha sucedido todo y me voy con las manos vacías.

-Si lo quieres ver así, hay cosas que no puedo cambiar.

-¿Nunca te han querido de verdad? ¿Es eso?

-No estoy segura, creo que sí. Y he disfrutado mucho, todo dentro de lo esperado y no me molesta, he dado y he recibido, ya nada me sorprende de la humanidad.

-Será mi consuelo entonces.

-Será.

FIN

martes, 20 de septiembre de 2022

EL VIEJO SE NOS FUE…CUÑAO -Caracas, 2022, Sheikong-

 


El mes de abril siempre ha sido complicado para mí. Aquella noche del veintiocho del año 94 se quedó en mi mente para siempre, grabada con la pluma del dolor y la poca sorpresa, dibujada a pulso con la tinta indeleble de los hechos juveniles. Llegaba yo de pasar el rato con los amigos, caminando por el aún interesante Boulevard de Sabana Grande con todas sus tiendas plagadas de gente y sus artesanos, con sus piezas labradas, pulseras, collares, pucas y el olor a incienso variando de un puesto a otro, de vainilla a rosas con miel y de pino a sándalo.

Estando a metros de mi edificio recuerdo la feroz pelea que protagonicé noches atrás, antagonizando con Walter, un vigilante de origen peruano que al verme llegar ebrio trató de impedir mi paso y no contento con eso, alzó su queja con la junta de condominio cual vieja chismosa.

Mientras me acercaba a subir los ocho escalones de la entrada, iba preparando el argumento para atacarlo, esta vez no se iba a librar tan fácil de mí y justo al entrar me voy contra el sin mediar palabra, pero algo en su rostro me detuvo, su tono de voz era otro e iba muy de acuerdo con su cara de espanto.

-A su papá se lo llevaron al hospital, se puso muy mal. Me pidieron que le dijera que pase por El Llanito, allí están desde temprano-Me habló como quien siente pena al dar un recado o como quien ve a un enemigo desgraciado-

Yo sabía muy bien de que me hablaba aquel hombre, odiado hasta hace unos segundos y portador de muy malas noticias ahora. Congelado por lo que esto significaba, solo atiné a agradecerle el gesto y le di la espalda, caminé unos cuantos pasos y me detuve a pensar.

A mi padre le habían diagnosticado cáncer hacía un par de años, un agotamiento inusitado había prendido las alarmas que lo llevaron a chequearse y a dar con el nefasto resultado. En pocos meses ya los químicos recorrían su cuerpo con la esperanza de erradicar el mal y poner orden a la anarquía de sus células. No dio resultado, así como todas las hierbas, macumbas y tratamientos que le aplicamos. Igual que la operación de fatuo resultado que solo agregó más dolor al dolor.

Siempre fue un hombre fuerte, de campo, alimentado con berros, leche fresca y todo aquello que la tierra le obsequiara, era mi héroe porque su brazos eran tan fuertes y formados como los de los superhéroes que admiraba en la televisión, tocaba el cuatro con virtuosismo, su caligrafía forjada en el seminario era una delicia al igual que sus conocimientos acerca de todo, era de esos que arreglaba todo y lo hacía bien.

Costaba creer que ahora era un reducto de ser humano, pesaba menos que un niño y su rostro era una calavera dibujada sobre el recuerdo de sus expresiones pasadas. Ya no comía, ni masticaba, su único alimento era agua a través de un gotero y el oxígeno que lo mantenía respirando, eso era todo lo que había.

Noches atrás me había pedido que me acercara hasta su rostro para poder escucharlo, el fétido olor que despedía impresionaba. Esa noche decidió despedirse de mí dejando claro que no era mi enemigo y que me amaba, algo que no me extrañó luego de vivir enfrentados desde mi estúpida adolescencia. Y me pidió un extraño favor: Deseaba poder comerse una arepa, cosa que la inflamación interna le impedía por lo que quiso verme comiéndome dicho platillo criollo, quería que lo hiciera con gusto, como si él fuese el comensal. Fue la cena más amarga de mi vida, sentado en la vieja mesa, a cada mordisco se me iba el ánimo y una que otra lágrima se me escapó para rodar por mi cara.

Con tantos recuerdos atrapados en mi mente y su consecuente dolor entre pecho y espalda, llegué al hospital para pronto reunirme con mi pequeña familia. Me contaron cuánto costó conseguirle una cama, la sala de emergencias estaba abarrotada y mi madre en su desesperación utilizó un último recurso: Arrodillarse frente a un médico para pedir que falleciera con algo de dignidad. Y así fue.

Pude entrar a verlo unos minutos, aunque inconsciente no se veía tan mal. Tomé su mano tibia y por unos minutos lo disfruté, todo parecía un sueño, uno malo y nada indicaba que iba a despertar. Pasada la medianoche mientras esperábamos afuera, nos sorprendió un alboroto en la sala donde estaba papá. Alguien había fallecido y me preguntaba quién podría ser tal desafortunado, hasta que un desconocido que también esperaba noticias de algún familiar recluido me prodiga una palmada en la espalda y me dice: Sentido pésame.

Me impactó tal hecho, mucho. Pero le devolví una sonrisa para decirle: -No amigo, que equivocación. Mi papá está allí, debe tratarse de otra persona.

Mi esperanza no duró mucho, en segundos llamaron a los familiares de mi padre y solo así supe que todo era cierto, no había un sueño fatal, ni una pesadilla mal vivida, había llegado el momento de despedirme de mi héroe, del hombre que intentó hacerme hombre y no pudo, más por mi terquedad que por sus habilidades, mas por mi idiotez que por su perseverancia y más por mi inmadurez que por su amor.

Y así regresamos a la casa sin él pero en su vehículo, para confirmar que ya nada era igual. Todas sus cosas por todos lados. Cada quien a lo suyo y a seguir. El llanto me asaltó explosivamente mientras golpeaba la mesa buscando consuelo y la única voz que escuché fue la del entonces fiel esposo de mi hermana, quien me dijo:

-Coño, el viejo se nos fue...cuñao.

Y así fue. A 28 años de esa noche, lo recuerdo. Gracias por leerme.

-Sheikong-